Inicio ColumnasRuta Cúltural LAS OLIMPIADAS LITERARIAS: EL PARÍS DE FRANÇOIS RABELAIS. (III)

LAS OLIMPIADAS LITERARIAS: EL PARÍS DE FRANÇOIS RABELAIS. (III)

by Jose Miguel Naranjo Ramirez

“Gargantúa y Pantagruel: tercera parte.”    

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

En esta tercera parte de la considerada primera novela europea, Rebelais ya se presenta como autor de la misma ante sus lectores. E incluso, en el proemio del apartado el escritor francés aclara que algunas partes de sus dos entregas anteriores fueron modificadas por gentes de mala fe y se compromete a enmendar esos capítulos que tanta crítica e incomodidades provocaron en los lectores de la época en que fue publicada la novela. Se nota que esta aclaración Rabelais la hace ya sea por cierto miedo, precaución o estrategia para primero no ser censurado y, segundo, para poder seguir publicando los siguientes capítulos de su magna obra. En el futuro algo parecido le sucederá a Cervantes con su inmortal Quijote. Desde una posición personal, considero que la actitud de Rabelais fue por mera estrategia, porque en esta tercera parte no abandona su espíritu crítico, burlesco, irónico, y sigue tratando temas importantes de manera valiente que en su tiempo difícilmente podrían ser abordados desde esas perspectivas. En los siguientes capítulos Pantagruel regresa a ser el protagonista central, es decir, una vez terminada la guerra que sucedió en la segunda parte donde Gargantúa es el personaje principal, Pantagruel retoma el papel y continuamos conociendo su vida, hechos, sucesos y aventuras.

Si en las anteriores entregas nos encontramos con un sinfín de temas como las guerras, reflexiones filosóficas, historias fantásticas, ahora el tema que abarca casi todo el libro tercero es el matrimonio. Sí, Panurgo desea casarse, mas no se decide porque tiene miedo a que en un futuro no muy lejano sea un “cornudo”. Por ese motivo consultará a su amo Pantagruel si debe o no casarse. Al inicio Pantagruel no muestra alguna postura a favor o en contra del matrimonio, escucha todas las opiniones de Panurgo, las favorables y desfavorables. Aquí el lector se podrá imaginar por experiencia propia, según sea el caso, el difícil problema a resolver consistente en si es mejor vivir como soltero a matrimoniado. El miedo central de Panurgo es el ser engañado, pero, al momento que medita sobre las formas en que los casados se tratan, conviven, los cambios naturales que exige e impone la dinámica del matrimonio, le causan más temor. Empero, por otra parte, afirma que la cosa larga ya no puede vivir sin encontrar su agujero y eso lo impulsa al matrimonio, así que no dejaba de insistirle a Pantagruel que le diera su veredicto, a lo que Pantagruel contestó:

“–También –respondió Pantagruel –en vuestras proposiciones hay tantos síes y peros que no soy capaz de resolver ni decir nada. ¿No estáis seguro de lo que quieres? El punto principal existe: todo lo demás es fortuito y depende de las fatales disposiciones del cielo. Nosotros vemos a numerosas gentes tan felices en este encuentro, que en su matrimonio parece relucir alguna idea y representación de las alegrías del paraíso. Otros son tan desgraciados en él, que los demonios que tienen a los ermitaños en los desiertos de Tebaida y Montserrat no lo son más. Conviene lanzarse a él a la aventura, con los ojos tapados, bajando la cabeza, besando la tierra y recomendándose a Dios por lo demás, si uno está decidido a hacerlo. Otra seguridad no sabría os daros.”

La actitud de Pantagruel incita más dudas en Panurgo, entonces, Pantagruel le propone que abran un verso de la Eneida de Virgilio al azar, y que sea el contenido del verso el que le presagie si debe casarse o no. Abrieron el libro y se hallaron con el siguiente verso: “No fue digno de la mesa del Dios, no halló lugar en el lecho de la diosa.” Pantagruel le interpretó el verso señalando que no favorecía a su idea de casarse, que tarde o temprano su futura mujer lo haría un cornudo. Panurgo no aceptó la interpretación de su amo. Esto provocará que Pantagruel le aconseje resuelva sus dudas a través de los sueños, Panurgo acepta, a los pocos días le platica a su amo lo que soñó y resulta que para Pantagruel el sueño tampoco era favorable. Panurgo rechaza el dictamen, hay una actitud de necedad en él, lo fácil sería casarse y ya, pero él temía ser víctima de la infidelidad.

