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El adiós a un buen fotoreportero

by Mónica Mendoza Madrigal
  • Murió el fotoreportero Rafael Vázquez Viveros
  • Las presiones financieras que enfrentan hoy los reporteros
  • La violencia no solo es física, también es económica

Por Miguel Ángel Cristiani González

Siempre es triste enterarse de la muerte de algún conocido, pero es más aún, cuando se trata de un amigo y compañero de trabajo.

Es el caso del fotoreportero Rafael Vázquez Viveros, quien falleció este miércoles, debido a un paro cardiaco.

Conocimos a Rafa, como afectuosamente lo llamábamos todos en el medio, cuando trabajamos en el periódico Ya El Mundo Veracruzano, allá en la década de los 80.

Comprometido en sus labores, respetuoso con todos, modesto y sin protagonismos, se ganó la amistad de todos.

Vázquez Viveros se inició en el medio periodístico como camarógrafo de la televisora estatal Cuatro + (Hoy Radiotelevisión de Veracruz), en dónde se desempeñó con gran profesionalismo, para después inmiscuirse más en la actividad fotográfica, que fue una de sus grandes pasiones, además de la lectura de los clásicos de la literatura universal.

Cómo fotoreportero, laboró por muchos años en El Diario de Xalapa y posteriormente en la corresponsalía de El Dictamen, El Decano de la Prensa Nacional, hasta que cerró sus puertas hace aproximadamente seis años, en donde compartió grandes experiencias con el maestro Pompeyo Lobato Ortiz, quien fungía como jefe de la oficina de corresponsales, así como con los periodistas Melesio Carrillo, Isaul Zúñiga, Raquel Ríos, Mary Antonia Baxin, entre otros.

En los últimos años, se desempeñó como reportero del portal Acrópolis, en dónde hasta el pasado martes, de manera puntual envíó su información de lo acontecido en ese día.

Aunque el reporte del motivo de su muerte fue un paro cardiaco, es posible que también se debiera a las presiones financieras, que sufren muchos de periodistas en la actualidad, cuando gran número de medios han tenido que cerrar por la crisis en el gasto de publicidad.

En los últimos años, no solo se ha sentenciado y criticado a la prensa desde la tribuna presidencial, sino que también se ha atentado contra los medios de comunicación -que no son los favoritos del régimen- como con la mal llamada Ley de Publicidad de Comunicación Social, que todavía se está discutiendo en la Suprema Corte de Justicia por su inconstitucionalidad, al limitar a las dependencias para la contratación de publicidad.

Los ataques en contra de los periodistas nacionales y a algunos medios por parte del presidente se han incrementado luego de que no pasara la Reforma Electoral y el Plan B, dentro del que se incluye la ley de Medios de Comunicación.

Pero lo cierto es que la violencia física y psicológica no para, sino al contrario va en aumento.

México cuenta desde hace diez años con el llamado Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, aunque las agresiones y asesinatos no se han detenido. Sólo en las primeras seis semanas de 2022, cinco comunicadores fueron asesinados, el último este jueves, cuando Heber López, director del portal Noticias Web, fue acribillado en el estado sureño de Oaxaca.

Organizaciones internacionales siguen considerando al país como el más peligroso en el continente para ejercer el periodismo y el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) considera que las primeras semanas del año han sido “las más violentas para la prensa mexicana en más de una década”.

Los asesinatos han sido no tan solo de periodistas, sino también de los medios de comunicación a quienes se les ha negado la posibilidad de contratar publicidad oficial, con lo que prácticamente también se les está condenando a desaparecer, como ya ha venido ocurriendo.

La violencia no es solo física o psicológica, también es económica.

Mientras tanto, hay que esperar a que se terminen de resolver en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las impugnaciones a los cambios que se le hicieron en el Senado de la República a la Ley de Comunicación, para eliminar el absurdo artículo que establecía que las dependencias federales estatales y municipales solo podían destinar el 0.01 por ciento de su presupuesto a publicidad.

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