Por estos días, releo Santa Anna. El dictador resplandeciente, de Rafael F. Muñoz.
En el capítulo segundo, dedicado al Imperio mexicano, narra cómo Agustín de Iturbide, proclamado nuevo emperador, pretende formar su casa a imitación de los soberanos de Europa. Los sucedidos se refieren al año 1822.
Iturbide reparte entonces títulos, no podría ser de otra manera. Transcribo, textual:
“A su padre, don José Joaquín, le otorga el título de Príncipe de la Unión. A su hijo mayor, Agustín Jerónimo, Príncipe Imperial y Heredero del Trono. Todos los hijos nacidos y venideros, príncipes. Todos, altezas. Doña María Nicolasa, su hermana, como de sesenta años, se convierte en Princesa de Iturbide”.
Más adelante, Muñoz recuerda que antes de la proclamación del Imperio, Iturbide propone a la Junta Provisional gubernativa que decrete la creación de la “Orden Imperial de Guadalupe, para premiar los servicios hechos a la nación en todos los ramos.
Para obtener tal distinción no exigían pruebas de nobleza, pero sí “gozar del concepto público”.
Una de las condecoraciones, la principal, era la de los “Grandes Cruces”, que, lógicamente, se agandalla Iturbide: “Se lleva una su padre, otra para cada uno de sus hijos, otra para su suegro…”.
Me llama la atención cómo este actor clave de la Independencia de México fue el que instauró también el nepotismo en los gobiernos del México independiente.
Desde entonces, 202 años después, ese rasgo cultural se mantiene vivo y ni siquiera el gobierno de “nosotros no somos iguales” pudo mantenerse ajeno a la práctica.
Hoy, un día sí y otro también, los escándalos de los hijos del presidente Andrés Manuel López Obrador, José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo Alfonso, hijos de su primer matrimonio, cobijados por el poder, están a la orden del día.
El gobierno de la 4T en nada difiere del nepotismo que caracterizó al gobierno priista de José López Portillo con su hijo José Ramón ni al panista de Vicente Fox con sus hijastros Manuel, Jorge Alberto y Fernando, en especial el primero, hijos de su segunda esposa Martha Sahagún.
Y el gobernador, Cuitláhuac García Jiménez, tampoco se sustrajo a ese ejercicio. Los medios han documentado cómo incluyó en su gobierno y dio todo el poder a su presunta medio hermana Dorheny, así como a su presunto primo Eleazar Guerrero, quien a la vez incorporó a sus hijos.
Pero también se publicaron detalles como el de su hermano Tonatiuh quien recibió apoyos en equipo y en efectivo de Radiotelevisión de Veracruz y de la Secretaría de Turismo para producir y promocionar producciones audiovisuales suyas.
Es cierto, no solo él lo ha hecho. Antes que él, Javier Duarte consintió que su entonces esposa Karime llenara el gobierno con toda su parentela, desde su padre el famoso “Tony” Macías, incluyendo su hermana, su sobrina y todo el que pudo.
Adentro de la administración era un escándalo los negocios que hacían y que hicieron con la fiesta de La Candelaria, de la Cumbre Tajín y del Festival de Salsa, los más jugosos, de la que salieron multimillonarios y lo que nunca se investigó.
Estamos ante la proximidad del cambio de gobierno. Ya veremos si en la campaña escuchamos el compromiso de los aspirantes a gobernar de que no caerán en la misma práctica.
Aunque, ya lo estamos viendo, de todos modos, eso luego no sirve de nada. López Obrador se llenó la bocota diciendo que ningún familiar suyo haría negocios a su sombra y ya estamos viendo todo lo que le ha permitido a sus hijos.
Santa Anna, ¿el padre del chapulineo?
Pero la lectura nos deja muy claro el hecho de que Santa Anna bien puede considerarse el precursor del político chapulinero, porque lo mismo brincaba de realista a insurgente, o viceversa.
Por ejemplo, el 18 de marzo de 1821, luego de proclamado el Plan de Iguala, en Xalapa se rebela el jefe realista José Joaquín de Herrera, porque no estaba de acuerdo con un imperio independiente, pero con un gobierno monárquico bajo Fernando VII de España.
El anciano gobernador de la provincia de la Vera Cruz, José Dávila, envía al comandante realista Antonio López de Santa Anna a combatir a los sublevados y sí, los sorprende en Orizaba y los derrota.
Pero entonces llega José Joaquín de Herrera, ya como insurgente, lo engaña diciéndole que trae más hombres que él, lo invita a sumárseles, le ofrece que conservará el grado y que incluso lo ascenderá a coronel, como también pide, además de que le ofrece el mando de los insurgentes en toda la provincia de Veracruz, y Santa Anna no lo piensa más, ¡acepta y regresa a combatir a quien lo había enviado!
De ahí viene la raíz de nuestros políticos que se brincan de un partido a otro para combatir lo que antes defendían. ¿Les recuerda esto a alguien? Pónganle nombre y apellidos.
