Cuando terminaba la ceremonia religiosa, se vino la lluvia, como un mensaje que caia del cielo en señal de aprobación por lo que había dicho el celebrado por sus 25 años como sacerdote, José Juan Sánchez Jácome.
Éste había rescatado un manuscrito medieval encontrado en Salisbury y lo había leído ante jerarcas eclesiásticos de la Arquidiócesis de Xalapa, de sacerdotes del Estado y del país.
¡Tan diferente de mí!
“Un sacerdote debe ser al mismo tiempo
pequeño y grande,
noble de espíritu,
como de sangre real;
sencillo y espontáneo,
como de raíz campesina;
héroe en la conquista de sí mismo,
hombre que se ha batido con Dios,
fuente de santificación,
pecador al que Dios ha perdonado,
soberano de sus deseos,
servidor de los tímidos y de los débiles,
que no se arredra delante de los poderosos
y se inclina en cambio delante de los pobres,
discípulo de su Señor, jefe de su rebaño,
mendigo de manos extremadamente abiertas,
portador de innumerables dones,
hombre en el campo de batalla,
madre para confortar a los enfermos,
con la sabiduría de la edad y el abandono de un niño,
en tensión hacia la altura y con los pies en el suelo,
hecho para la alegría, experto en sufrimientos,
distanciado de toda clase de envidia,
previsor,
que habla con franqueza,
amigo de la paz, enemigo de la inercia siempre fiel…
¡Tan diferente de mí!”.
Acaso quería sacudir la conciencia de sus compañeros eclesiásticos, presentes y ausentes, acaso quería refrescar la memoria por si a alguien se le había olvidado cuál debe de ser su misión evangelizadora.
Abarrotada, la Casa de la Iglesia de Xalapa, contigua al Seminario Mayor, en su centro concentraba el calor humano, que se diluía en los costados por donde, por puertas y ventanas se colaba un viento refrescante que presagiaba lluvia.
El padre Juan Sánchez, siempre comprometido con los feligreses de su Iglesia, no podía dejar de aterrizar en el ámbito terrenal, y en su mensaje brincó de Mario Vargas Llosa a Agustin Lara y al papa Benedicto XVI.
Lo escuchábamos feligreses, invitados y religiosos encabezados por el arzobispo de Xalapa Hipólito Reyes Larios y el arzobispo emérito Sergio Obeso Rivera.
“Son tiempos difíciles, complicados y de muchos riesgos”, dijo, pero agregó que también “son tiempos providenciales y formidables para vivir la fe y para ser sacerdotes”.
Interpretando el sentir de la población veracruzana, en su mayoría católica, expresó un gran deseo: “Quiera Dios que pronto comencemos a reaccionar conforme lo exigen las circunstancias, considerando la enorme deuda que tenemos con los pueblos y familias que están de luto y con la esperanza de rescatar ese Veracruz hospitalario, alegre y generoso, ese pedacito de patria que sabe llorar, reír y cantar, con el respeto debido a la letra original del maestro Agustín Lara”.
El padre Sánchez Jácome había sido objeto de un prolongado y fuerte aplauzo por el feliz acontecimiento. Luego de que el arzobispo Reyes Larios había exaltado su figura y su trayectoria, había hecho uso del micrófono.
Ofreció:
“También seguiré levantando el cáliz de la salvación por los miles de hermanos que son asesinados dentro de este clima de maldad y de violencia que ha alcanzado nuestras ciudades. Levantaré el cáliz de la salvación por los secuestrados y desaparecidos. Levantaré el cáliz de la salvación por los hermanos que en el medio oriente y en distintas partes del mundo son perseguidos y asesinados por odio a la fe cristiana”.
En clara alusión al difícil momento que vivimos en Veracruz, proclamó:
“Ante las adversidades y persecuciones que también nosotros enfrentamos tengo bien presentes las palabras del papa Benedicto XVI: ‘No tengan miedo, Dios nos ha escogido para vivir en este momento de la historia’.
