Nuevamente el movimiento de las mujeres ha puesto contra las cuerdas al gobierno de la pretendida “cuarta transformación”. No solo por evidenciar lo vacuo de su discurso pseudosocial y dizque progresista, sino porque al arrinconarlo lo hizo mostrar que no tiene más respuesta a la violencia ejercida en contra de ellas –como a los demás problemas del país- que esconderse.
Y de qué manera lo hizo. El gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador decidió agazaparse de las marchas que se celebrarán este lunes con motivo del Día Internacional de las Mujeres ¡levantando un muro alrededor de palacio nacional! Con toda la carga histórica y política que las murallas de todo tipo simbolizan.
No es gratuita esta muestra de cobardía. Si a un movimiento teme el régimen de la “4t” es al de las mujeres, el único que le ha puesto cara y representa una oposición real y consistente en México. Y es que a diferencia de lo que sucede con los partidos, a ellas no las puedes descalificar ni desacreditar con la misma facilidad con la que lo hace con otros actores públicos. Por una razón muy sencilla: porque su composición es heterogénea y plural y, más importante todavía, sus reclamos son justos.
¿Qué es lo que tienen que reclamar las mujeres al lopezobradorismo gobernante? Por supuesto y hablando de la coyuntura del momento, su respaldo, cobijo y protección a un personaje indefendible desde varias ópticas, pero que desde la femenina es insostenible: Félix Salgado Macedonio, acusado de abuso sexual y violación por cinco mujeres diferentes.
Señalamientos que no son nuevos, como pretende hacer creer el propio presidente Andrés Manuel López Obrador para justificar que Morena lo postule como candidato a gobernador del estado de Guerrero, entidad en la que existe una fuerte presencia de grupos de la delincuencia organizada que, por cierto, “florecieron” en el municipio de Acapulco cuando Salgado Macedonio fue su alcalde.
Tan solo esa circunstancia tendría suficiente peso para retirar esa candidatura, a lo que el régimen se niega terminantemente recurriendo en su lugar a las más pedestres argucias de simulación para pretender convencer –sin éxito alguno- que el gobierno que iba a “transformar” y “moralizar” la vida pública del país, “atiende” las demandas de las mujeres.
Pero la candidatura de un presunto violador no es lo único que ellas tienen que reclamarle al lopezobradorismo en el poder. El promedio de mujeres asesinadas en México en este momento es de 11 al día. Durante 2020, se registraron 967 feminicidios en el país. Y tan solo en enero de 2021, 240 mujeres fueron asesinadas, de las cuales por lo menos 67 correspondieron a crímenes de odio por su género.
La rabia que suele expresarse violentamente en las marchas de mujeres está más que justificada. Y si bien hay visiones confrontadas sobre la legitimidad de atacar monumentos y edificios históricos, no hay duda que esa acción ha logrado su principal cometido: visibilizar, llamar la atención acerca de un problema sistemática y tradicionalmente ignorado, invisibilizado por el poder, sea cual sea el partido que lo ostente.
Por esa razón es que la única respuesta ofrecida por el gobierno de López Obrador –denostar a las mujeres que protestan y le echan en cara su protección a un abusador, así como levantar un muro de tres metros para aislarse y aislarlas- desnuda su verdadero cariz: machista, misógino, omiso y autoritario. Sin nada que lo diferencie un ápice de sus antecesores.
Así las cosas, mientras funcionarios del gobierno lopezobradorista como Jenaro Villamil dedicaban denodados esfuerzos para hablar en redes sociales de los feminicidios de otras épocas, o como Jesús Ramírez Cuevas que lanzaba una campaña de “apoyo” de bots y trolls para el presidente López Obrador, la creatividad de las mujeres convirtió la ignominia en un espacio para echarles en cara su abyección: la valla de la vergüenza fue adornada con flores y con los nombres de miles de mujeres asesinadas, mientras la fachada del palacio donde habita el que se cree rey incuestionable se alumbraba con la realidad del México de hoy.
En la historia de la humanidad, los muros siempre se han levantado para dividir, para separar y para enfrentar. No hay tal cosa como un “muro de paz”. A menos que la “4t” se refiera a la “paz de los sepulcros” de las mujeres mexicanas a las que se niegan a escuchar, pero cuyo clamor los persigue.
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