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Réquiem para una Dama

by Nora Guerrero

Estimados lector-lectora, ya le ha platicado de mi planta Dama de Noche. Es joven, de unos cinco o seis años y cuatro metros de altura -la altura promedio de esta especie-. El pasillo donde están colocadas las macetas, termina con un alto enrejado de rombos que sirve de protección. Por él se filtra la luz del sol, el aire, el agua de lluvia y en él se apoya la planta para no caer. Por los rombos, la planta echa sus hojas alargadas para expandirse, por lo que algunos botones quedan en el exterior.

Desde mi habitación, que está en segundo piso y queda precisamente arriba de ese pasillo, puedo ver algunas plantas y mi Dama de Noche. Cuando mi planta comenzó a dar sus níveas y espectaculares flores -en los años 2017 y 2016-, las contemplaba desde ahí, les sacaba fotografías y las disfrutaba enormemente, pero también bajaba de tanto en tanto a ver la flor pues sabía que al otro día, a las primeras horas, ya habrían cerrado.

Esta primavera la planta ha dado cuatro botones, hace dos días que abrió la primera, salí a verla, como siempre, para darle la bienvenida, disfrutar su belleza, aspirar su tenue aroma…pero, tenía que dormir. Subí a mi cuarto y, como otras veces, desde mi ventana me asomé a verla y fotografiarla hasta que pensé que me volvería a desvelar y que mejor podría cortarla y mantenerla cerca…Y ahí comenzó el conflicto: cortarla, significaba ponerla cerca de mí para disfrutarla, hablarle bonito, besarla, hacernos compañía, peeero, también significaba arrancarle su, ya de por sí corta vida; impedir que terminara su ciclo de manera natural. Consulté a mi hija y me animó: “Pues disfrútense” -dijo-. Y lo hice, con reservas, pero lo hice. La coloqué cuidadosamente en un violetero y le puse suficiente agua. Pasadas las tres de la mañana desperté y me llevé la sorpresa de que mi flor se había cerrado…¡Cuánta pena me dio el suceso!

Cierto es que de no haberla cortado, a la mañana siguiente la flor habría estado cerrada de todas formas, pero, por lo menos, habría vivido unas horas más. Me sentí muy mal, pues, por querer poseerla para mí, le acorté la vida y a ella no la disfrutó la noche, ni  el aire, ni el firmamento, que son los que siempre se llevan la mejor parte.

Mi cruda moral no terminó allí, sino cuando pasada la mañana, la saqué del violetero y grande fue mi sorpresa: en el momento en que la levanté, salió de ella un líquido espeso y transparente, es el que le daba vida y energía para mantenerse abierta, erguida durante toda la noche: la savia que nutre, su fluido vital.

Dura lección que aprendí. Alguna razón tiene la madre naturaleza para que el cactus epífito de nombre Epiphyllum oxypetalum -nombre científico de la Dama o Reina de la Noche, tuviera la particularidad de abrir por unas cuantas horas y cerrar antes de que asome el sol en el horizonte. Humana necedad mía de querer disfrutarla de manera exclusiva. Aunque he de aclarar que si no la veo yo, no la ve nadie -por la posición y lugar en que se encuentra-, a menos que la alguien pudiera observarla con catalejos (binoculares).

Ahora espero con calma la apertura de mi próxima flor -creo que será hoy- y seguramente mañana abrirá otra y en dos o tres días abrirá la cuarta. Mi planta es casi rala, es decir, no muy abundante, sin embargo, da flores preciosas como la que más. Cuando pase esta temporada de florear, la trasladaremos Lulu -mi querida ayudante- y yo a una maceta más grande, con tierra negra, con un sustrato adecuado que facilite el drenaje rápido. Le pondremos fertilizante para cactus y seguramente se pondrá más vigorosa y tendrá una mejor vida. ¡Lo prometo! [email protected]

 

 

 

 

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