Dado el poder hegemónico que tiene ahora Morena, se suele decir que es el nuevo PRI.
En los hechos, vamos viendo que, en efecto, ha caído en los mismos vicios y las viejas prácticas que el otrora partido en el poder.
Hay, sin embargo, algunas diferencias que todavía salvan al partido guinda y una de ellas la vemos en Veracruz.
El senador Manuel Huerta mantiene la actitud crítica y autocrítica que lo ha caracterizado, independientemente de que algunos o muchos de su partido no estén de acuerdo con él.
Ahora, acaba de alzar la voz y emitir un duro juicio, demoledor: califica a su partido como un partido de “tremendos delincuentes”. También dijo de arribistas, pero al lado de lo otro, ese es mal menor.
Ocurrió con motivo del registro de aspirantes a candidatos a presidentes municipales, que no pasó por ningún tamiz.
Llamó la atención (por lo menos al columnista le llamó la atención) que ni la propia lideresa política de Morena en Veracruz, Rocío Nahle, se reservó el derecho de admisión de una buena cantidad de oportunistas que nada tienen que ver con la mística de la 4T.
Es cierto que el proceso y la respectiva convocatoria lo manejan desde la dirigencia nacional, pero así como ella puso una aduana para que no pasen los Yunes-Linares-Márquez, bien lo pudo haber hecho con otros para proteger la “pureza” de su partido en el estado que gobierna.
En un primer comentario que hice, consideré que permitieron la coladera porque no se consolidan como partido, no tienen estructura humana propia y por lo tanto suficientes aspirantes surgidos de sus filas, de ahí que necesitan vejigas para nadar.
Otra consideración puede ser que en Veracruz no tienen cómo lograr que miles se afilien y engruesen una buena cuota que puedan aportar para que Morena alcance este año la meta que se ha fijado de tener un padrón de 10 millones de militantes en todo el país, y pensaron en aprovechar a los aspirantes, que según llegaron a cinco mil, para que se afilien en forma voluntaria, ahorrándoles, de paso, el trabajo de salir a buscarlos y convencerlos.
Pero, decía líneas anteriores, la actitud de Manuel Huerta, por lo menos hasta ahora, les lava la cara. Prácticamente es la única voz que no está sometida y que dice lo que ve y piensa. Nadie más se atreve a hacerlo.
En el PRI era impensable la autocrítica
En los días de esplendor del PRI eso era imposible. Cualquiera que alzara la voz, criticara o autocriticara a su partido, las decisiones cupulares, pagaba cara su rebeldía. Se le silenciaba bajo presión o de plano tomaban represalias en su contra y se le aislaba. Si tenía un cargo administrativo se le cesaba en forma fulminante y si disfrutaba de un cargo legislativo, se le congelaba, como sucedió en 1970 con el famoso caso “el arriolazo” (en ese tiempo, el otro gran caso fue “el carbonelazo”).
Mejor que nadie lo cuenta Alfredo Bielma Villanueva (quien por fortuna vive, goza de buena salud y publica en varios medios), cuyo testimonio tiene un gran valor histórico porque él vivió el caso desde dentro: era entonces, muy joven, el secretario particular del entonces gobernador Rafael Murillo Vidal.
Resulta que en ese 1970, el profesor Rafael Arriola Molina, cuenqueño, quien había sido impuesto como dirigente estatal del PRI y candidato al Senado por Murillo Vidal, imprudente para aquellos tiempos políticos, ya siendo senador electo se atrevió a hablar con la verdad.
Transcribo a Bielma (“El ‘arriolazo’”): “… la gota que derramó el vaso fue una declaración que le hizo el profesor Arriola al periodista José Luís Hernández Sosa, corresponsal de El Dictamen y de Excelsior en Xalapa, en el sentido de que la Federación era un pulpo que se llevaba las ganancias de la explotación petrolera y no redistribuía con justicia los recursos fiscales entre los estados de la Federación. La declaración fue publicada destacadamente en el diario Excelsior de la Ciudad de México, con la correspondiente secuela política.