El lujo con el que Rocío Nahle realiza precampaña
La primera campaña de un candidato a gobernador que cubrí como reportero fue la de la Rafael Hernández Ochoa, en 1974.
Enviado por el emblemático Diario de Xalapa de entonces le di la vuelta al estado a bordo de un autobús, en el que viajábamos los contados reporteros de entonces.
El político de Santa Gertrudis, municipio de Vega de Alatorre, viajaba en otro, en el que entre un pueblo y otro subía invitados para platicar con ellos.
Había un detalle que a los jóvenes reporteros de entonces no nos agradaba: nunca encendían el clima artificial del autobús en el que viajaba, por lo que en los lugares calurosos era un verdadero horno. Lo sufríamos cuando nos invitaba a viajar con él para ofrecernos alguna entrevista.
Tenía una razón: no quería enfermarse de la garganta por el cambio de clima, del frío de adentro al intenso calor de fuera. Temía quedarse ronco y no poder dar su discurso.
No había tantos caminos pavimentados como ahora. En ocasiones viajábamos en bestias o a bordo de un enorme camión de redilas, sobre todo para atravesar ríos o vados.
Hasta Miguel Alemán Velasco se usaron los autobuses, si bien a veces el candidato viajaba en camioneta, pero siempre adelante o atrás de los camiones.
No había lujos, no había dispendios. La seguridad del candidato era mínima: si acaso su ayudante personal y algunos cuantos elementos para atender lo indispensable.
Alemán, como Fernando Gutiérrez Barrios, como Dante Delgado Rannauro, quien lo sustituyó después, como Fidel Herrera Beltrán atendían a todos, escuchaban a todos, sin cerco de guaruras ni vallas metálicas de por medio.
Eran veracruzanos que atendían a veracruzanos. A Agustín Acosta Lagunes lo distinguía su puntualidad. Decía que el tiempo era de los veracruzanos.
Eran candidatos ya, no precandidatos. Pero aun así cumplieron sus recorridos sin nada vistoso. Si cabíamos, todos nos hospedábamos en el mismo hotel en el lugar que pernoctáramos.
Los veracruzanos, pues, venimos de prácticas político-electorales, de costumbres, de hábitos, de una cultura, si se quiere, del encuentro directo con el otro, ajenos al lujo y menos excesivo de un aspirante o candidato a gobernar el estado.
Porque no es de aquí, sino zacatecana, porque viene con lo que vio y practicó ya como funcionaria y desde el poder, es que Rocío Nahle, precandidata de Morena al gobierno, ofende a los veracruzanos con el lujo con el que se pasea de norte a sur y solo en cabeceras municipales.
En diciembre pasado comenté en este espacio el convoy en el que se traslada, camionetas blindadas, coches adelante y atrás para camuflar. Lo vi estacionado en la calle Enríquez, de esquina a esquina en la acera del lado de la Catedral, mientras ella asistía al informe del alcalde Ricardo Ahued.
Lo filmamos con mi hijo Toño, que andaba conmigo. Los guaruras también nos filmaron.
No comenté entonces, lo que publicó ayer jueves el diario Reforma: que la sola camioneta en la que viaja, blindada, por supuesto, tiene un costo de casi 2 millones de pesos.
Otra dispendiosa, Claudia Sheinbaum bautizó el vehículo como la “Nahle-camioneta” o “Nahle-móvil”, según publicó la reportera Natalia Vitela.
¿Cuánto cuesta todo el aparato en el que se moviliza Nahle? ¿Quién paga la ayudantía, los guaruras que la siguen, los choferes, los auxiliares, los ayudantes, la gasolina que devoran los motores de 8 cilindros, el mantenimiento de las unidades? ¿Ella, de su bolsillo?
¿Alguien se ha percatado que desde que es aspirante jamás ha mencionado la frase que supuestamente es un emblema de guerra de la 4T: primero los pobres?
Ni lo ha hecho ni lo va a hacer. Vive en una mansión en Coatzacoalcos en una zona privilegiada de alta plusvalía, muy cerca del mar, muy alejada de los pobres.
El diputado Marlon Ramírez Marín documentó gráficamente el convoy de lujo y lo subió a las redes sociales. Reforma, como debía de ser, le dio todo el crédito.
Ello aunado a todos los recursos oficiales que se están usando para apoyarla, con un descaro que sorprende, ya que no muestran temor alguno por alguna posible sanción, simple y sencillamente porque saben que no habrá porque gozan de total impunidad.
La única forma de acabar con esto es con el voto de los veracruzanos, no hay de otra. Algo se tiene que hacer, como ir a votar para evitar que llegue al palacio de gobierno.
Si la señora se comporta así ahora que solo es precandidata, ¿qué no irá a hacer si llega a gobernadora? El presupuesto público no le va a alcanzar para darse la vida de lujo que gusta y lleva, un presupuesto salido de nuestros bolsillos, del pago de nuestros impuestos.