En octubre del año anterior, el INE aprobó un acuerdo que frena las candidaturas de aquellos que hayan sido condenados por violencia sexual, doméstica o que deban pensión alimenticia. Aunque el acuerdo es positivo se circunscribe a los “wannabe” de los partidos y aun eso, con severas limitaciones, pues como ha demostrado el caso de Félix Salgado Macedonio llegar a la condena de un político por violencia sexual es sumamente difícil, porque no se toma en cuenta que el tráfico de influencias para evitar la acción de la justicia es un hecho cotidiano en nuestro país; lo mismo ocurre con la custodia de los hijos donde no sólo se mueven los hilos del poder y en ambos la superioridad económica para “aceitar” los engranes de la “justicia”.
Por lo que respecta a la pensión alimenticia, también es necesario que un juez haya determinado la obligación de pagar, pero eso está todavía más lejano. Están los casos de los hijos no reconocidos en los que se debe emprender un camino jurídico para el reconocimiento de la paternidad y después el del reclamo de la pensión. Es tan tortuosa esa travesía que muchas mujeres prefieren hacerse cargo de sus hijos sin apoyo del padre.
Si ignorar la existencia de un hijo es ruin, desatender a los hijos después de un divorcio es absolutamente despreciable. Resulta difícil imaginar cómo un padre que aparentemente estableció lazos afectivos con los hijos, en cuanto deja de vivir con ellos puede ser capaz no sólo de olvidarlos sino que dejen de importarle por completo sus necesidades y su bienestar, pero son legión los que lo hacen. Este comportamiento pone en duda cualquier rastro de dignidad. Ahora sí que, si te vi, ni me acuerdo. Tratándose de sus propios hijos.
¿Cómo podría la ciudadanía confiar en alguien así? El acuerdo debería establecer con claridad que sería suficiente con que una mujer demuestre que ese aspirante a la candidatura no cumple con sus obligaciones paternas, no sólo para impedirle obtener una candidatura sino para facilitar a los hijos recibir el apoyo a que están obligados. Hasta ahora, la legislación, por ejemplo, en Oaxaca y el acuerdo del INE sólo aplica cuando se ha dictado sentencia, no cuando el juicio está en proceso.
Hace poco subí a mi página de Facebook un meme que parodia el programa de televisión “100 mexicanos dijieron”, en el que se hace una pregunta y el concursante debe atinar con las respuestas más frecuentes que hayan dado 100 personas. El encabezado dice “Excusas de un padre para no depositar la pensión”. Comenzaron a llegar respuestas de lo más variadas. “Todavía no me pagan”, “ese niño no es mío”, “no tengo mucho trabajo”, “perdón, fue una semana difícil”, “tuve muchos gastos esta vez y además me enfermé”, “con el Covid he tenido gastos y no me han pagado el dinero que desde hace tiempo me deben”, “pero si tu ganas más que yo”, “estaba enojado contigo”, “me estás cobrando por ver a mi hijo”, “a ti no te hace falta, tu puedes mantenerlos y cuidarlos perfectamente porque eres más fuerte” (dice un padre que tiene un año sin ver a sus hijos), “tengo más hijos lo sabes”. Y así, podríamos llenar páginas y páginas de excusas para no pagar la pensión alimenticia.
De esas respuestas, las que no sólo son frecuentes sino cínicas, está lo de “tú ganas más que yo”. No importa que tanto gane la madre, eso no reduce ni un gramo la responsabilidad que tiene el padre. “Estaba enojado contigo” es un argumento de lo más común, maltratan a los hijos para castigar a la madre. “Sabes que tengo más hijos” es de las excusas más despreciables, porque coloca como prioritario atender a los hijos con los que vive y los que abandonó pues… pueden esperar para comer o comprar útiles escolares, y que no se les ocurra crecer porque quién sabe si el padre aportará para ropa y zapatos.
Otro tema que se comentó, por su recurrencia, es el apoyo que reciben los padres desobligados por parte de sus madres o hermanas para evadir su obligación. Conozco de cerca un caso en el que una madre presentó ante las autoridades la demanda de pensión alimenticia. El proceso tardó muchos meses, a pesar de haber contado con el apoyo de una abogada comprometida, finalmente el juez determinó que el padre pagara 20 por ciento de su salario. La abogada apeló, con base en el salario que obtenía la madre y después de mucho tiempo logró que la pensión quedara en 30 por ciento.
El sujeto le llamaba todos los días para pedirle que le redujera el porcentaje; todos los días le pedía, le rogaba o le exigía. El acoso era tal, que la abogada le aconsejó que ignorara las exigencias o los ruegos, que por ningún motivo diera marcha atrás en algo que había costado tanto ganar. Al padre le dolía entregar el 30 por ciento de su salario para las necesidades de su hijo. Nunca consideró que 70 por ciento de su ingreso era sólo para él, mientras que la madre se las ingeniaba para atender todas las necesidades de una casa y del hijo con su magro salario y el 30 por ciento que él entregaba. Al final, como hacen muchísimos, prefirió dejar de trabajar para no pagar la pensión. Optó por trabajar en una empresa familiar, donde le pagan pero no aparece como empleado y por lo tanto es imposible comprobarle ingresos, ergo, no puede pagar pensión. Sólo el dolo de ocultar los ingresos con prestanombres debería ser castigado severamente.
Historias como esta —y peores— las hay por miles. Las leyes al respecto, pero sobre todo los procedimientos, no tienen perspectiva de género. Los procesos jurídico-administrativos en el tema deben ser reformados para que la justicia se imparta de manera más expedita, porque los niños no dejan de comer, vestirse, usar materiales escolares y —algo que muchos padres desobligados rechazan pagar porque consideran suntuario— gozar de diversiones. Ya suficiente castigo innecesario se les inflige cuando los convierten en el ring donde combaten sus padres o el daño psicológico de vivir el abandono repentino del padre como para además no poder cubrir sus necesidades básicas por la infamia machista del padre.
Del mismo modo, es urgente una reforma judicial y procedimental que ofrezca opciones accesibles a las mujeres con hijos cuyos padres huyen de la responsabilidad, porque esta vileza es uno de los fenómenos que contribuyen al empobrecimiento de las mujeres o de los hogares sostenidos por mujeres y en cuyo centro está el impedimento del derecho a decidir.
Mientras tanto, ¿va a votar? Trate de indagar sobre la vida personal del candidato al que le vaya a dar su voto. Trate de averiguar si es un padre responsable, si no tiene hijos fuera del matrimonio, si no cometió “errores de juventud” que ocultó sepultándolos en el olvido. Lo personal es político y lo mejor que podemos hacer es intentar que lleguen autoridades o legisladores con más inclinaciones a legislar en favor de los derechos de las mujeres.
@pramirezmorales