“El día de la publicación, Arriola Molina, desde Martínez de la Torre, se comunicó telefónicamente con José Luís Hernández Sosa para pedirle que hiciera una rectificación de lo publicado en el sentido de que él no lo había expresado tal cual se publicó. Preocupado por verse involucrado en este enredijo y no deseando hacer la enmienda correspondiente, Hernández Sosa consultó acerca del asunto con el ex presidente Ruiz Cortines, quien residía en el Puerto de Veracruz y este, entre otras cosas, le expresó: ‘Lo que dijo Arriola es cierto, sólo que lo hizo al cuarto para los doce y no a las doce y cuarto’”.
La declaración molestó al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien congeló a Arriola y nunca pudo rendir protesta en el Senado (durante una gira por el norte del estado, en un receso, Hernández Sosa, QEPD, me platicó que cuando Arriola lo ubicó en Martínez de la Torre –entonces existían solo los teléfonos fijos en algunos hoteles y restaurantes y en unas cuantas residencias particulares– y pudo hablar con él, le empezó a gritar: “¡José Luis, ya me rompiste la madre!” y le exigía que se desmintiera. Nunca lo hizo. Las veces que pude ver a Arriola después, siempre creí que vivía frustrado, amargado).
Como se advierte, si Manuel Huerta hubiera dicho como militante en tiempos de esplendor del PRI la verdad que dijo de Morena, su partido, de que ha recogido y admitido verdadera escoria política al grado de “tremendos delincuentes”, lo hubieran mandado colgar de la entrepierna en plena Plaza Lerdo.
El viernes pasado, en Coatzacoalcos, la tierra adoptiva de Rocío Nahle, calificó a algunos aspirantes a candidatos a presidentes municipales de Morena como “tremendos delincuentes” y “arribistas”, que intentan aprovecharse del “movimiento”. Señaló un caso concreto, aunque en forma indirecta, que sin necesidad de dar nombre a los reporteros no les costó identificar de quién se trataba: Fredy Ayala, exalcalde de Sayula y ahora pretendiente por Acayucan.
“Ahora veía un video de un cuate aquí cercano que fue alcalde de una ciudad importante, pero chiquita, y anda con su vaquita ahí, pero tiene muchas vacas, o sea, si ya mal gobernó un municipio, lo robó y sabrá Dios qué más cosas hizo, ahora se apunta para irse al municipio de al lado, que está más grande. No, pues va acabar dueño del hato ganadero del sur de Veracruz este cuate”.
“Yo digo no vayan con la fiscalía, vayan con el paletero de la esquina a preguntar quiénes son los que se están apuntando y les van a decir quiénes son, porque se están apuntando verdaderos casos que no hay que ni siquiera ir a denunciar”, aunque, según Manuel, los “va a salvar el pueblo”. Mmmjú.
También denunció que por falta de “liderazgos sólidos” (en clara alusión a Esteban Ramírez Zepeta, el dirigente estatal), no hacen caso al llamado de la presidenta Claudia Sheinbaum y de la gobernadora Rocío Nahle para impedir el nepotismo y la herencia de las alcaldías.
“Hace días la presidenta hablaba de que vamos a legislar para impedir el nepotismo, que los familiares quieran llegar al cargo, pero aquí no les hacen caso, aquí veo casos no lejanos donde el hijo del que ya es alcalde quiere ser” (se tomó como alusión a Ramiro Alemán Alor, hijo del alcalde de Chinameca, Ramiro Alemán Valencia, y a Bladimir González Martínez, hijo del alcalde de Tatahuicapan, Eusebio González Hernández).
En realidad, la lista es larga y extensa a lo largo del estado. El valor de la denuncia de Manuel Huerta es que no solo es militante y senador de Morena, sino que fue dirigente estatal y conoce como pocos, o mejor que nadie, su partido, por dentro y por fuera, y sabe muy bien lo que dice.
No hubo respuesta inmediata, ni la ha habido hasta ahora, de la dirigencia que encabeza Ramírez Zepeta, ni de la gobernadora Nahle tampoco. Dado el poder avasallante que tiene Morena, los veracruzanos, pues, muchos, si bien no todos, estamos en riesgo de quedar en manos de alcaldes morenistas “verdaderos delincuentes”. ¿Por eso no es prioridad remover a la fiscal Verónica Hernández Giadáns, para que los proteja?