Inicio ColumnasPolítica en Tacones Cultura antipandemia

Cultura antipandemia

by Pilar Ramirez

Samara Mota es una joven gestora cultural, de carácter apacible, hablar moderado y mirada serena que se convierte en un tornado cuando habla del trabajo que realiza con su equipo en Misantla, Veracruz, donde ahora varios muros exhiben el trabajo de este grupo cultural que poco a poco ha ido cambiando la imagen de la ciudad y cuyos murales, muy atractivos algunos de ellos, ya forman parte del atractivo turístico de Misantla.

Este trabajo se ha realizado básicamente por la ganas de hacerlo, porque un puñado de personas creyó en el proyecto y ahora se ha convertido en parte importante de la ciudad. Dificultades no han faltado, como suele sucederles a los proyectos culturales, pero la participación entusiasta que nunca falta y el espíritu artístico que parece soportarlo todo han dado el empuje necesario a este quehacer nada sencillo. Sr. Venado es el nombre del grupo que se ha dado a la tarea de aglutinar a artistas plásticos, dar talleres, producir artículos como tazas, bolsas, libretas para ilustrar empastadas artesanalmente y con diseños realizados por los integrantes del grupo que se venden para obtener los recursos con los que se adquieren materiales para pintar los murales.

Mientras el trabajo de Sr. Venado ya ha sido recogido en publicaciones extranjeras, como la revista francesa Stuart Urban Art Magazine, que se distribuye en una decena de países de la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá, en el resto de Veracruz, y qué decir del país, es casi desconocido lo que este grupo de artistas plásticos hace por Misantla y algunas ciudades aledañas. Esto es lo que Alfonso Martinell llamaría mejorar la marca de clase de la comunidad, con una paradoja, dado que en el extranjero se habla de Veracruz, en tanto que Veracruz ignora siquiera que existe esto en Misantla. En la mayoría de los trabajos pictóricos que ahora forman parte del paisaje misanteco destacan elementos mexicanos que se fusionan con tendencias contemporáneas, manejados con una creatividad tal que se funden con el paisaje urbano de una ciudad típica veracruzana.

Sin duda se trata de proyectos que merecen ser apoyados porque elevan la calidad turística de una ciudad pequeña como Misantla, pero ofrecen a su comunidad un nuevo paisaje en el que los misantecos se reconocen y por ello, particulares ofrecen sus muros para albergar el trabajo de los pintores que reúne a este proyecto.

El trabajo de Sr. Venado no se ha detenido, y al igual que este, a lo largo del último año de pandemia continuamente llega información a las redes de múltiples actividades culturales, muchas de ellas provenientes de las universidades, los institutos de cultura vinculados a las secretarías de Cultura federal o estatales, trabajos del extranjero que se comparten y algunos grupos exitosos de la industria cultural que se han solidarizado poniendo a disposición del público en general sus productos, como hizo durante algún tiempo el año anterior la empresa Cirque du Soleil o museos que abrieron sus puertas para hacer un recorrido virtual y dar a conocer parte de su riqueza.

Además de lo anterior, una parte muy importante de la oferta cultural que se ha ofrecido a lo largo de la pandemia ha provenido de particulares, de artistas o gestores culturales que saben por experiencia, aunque no lo expliciten, que la cultura da soporte, cohesión y mesura a una sociedad golpeada económicamente, quebrantada por la incertidumbre y el dolor que ha traído la enfermedad, el miedo, la muerte y la estulticia que hace uso político de la congoja de todo un país.

A los artistas la pandemia los tira y la creatividad los levanta, lo mismo que a los gestores culturales. En las redes se ofrecen exposiciones, talleres de todo tipo, conciertos, conferencias, conversatorios, muestras de trabajos artísticos o artesanales. Hay grupos de lectura y música, mucha música.

La cultura atiende una necesidad fundamental en la sociedad pese a que siempre se debate entre el esfuerzo de los gestores y los artistas y el reto de convocar a un público, especialmente a los jóvenes, que todavía no han encontrado el disfrute del consumo cultural.

Gracias a la virtualidad en que vivimos ahora, podemos rescatar esta dimensión social de la cultura que nos permite reconocer lo diverso tanto de nuestro entorno como reconocer la diversidad más allá de los horizontes acostumbrados. Este acceso universal que ahora se comparte de manera interpersonal o en grupos en las distintas redes nos adentra en la multiculturalidad e interculturalidad en la que vivimos y la inmediatez con que se comparten los productos culturales nos aproximan a la transculturalidad porque la fusión entre la tradición y la modernidad se vive ya como algo natural.. Y lo más importante, se difunde cada vez más que la cultura no es un privilegio de clase sino un derecho.

La cultura, como no puede hacerlo discurso político alguno, crea conciencia ciudadana y promueve una visión crítica. Nadie es igual antes y después de haber leído un libro, asistido a un concierto, escuchado a un grupo con instrumentación de concierto con un repertorio de música popular, haber leído una cita literaria o descubierto a un pintor al que no se había tenido acceso antes. Esto se observa en las confrontaciones que se producen en las redes. Si alguien osa repetir una opinión basada en datos falsos, erróneos o sólo repite el dicho de algún personaje mediático, inmediatamente recibe una réplica con datos obtenidos de fuentes más fidedignas que refutan las afirmaciones bien construidas pero mal fundamentadas. En este sentido, la horizontalidad de las redes es una virtud. Más allá de la discusión del control que se ejerce a través de ellas, pues se trata de un control del sistema que siempre encontrará grupos contrahegemónicos, precisamente como los que promueven la cultura y generan la capacidad de participar críticamente.

Esta movilización de la cultura también se ha producido por la precarización que ha generado la pandemia, pero los artistas están descubriendo nuevas maneras de aprovechar las redes. Algunas de las iniciativas culturales se cobran y existe público para ellas. Por la naturaleza de ciertas actividades, se difunden en redes y se realizan presencialmente en grupos pequeños, como los talleres de música, de laudería, de bordado tradicional o de encuadernado artesanal.

Los artistas y los gestores culturales, institucionales o particulares, han realizado por todo el país una tarea admirable para soportar la pandemia, labor que ha sido poco reconocida pero fundamental para que nuestra sociedad no se caiga a pedazos. Todos los que utilizamos las redes podemos identificar, y ahora, reconocer ese esfuerzo. Lo más digno que podemos hacer es apoyar ese trabajo de gestión cultural y de creatividad que nos provee de disfrute estético y valores éticos sin pretensiones de aleccionar.

________________

Tacón alto: Por cierto, al Sr. Venado le vendrían bien unos cuantos galones de pintura. Búsquenlo en Facebook si tienen a bien ayudar.

@pramirezmorales

también te podría interesar