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Flores, flores, flores

by Nora Guerrero

A Charito se la presenté en junio del año 2016 cuando conocí su hermoso estacionamiento todo cubierto de plantas y flores. Se llama Jade, haciendo alusión al color de las plantas, los árboles y arbustos que le dan una personalidad única. El lugar es original, con lustrosos pisos y arcos a la entrada, grandes macetas con anturios y esbeltas plantas  que le dan la bienvenida. Se valora aún más porque se encuentra en el mismísimo corazón de la ciudad, en la calle Juan Soto. Y no corro comercial, no es mi objetivo ni mi estilo, pero sería bueno que lo visitara, sólo por el placer de deleitarse la vista y sentir el frescor, en el mismísimo centro de esta ciudad hermosa: Xalapa, Veracruz, México.

Cuando Charito y su esposo compraron su casa, ésta no tenía jardín. Decidieron remodelarla y uno de los principales objetivos era crear sus jardines al frente. Ahora éstos tienen 11 años y son un deleite a la vista, al olfato…al espíritu, diría yo, porque cambia el ánimo ver jardines floridos, tratados, cuidados. ¡Vamos, que no son figura decorativa sino parte esencial de la casa y de la vida de las personas!

Una vez franqueando la puerta, uno se encuentra con la vista de una escalera flanqueada por palmas, largos anturios, helechos, cuernos de alce, aralias, heliconias y otras, sembrados en suelo. Sobre los escalones, en maceta, arbolitos de la abundancia en formas caprichosas, variedades de suculentas, aves del paraíso, orquídeas y una larga hilera de macetas floridas. La vista no se esfuerza para llegar a la barda perimetral, cuya   orilla superior se reviste de plantas y jardineras y, a media barda, se yerguen grandes hojas de esqueleto, colios, plantas elegantes, espárragos, hojas de plátano y más.

El otro sitio que posee esta pareja es el “Jardín Campestre Gardenia” en el Cerro de Porfirio Díaz, actualmente Cerro de Contreras, cerca de la carretera Banderilla-Jilotepec. Hace un tiempo pasamos varias horas contemplando la belleza y abundancia de una vegetación muy bien cuidada. Ahí encontramos plantados en suelo crotos, maguey de ornato, teléfonos, begonias, anturios, ramo de novia, papiro, heliconias como la “trenza de la india”; floripondios de flores amarillas, blancas y rosas, zebrina y una nochebuena tan grande que parece árbol.

En maceta, lucen las rosas y camelias, fornio, monstera oblícua, helechos, flor de mayo, dendrobiums, symbidiums, orquídeas catleyas, dos naranjos chinos, palmas, esqueleto de caballo, dracenas, patita de conejo, majestuosos cuerno de alce…

Entre los árboles destacan las cortinas conformadas de hayas, pinos que dan frondosas bellotas y de bambú; nuez de macadamia, árbol de laurel… El día que conocí este paraíso, metido en poco menos de una hectárea, que escuché la narración de Charito que se sabe la historia de cada planta, de cada árbol y de cada flor, sentí lo que es la fuerza de amar a la naturaleza, de que ella sea un motivo en la vida. Conocí plantas que fueron encontradas pisoteadas y maltratadas, salvadas de una muerte segura por las manos de Charito. También conocí a otros participantes del Concurso de Fachadas Floridas -de tan grato recuerdo- que salvaron no sólo plantas sino animalitos heridos o maltratados.

Para despedirme por hoy, le comparto esta poesía que me envió mi invitada de hoy, Charito Hernández. Es del poeta puertorriqueño Manuel Fernández Juncos

 

Oculta en el corazón

de una pequeña semilla,

bajo la tierra, una planta

en profunda paz dormía

 

-¡Despierta!- el calor le dijo.

-¡Despierta!- la lluvia fría.

 

La planta, que oyó el llamado,

quiso ver lo que ocurría.

Se puso un vestido verde

y estiró el cuerpo hacia arriba.

 

De toda la planta que nace

esta es la historia sencilla.

 

 

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