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Sexo en las Rocas

by Silvia Susana Jácome

Es un gusto regresar a las páginas de Semblanza con una columna que está pensada para aparecer semanalmente y con temas relacionados con la sexualidad, la igualdad de género y la diversidad sexual.

En esta primera entrega, nuestra directora y amiga, mi querida Virginia Durán Campollo, me pide responder una pregunta que me hizo ella misma, hace ya algunos años, cuando nos conocimos en ocasión de una entrevista que me hizo, sabiendo que había iniciado mi transición como mujer trans: -¿Por qué quieres ser mujer? –me preguntó.

Una pregunta muy pertinente, dado que, en esta sociedad patriarcal, las mujeres tenemos muchas desventajas en relación con los hombres. Por qué querer ser mujer si como hombre no corres el mismo riesgo de una violación, de tocamientos indeseados, de ganar menos en el trabajo, de cuidar tu manera de vestir para “darte a respetar” y una serie de etcéteras.

Es muy cierto. Y luego de más de 15 años de vivir de ‘tiempo completo’ como mujer, he constatado los desafíos que ahora debo enfrentar y que antes –desde mi privilegiada condición de varón- no eran tema.

La respuesta es muy sencilla y está en la raíz de la pregunta: una mujer trans no elige ser mujer, lo descubre; y, en todo caso, lo que elegimos es vivir como mujeres o seguir escondidas en el clóset.

En mi caso muy personal –aunque es algo que ocurre con mucha frecuencia en las personas trans- yo descubrí que era mujer desde la infancia, pero como no había información, y como desde que nací me reforzaban la idea de que yo era un niño, tuve que esconder mi identidad.

Pero la llegada de internet me permitió saber que no estaba loca, ni enferma y, sobre todo, que no era un hombre que se vestía de mujer, sino una mujer que nació con un cuerpo diferente. Eso fue a finales del siglo pasado y luego de darle muchas vueltas al asunto, decidí iniciar mi transición a comienzos del nuevo siglo, no sin desconocer que el costo que tendría que pagar sería elevado. De entrada, renunciar a mis privilegios de varón, pero también –y acaso eso resultó ser más doloroso- terminar con 16 años de matrimonio con una mujer adorable que, de manera muy clara, me dijo: “te amo y estoy muy contenta contigo, pero si vas a vivir como mujer ya no podremos ser pareja porque no soy lesbiana”.

Podría seguir enumerando lo que perdí al empezar a vivir como mujer, pero no quiero cansarles ni, mucho menos, victimizarme; nada de eso. Lo que sí puedo decir, tras tantos años de haber salido del clóset, es que no me arrepiento, lo volvería a hacer. Y no porque ser mujer en una sociedad patriarcal sea el ideal de cualquier ser humano, sino porque, ahora sí, puedo ser yo misma; vivir en congruencia con lo que soy y no tener que reprimir ni ocultar mi identidad de género.

Y, para concluir, diré que, así como una persona zurda no elige ser zurda, una mujer trans no elige ser mujer, sólo lo descubre. Y así como para una persona zurda sería muy incómodo tener que usar la mano derecha para escribir y para muchas otras cosas, para una mujer trans es muy incómodo tener que vivir como hombre. Y ese descubrimiento –para las personas zurdas y para las personas trans- se da desde la más tierna infancia, por eso es que existen las infancias trans, pero de eso hablaremos en otra ocasión.

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En otros temas, hace unos días se canceló una conferencia que daría Marcela Lagarde –uno de los iconos del feminismo en México- en el Instituto Municipal de las Mujeres de Ciudad Juárez. La cancelación se debió a los señalamientos, por parte de algunos colectivos LGBTTTI, en relación con los discursos de odio que esta mujer ha ido propagando de un tiempo a esta parte en contra de las mujeres trans. Los grupos feministas transexcluyentes protestaron airadamente y señalaron que era un atentado a la libertad de expresión. Pudieran parecer razonable sus quejas, pero olvidan algo fundamental: la libertad de expresión no es absoluta, se debe restringir cuando atenta en contra de los derechos humanos de una persona o de un grupo de personas. Y ese fue el caso.

El propio instituto juarense publicó un comunicado en donde, entre otras cosas, señala: “Conscientes de que la participación de todas las mujeres es fundamental en el impulso de una sociedad más justa, equitativa y libre de violencia, reafirmamos nuestro compromiso con la creación de espacios en los que podamos participar con inclusión y equidad”.

Bien por el Instituto Municipal de las Mujeres de Ciudad Juárez. Si se excluye a las mujeres trans ya no podemos hablar de todas las mujeres; si se excluye a las mujeres trans ya no podemos hablar de inclusión; si se excluye a las mujeres trans, ya no podemos hablar de equidad. Y Marcela Lagarde, a pesar de las notables contribuciones que ha hecho al feminismo, ha excluido sistemáticamente a las mujeres trans.

Sigamos hablando de sexo… pero en las rocas.