Pantagruel le sigue sugiriendo opciones que debe consultar Panurgo para decidir la cuestión planteada. Le recomienda visite a una sibila de Panzoult. Las sibilas son personajes que conocemos desde la mitología griega. Ellas no son brujas o hechiceras, son adivinadoras y sus veredictos se los inspiran los dioses. El dictamen que le dio a Panurgo fue negativo, si se casaba sería un cornudo. Por supuesto que Panurgo la tachó de bruja, amiga del enemigo fatal…Pantagruel pacientemente continúa recomendado a Panurgo más procedimientos de investigación, uno de los procedimientos más amplios fue cuando convocaron a un cónclave para resolver el dilema a una sacerdote, un médico y un filósofo. La asamblea matrimonialista inició con la presencia y exposición del sacerdote, al inicio hay una amplia discusión sobre si los males que nos aquejan son permitidos o en su caso causados por Dios, o sólo son consecuencias de nuestras actitudes, dejando esta discusión interesantísima aun lado, el padre Hipotadeo le aconseja a Panurgo se ponga en las manos de Dios para encontrar a una mujer que no lo vaya a engañar:

Ahí encontraréis que nunca seréis cornudo, es decir, que nunca vuestra mujer será ribalta, si la escogéis nacida de gentes de bien, instruida en virtudes y honestidad, no habiéndose relacionado ni frecuentado compañía que no fuera de buenas costumbres, amando y temiendo a Dios, amando complacer a Dios por fe y observancia de sus santos mandamientos, temiendo ofenderle y perder su gracia por defecto de fe y transgresión de su divina ley, en la cual se prohíbe rigurosamente el adulterio y se ordena adherirse únicamente a su marido, quererle, servirle y amarle totalmente después de Dios. Para reforzar esta disciplina, vos, por vuestro lado, la entretendréis en amistad conyugal, continuaréis en cortesía, le mostraréis buen ejemplo, viviréis púdica, casta y virtuosamente en vuestro hogar, como deseas que ella a su vez viva: porque así es considerado bueno y perfecto no el espejo más adornado de dorados y pedrerías, sino el que verdaderamente representa las formas objetadas. Asimismo, la mujer más de estimar no es la rica, bella, elegante, procedente de noble raza, sino aquella que más se esfuerza, con la ayuda de Dios, en formarse en buena gracia y conformarse con las costumbres de su marido.” Panurgo reconoce que la exhortación del religioso es irreprochable, pero que ésa mujer que describe ya no existe: “¿Pretendéis que me case con la mujer fuerte descrita por Salomón? Ésa murió, sin duda alguna. No la veo por ninguna parte.”

     Ahora toca el turno al médico. El galeno lo primero que afirma es que casi resulta imposible que un hombre casado en algún momento no sea un cornudo. Y que, lo mismo sucede con las mujeres, casi todo hombre engañará a su mujer. Refiriéndose a las mujeres, como es el caso de la investigación, el médico argumenta: “Así son todas las mujeres: Ya que la naturaleza ha colocado en lugar secreto e interior de su cuerpo un animal, un miembro, del cual carecen los hombres, por el cual algunas veces son engendrados ciertos humores salados, nitrosos, boricosos, acres, mordicantes, lancinantes, amargamente cosquilleantes, por cuya picazón y agitación, (ya que este miembro es muy nervioso y de viva desazón), todo el cuerpo se altera en ellas y todos los sentidos se consumen. De manera que si la naturaleza no les hubiera rociado la frente con un poco de vergüenza, las veríais correr como locas detrás de cosa larga…Por consiguiente, no os asombréis de que nos hallemos en peligro perpetuo de ser cornudos, nosotros que no siempre poseemos con qué pagar y satisfacer su apetencia.”

La sensación de desánimo por lo expresado por el médico fue penetrante en Panurgo. Despidió al doctor y recibió con mucha emoción al filósofo. Panurgo le realizó la pregunta tal como a los demás consultados, el filósofo ante cada pregunta, hacía otra pregunta, además, no tan sólo enredaba la cuestión si debía Panurgo casarse o no, sino que su lenguaje se mostraba inconexo, rebuscado, oscuro, en ese instante se unió a la reunión Gargantúa y al escuchar al supuesto sabio, manifestó: “Verdaderamente, en adelante, se podrán coger los leones por las melenas, los caballos por los crines, los toros por los cuernos, los búfalos por el hocico, los lobos por la cola, las cabras por la barbilla y los pájaros por las patas, pero a los filósofos ya no se los cogerá por las palabas, adiós, mis buenos amigos.

Prácticamente el filósofo acabó con el cónclave. De quien se esperaba la claridad en las ideas, sólo salieron palabras inconexas, términos incomprensibles, ideas difíciles de asimilar para el mismo expositor. Pantagruel le propuso a Panurgo acudiera con un loco, cosa que hizo, la tercera parte concluye sin resolver la cuestión. A mi parecer, lo planteado por el sacerdote deriva en el ideal inalcanzable, lo más realista es lo exteriorizado por el médico: aceptar que la falibilidad humana es enorme y que debemos esforzarnos por tratar de errar lo menos posible, pero que la posibilidad del yerro ahí siempre estará…Panurgo y Pantagruel por ahora seguirán sus aventuras siendo solteros, la historia continúa.

 

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