El partido en el poder dividió sus fuerzas en partido y en poder. Así, la militancia fue marginada poco a poco del poder hasta llegar al lugar donde ahora se encuentra un grupo reducido y una militancia silenciosa y temerosa que sirve de comparsa en los momentos del espectáculo del destape.
Los enroques en el poder se hicieron entre los mismos integrantes de ese grupo, distanciados lo suficiente del partido como para parecer todo menos priistas. Nada tiene de priista por ejemplo Mikel Arriola, quien surge de la burocracia químicamente pura a una candidatura, en la cual seguramente no sabrá ni por dónde empezar para hacer ruido ante la avasallante propuesta de Morena y el Frente, en la competencia por la ciudad de México.
El PRI está en cuarto lugar en la ciudad de México y ni las artimañas de Eruviel Ávila podrán acercarlo siquiera al segundo lugar, menos con ese candidato y menos aún con ese líder estatal.
El PRI está marginado del poder. Los cambios en el gabinete del presidente mostraron que lo mismo puede alguien ser experto en finanzas y luego confesar que en Relaciones Exteriores aprenderá sobre la marcha y luego se convierte en hostess de visitas de extranjeros.
Así también otros que van de Pemex a Hacienda como si no hubiera diferencia en las actividades: sepan o no el trabajo que desarrollan es lo de menos. La escencia de este enroque de hombres y nombres se basa en el amiguismo.
El propio Aurelio Nuño lo confesó: me voy a la campaña de mi amigo Meade. El estar en el grupo del poder, es sin duda, el privilegio de intentar permanecer en él no sólo seis años más sino toda la vida.
El PRI se sabe desterrado, pero su inercia hacia los cotos de poder le impide rebelarse. Así, podemos apreciar que la sumisión del partido ante el grupo del poder resulta insultante para quienes todavía creen en este tipo de organizaciones.
Los partidos tienen vicios que se convirtieron en costumbres, y al llegar unos tecnócratas en nombre de la modernidad, su visión de la realidad del país es del color que los poderosos quieran. La militancia pasó de ser la fuerza del PRI a simples aplaudidores, con gente tan lejana en la tribuna y la campaña que no se parece a ninguno de ellos.
Si tomamos en cuenta el discurso del líder nacional del tricolor en los últimos meses vemos que se asemeja más a un grupo de choque que a una organización política de vanguardia, como dice serlo.
Los hombres del poder se autodenominan modernos aunque sus disposiciones muestren un grave retroceso. El propio Aurelio Nuño, que cuando debía aprender sobre educación ejerció la fácil práctica de la represión, actividad que caracteriza a los regímenes de derecha desde hace siglos. La reforma educativa fue impuesta con golpes y torturas contra los profesores. De los métodos pedagógicos nunca habló y cuando habló ante los niños de primaria éstos le corregían ya no cómo escribía sino cómo hablaba.
Desde su pedestal de modernidad, Nuño, el moderno, señaló que López Obrador defiende un proyecto del pasado.
El perfecto para los miembros de poder es cualquiera de los integrantes de su grupo, ellos mimos desde luego. Ante esta tormenta de elogios que inició Luis Videgaray, Nuño dijo de Meade que es un “candidato que tiene la preparación, la experiencia, la visión, la honestidad, la integridad de llevar a México a un siguiente paso”.
No hay adjetivos que se hayan escapado a la verborrea de los integrantes del grupo en el poder, respecto al candidato del PRI; sin embargo, ninguno de ellos tienen una carrera partidista que le preceda. Es una especie de candidatura independiente que se monta en el PRI para poder concursar, porque Meade, por si fuera poco, no es priista.
La distancia entre el candidato y el partido que lo postula es mayor todavía que la de Mancera al PRD; sin embargo, pareciera que al carecer de cuadros simplemente se reinventan posiciones y se reciclan funcionarios, con la única condición que no sean militantes del PRI, ni de ningún otro partido.
Si el PRI carece de cuadros el grupo en el poder también, pero éste no quiere contaminar su capilla y prefiere colocar en los lugares más insólitos a sus integrantes, como el caso de Mikel Arriola como abanderado del tricolor para la gubernatura de la Ciudad de México.
No suena descabellado pensar que personajes como Mikel Arriola nunca ha pisado el PRI, por el simple hecho de que al igual que José Antonio Meade, no es priista. Así, resulta por de más ocioso que el trabajo de Eruviel Ávila al frente del tricolor se haya centrado en un candidato no priista, casi independiente, pero con la salvedad de que forma parte del grupo en el poder.
El grupo en el poder puede echar mano de cualquier partido afín, que son la mayoría. Ahí están los senadores rebeldes del PAN que apoyan más a Meade que a cualquier otro militante de su partido, anunciando, incluso, que podrían salirse del PAN para apoyar a Meade en su camino hacia la Presidencia de la República.
Los senadores rebeldes Javier Lozano Alarcón, Ernesto Cordero, Roberto Gil Zuarth, Salvador Vega Casillas y Jorge Lavalle, forman parte del grupo en el poder, y no les importa el partido que los hizo llegar a la senaduría. Incluso amenazaron con salirse del PAN si su líder nacional, Ricardo Anaya, no reconsidera sus esquemas de selección de candidatos.
El grupo en el poder no se reconoce militantes de ningún partido, menos aún con una ideología determinada, ni parte de un proyecto político, o de una tendencia, son los pragmáticos del poder que se montan en un partido con el fin de alcanzar negocios particulares que fortalezcan financieramente a su propio grupo para preservar el poder los próximos seis años y los siguientes siglos.
El PRI y el grupo en el poder son dos fuerzas antagónicas que se reúnen en tiempos de elecciones para curar sus heridas y utilizarse mutuamente. PEGA Y CORRE. Javier Duarte de Ochoa dejó más de 500 millones de pesos en deudas con proveedores del gobierno que hasta el momento no han sido pagadas, denunció Miguel Ángel Yunes Linares, quien informó que pagará en abonos chiquitos, así que prometió que del presupuesto que tiene para 2018 se contemplará un fondo para comenzar a pagarles… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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