En varias ocasiones he tratado la anomia que vivimos en todo el país y hasta en las más pequeñas ciudades.
Anomia en ciencias sociales, es la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad.
Nuestros legisladores, la gran mayoría desconocedores de las leyes, se ufanan en crear leyes de impacto social pero que no tienen ninguna trascendencia y, como casi todas las normas creadas, ninguna se aplica.
Sabemos que el término de “anomia” proviene del griego, de: alfa privativa y de nomos ley, que significa: “sin norma”, “sin ley”, y técnicamente puede conceptuarse en dos acepciones: la primera del orden psicológico, al referirse al desorden neuropsicológico caracterizado para recordar los nombres de las cosas; y la segunda, que es la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad, que es la que pulula hasta en el más recóndito rincón de nuestro país la que opera y que, desgraciadamente impide la convivencia armónica entres los habitantes que debemos gozar de una igualdad social.
Igualdad social base para la mejor convivencia en cualquier comunidad que, hasta el presidente de la república se ha empeñado en dividir, con sobrenombres despectivos como neoliberales, neoporfirístas, contrarios, clase media, fifís, etc., siendo que precisamente por ser un país con leyes para vivir socialmente mejor, con el respeto de todos hacia todos, la posición de él siempre ha sido dividir y preferirá a los ignorantes y tener sus mascotas, que son mucho más fáciles de manipular.
La igualdad social es la característica de aquellos estados en los que, todos sus individuos o ciudadanos sin exclusión, alcanzan en la práctica la realización de todos los derechos humanos, fundamentalmente los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales necesarios para alcanzar una verdadera justicia social.
Pero desde el momento en que se pisotean las leyes o se desconocen o no se aplican, nos hace continuar en la desigualdad y en la anomia, en donde en lugar de aplicarlas layes, se informa de que, a un delincuente declarado como Emilio Lozoya, se le tiene como una especie de testigo protegido o colaborador, anunciado así por el presidente el día 17 de julio del año 2020, pero con la idea no de castigar a quienes hubieran cometido algún delito, sino de embarrar a quienes aborrece el presidente, con la invención de delitos que no se han comprobado, ocasionando la sensación del pueblo bueno y sabio, para hacer crecer su popularidad y lograr que a quienes se les inculpe falsamente, les pueda suceder lo que a Rosario Robles.
A pesar que sabemos del beneficio de las normas creadas para un mejor crecimiento social, la autoridad no las conoce. El pueblo se empeña en no conocerlas y no acatarlas, por la falta de educación, de conocimiento y de un buen ejemplo. ¿Se podrá cumplir con lo establecido por las leyes, si los gobernantes desconocen las normas legales, no las aplican y son los primeros en violarlas?
Desgraciadamente en la actualidad, las leyes están de parapeto, y se traducen a “abrazos y no balazos” con resultados funestos, en donde el crimen ha rebasado a cualquier nivel de gobierno, al grado que, la solución que encontró del gobernador de Zacatecas es: “encomiéndense a Dios”, pero de ¿las leyes y su aplicación? la respuesta del presidente es: “abrazos y no balazos”, aunque toda la ciudadanía sufra de secuestros, atracos, robos, vejaciones, al igual que los niños mueren de cáncer y se prefiere gastar en una consulta que solo la ha querido y promueve el presidente, pero su popularidad es primero ante su feligresía de mascotas .