Dios sabe por qué nos puso en este momento difícil para la sociedad y para la Iglesia. Por lo que no se trata de lamentarnos ni de quedarnos cruzados de brazos, sino de dar la cara por Dios y por el evangelio. Lo primero es dar la cara, no esconderla, ni encogerse de hombros. Los cristianos sabemos que no hemos recibido un espíritu de pusilánimes sino un espíritu de fortaleza y de buen juicio”.
Duras pero claras palabras, alentadoras y esperanzadoras. Una inyección de fortaleza ante la adversidad. Una sacudida para que no decaigamos.
Con la humildad que lo caracteriza, pero con la indudable radiante felicidad que lo embargaba, el padre Juan Sánchez recordó que Dios lo había llamado, se había fijado en él y lo había sacado “de entre las montañas y cafetales de Huatusco, de este pueblo de naturaleza exuberante y alma grande, como grande e imponente es su tradición, su fe, su amor a María Santísima, sus montañas y el inalcanzable San Antonio que ni la reforma litúrgica pudo remover de su sitio”.
Y pronunció: “Son tiempos difíciles, complicados y de muchos riesgos. Pero también son tiempos providenciales y formidables para vivir la fe y para ser sacerdotes”.
Todo un acontecimiento para la grey, para la familia religiosa católica de Xalapa, y ya ni se diga para el festejado. Una concelebración con un mensaje social acorde a los tiempos difíciles que vive Veracruz.
Entre la asistencia, ningún político, ningún gobernante, ni estatal ni municipal, ningún dirigente de partido ni ningún diputado, nadie que desentonara con una ceremonia de un pastor con su feligresía, cercanos y creyentes de Dios, pero distantes y ajenos a la maldad encarnada, en parte, en la llamada clase política de Veracruz. Gracias a Dios.
Creyente que soy pero poco frecuente a este tipo de ceremonias, no podía dejar de agradecer a Dios por la oportunidad de estar presente y vivir, al menos por un momento, un remanso de paz, de escuchar un mensaje, lo mismo del Arzobispo que del presbítero, mensajes reconfortantes, alentadores, esperanzadores, nada que ver con la demagogia, la promesa y el ofrecimiento fácil pero engañoso de nuestros políticos de todos los días.
Al final, un convivió en el mismo lugar de la ceremonia, rematado luego con una celebración personal de amigos periodistas como Luis Romero y Miguel Valera, éste último vinculado con la jerarquía eclesiástica de Xalapa, seminarista que fue.
El domingo, el informe de Héctor
Es un informe de cajón, anual, pero es también un informe que reviste interés especial por las fechas el la que lo rendirá el próximo domingo en el puerto de Veracruz el senador Héctor Yunes Landa.
Lo tenía programado para el sábado pero lo corrió para el domingo porque el dia 2 de septiembre el presidente Peña Nieto dirigirá un mensaje con motivo de su quinto informe de gobierno. Se trata de cubrir las formas y de no distraer la atención mediática al titular del Ejecutivo federal pero también jefe natural del PRI.
Se tiene confirmada la asistencia al acto del senador José Francisco “Pepe” Yunes Zorrilla, aliado natural de Héctor y, según me han dicho cercanos al senador oriundo de Soledad de Doblado, dirigirá un mensaje “interesante”.
Esperaremos qué tanto lo es, pero bien se puede adelantar que cualquier cosa que diga no podrá dejar de interpretarse como un mensaje de cara y alusivo al proceso electoral de 2018. Héctor, según lo que se sabe, hará hasta el último intento y esfuerzo por lograr la nominación de su partido, el PRI, para ser nominado como candidato a la gubernatura.
Acaso la asistencia de Pepe se interpretará como un adelanto de que sea quien sea el “bueno” irán unidos para tratar de recuperar el Palacio de Gobierno y derrotar lo mismo al PAN que a Morena.