Inicio ColumnasPor la verdad y la confianza Si quieres conocer a una persona, dale poder (parte 2 última)

Si quieres conocer a una persona, dale poder (parte 2 última)

by Zaida Alicia Lladó Castillo

“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía.

 

Simón Bolívar (1819)

Militar y político venezolano.

 

Decía en el anterior artículo que el poder por sí mismo no corrompe, sólo contribuye a probar a los individuos ese bagaje intelectual, pragmático  y de valores éticos que cada quien ha tenido en su historia de vida… y es verdad;  sin embargo, vale la pena hacer algunas precisiones para ubicar el concepto e identificar porqué el mismo es codiciado por muchos  y afianzado por pocos.

 

El poder como definición general, se refiere al control, imperio, dominio y jurisdicción, que un hombre o grupo dispone, para concretar algo o imponer un mandato o fuerza sobre otro u otros. Es decir, el poder por sí mismo es impositivo pero puede ser visto de manera positiva o negativa, como ya lo mencionábamos en la parte 1 de este artículo.

 

Igualmente el poder puede ser formal o informal. El primero, que es definido y se sujeta a una Ley o norma escrita,- organizacional, institucional o constitucional-; y el segundo,  que surge por usos y costumbres o por normas de convivencia establecidas por los grupos humanos producto de su cultura, sin que medien reglas escritas para su implementación.

 

Este concepto, también ha sido utilizado para diferentes fines y circunstancias. De ahí que se hable del poder absoluto (que al centralizarse lleva al despotismo y el autoritarismo);  el poder constituyente (que se basa en el uso de las leyes,  constituciones y el respeto a la soberanía popular); el poder económico (que se usa para direccionar utilidades o beneficios económicos hacia quien lo ostentan y que cuando se lleva al extremo promueve la avaricia, la arrogancia y la soberbia); el poder del Estado (que establece y define las relaciones entre gobernantes y gobernados y el orden social en un territorio);  el poder político (que va, desde la facultad de un individuo de hacer valer su voluntad para elegir sus representantes, hasta el ejercicio del mismo en las instituciones políticas frente a sus opositores);  el poder gremial (que define la fuerza de las organizaciones laborales); el poder social, ( que establece la fuerza de la sociedad frente al Estado); el poder de la familia ( que determina el rigor de la disciplina de quien funja la autoridad, o el valor de esa institución frente otras formas de convivencia humana);  el llamado “cuarto poder” (que define la fuerza de los medios informativos y de los comunicadores, para crear consciencia y ciudadanía y que también puede caer en excesos) , etc.

 

Pero cualquiera que sea el contexto en que se ubique o ejerza, su finalidad siempre será demostrar fortaleza individual, grupal o institucional, para imponerse frente a otros  ejerciendo: presión, coacción, agresión  o destrucción o, contrariamente hacer valer el orden,  respeto, disciplina y eficiencia. Es decir, el poder sólo es el instrumento y para que se desvirtúe, basta que se imponga a través de una actuación que esté por encima de la ética y los valores morales, y por ende por encima de los derechos humanos.

 

En el caso del abuso del poder, es el contexto político el espacio en que más casos se dan de transfiguración de sus personajes. Es decir los individuos cambian. De ahí que se hable de personas que se “marearon con el poder”, aquellas que cuando al fin lo tuvieron, no lo aprovecharon para el verdadero fin, perdieron la oportunidad de lograr trascender por el resultado de sus actos en beneficio de la sociedad.

 

Y entonces ¿porque se ambiciona el poder político?, porque el poder político tiene asociadas todas las demás formas: la fuerza económica, social, mediática, incluso sexual, etc., y eso hace que algunas personas se sometan a la seducción del mismo. Y conforme se obtiene, no se quiere dejar, incluso puede llevar a las personas (sean hombres o mujeres) a codiciar o ambicionar de manera obsesiva hasta lo imposible. Porque la asociación incluye obtener o mantener el reconocimiento, privilegios materiales, sociales  y económicos y el aseguramiento de los privilegios del presente y para el futuro.

 

Pero ese es el riesgo en la política y algunos están dispuestos a correrlos con tal de tener poder.

 

Sin embargo, para que exista gente poderosa en extremo, es porque hay gente que lo refuerza: los sumisos, los ingenuos, los allegados, el gobierno, la propia sociedad cuando hace mutis, etc., es decir, existen-voluntaria o involuntariamente- “cómplices del poder”,  grupos que se someten por conveniencia o por necesidad, que permanecen apáticos o que son favorecidos por quien lo ostenta y pueden ser colaboradores, familiares, amistades, allegados, incluso el propio pueblo, etc.  Pero aunque el poder puede ser  asociativo, difícilmente quienes lo encabezan lo comparten. Es decir, el que usa el poder a conveniencia, usa a los demás.

 

Pero hay otros aspectos que refuerzan el abuso del poder y es la cultura del valor de lo material, de la mentira, la deshonestidad, la falta de transparencia, la opacidad, la falta de humildad, etc., que  en nuestro país en la actualidad –y debiera darnos vergüenza decirlo–se ha generalizado alarmantemente, dándose en la mayoría de los niveles y espacios, principalmente en aquellos individuos que aprovechan las circunstancias de autoridad, dígase en el : gobierno, trabajo, sectas, iglesias, familia, sociedad, sindicato, empresas, deporte, instituciones políticas, etc., para obtener a través de éstas, beneficios personales y de grupo.

 

Por eso, hoy debemos fortalecer acciones preventivas y correctivas contra el abuso del poder, primero desde la familia, la escuela y la vida en común, para que como parte de la formación de cada individuo se fomente la cultura del respeto humano, el amor al servicio y la humildad frente a los que servimos.

 

En la parte institucional y gubernamental, con controles adecuados que permitan llevar el seguimiento de la actuación de los gobernantes o representantes populares;  es decir con leyes más estrictas para denunciar los excesos y no fomentar la impunidad. Y como sociedad, organizándonos para que sea el poder social el que obligue a que se tomen las medidas correctivas a tiempo, no dejando que se eternicen los gobiernos o autoridades, corruptas,  tiranas y autoritarias que humillan o se burlan de los ciudadanos con sus estilos especiales de gobernar y que destinan a sus pueblos, al atraso y al sometimiento a base de la imposición y la fuerza.

 

Gracias y hasta la próxima.

 

 

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