“La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto.” – Goethe.
Vaya campañita la que se está reventando el Gobierno Federal en su afán de atajar al candidato del Frente por México, Ricardo Anaya Cortés en su intensión por alcanzar la primera magistratura del país.
Los señalamientos de orden judicial y mediáticos construidos en su contra, exhiben el terror, pero sobre todo el enconó del verdadero titiritero de la administración federal.
Y si, tras conocerse el último escandalo por supuesta triangulación de recursos en la supuesta compra-venta de unas naves industriales en el estado de Querétaro, el gobierno federal, dejó ver de cuerpo completo, al confabulador de toda esta historia.
Los rumores de un supuesto acuerdo entre el ex presidente Felipe Calderón y el actual presidente Enrique Peña Nieto, se dieron desde mediados del año 2012, cuando los analistas serios vaticinaban la debacle del régimen panista.
El acuerdo, garantizar una salida sin problemas a los integrantes del Gobierno Panista, con la salvedad de que se impulsarían todas las reformas necesarias, que desde el extranjero se exigían para propulsar el desarrollo económico del país beneficiando ante todo al gobierno de los Estados Unidos.
Así pues, la llegada de Peña Nieto, obligó a sacar de la agenda mediática el tema de la “guerra contra el narco” -principal causal de la derrota electoral-, como también, asuntos sobre supuesto enriquecimiento ilícito por parte de algunos funcionarios calderonistas.
Quizá el caso más sonado el del entonces secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, del que simple y sencillamente se dejó de hablar en la prensa nacional, y de quien se afirma, habría mantenido el contacto institucional entre el gobierno y los zares de los cárteles mexicanos.
Hasta ahí, la historia, toma cierta lógica.
Con la llegada del PRI al gobierno federal, las demás piezas del ajedrez se fueron acomodando para llegado el momento, cumplir la promesa de devolver el gobierno, en una especie de nueva transición entre los dos partidos antagónicos.
Pero algo falló.
La voracidad inimaginable de esta nueva clase política colocó al gobierno federal en una crisis de credibilidad institucional, nunca antes vista, resultado de la permisividad para realizar el mayor saqueo al erario, algo nunca antes visto en el país en un solo sexenio.
Ante ello, el juego de engaños y falsas promesas comenzó a gestarse en el circulo cercano al presidente Peña Nieto, había que mantener la imagen de que el acuerdo con Calderón se respetaría punto por punto.
Ahora bien, del otro lado del aparador, otro poderoso actor político se adelantaba a las jugadas. Carlos Salinas de Gortari, ex presidente de México, entretejía los hilos de lo que pudiera ser su regreso a la política nacional, sabedor de los errores que se estaban cometiendo al amparo del poder.
Su cercanía con el Diego Fernández de Ceballos, habría de ser el factor preponderante de todo este entramado.
Había que construir un personaje, prepararlo, dotarlo de todas las herramientas, que pudieran poner en jaque al sistema mismo.
Y así, como en su momento el mismo Salinas construyó al eterno antagónico en el personaje de Andrés Manuel López Obrador, habría que fomentar uno, que si garantizará la viabilidad de un proyecto político sin obscenas intensiones.
Es así como entra en todo este entramado Ricardo Anaya a la ecuación.
Si resulta ser cierto lo publicado este martes 27 de febrero por el afamado analista Macario Schetinno en su columna Fuera de la Caja que publica el Diario El Financiero, bajo el titulo “Es Anaya”.
El entramado se logra ver claramente.
Afirma Schettino, “pero se entiende el ataque, porque Anaya ha resultado un político espectacular. Derrotó en debate televisivo a Manlio Fabio Beltrones, logró desactivar el golpe en el Senado orquestado por Emilio Gamboa, le quitó el control del PAN a Gustavo Madero e impidió que lo recuperara Felipe Calderón, construyó el Frente por México contra todos los intentos de Peña Nieto de destruirlo. Ha derrotado a los políticos más importantes del país. Sólo le falta López Obrador.”
“El grupo más resentido por las habilidades que ha mostrado Anaya es el calderonismo, origen de las acusaciones de abuso e incumplimiento de acuerdos. Acusaciones que se derrumbaron cuando vimos en la lista al Senado a los dos contrincantes internos de Anaya, Mancera y Moreno Valle. Pero los calderonistas optaron por un enfrentamiento que sólo puede explicarse por falta de inteligencia emocional de parte del líder del grupo. La virtud de la tenacidad, que le permitió derrotar a López Obrador en 2006, es ahora necedad que incluso podría acabar ayudando a su némesis de entonces. Lozano se fue al PRI a atacar a Anaya; Germán Martínez, a ¿legitimar? a Morena, compartiendo lista con Napoleón y Nestora; Gil se retiró a la banca; Margarita, en una candidatura inútil, que no busca el triunfo, sino restar lo más posible a su actual enemigo, Anaya. Candidatura construida con firmas no del todo claras, como las obtenidas en Chiapas, por cierto.”
“Es posible que Anaya tenga flancos vulnerables que hoy no conocemos, y seguramente sus adversarios buscarán explotarlos. Está muy bien, como le decía, porque necesitamos conocer bien a candidatos y equipos. Por el momento, no veo delito, ni mucho menos algo comparable a Napoleón, Nestora, Elba o el abuso de confianza a familiares y accionistas por el que es conocido Alfonso Romo. No digamos la demencia de Javier Duarte, César Duarte, Yarrington, Borge, o la “estafa maestra”, afirma.”
“México tiene hoy dos problemas de fondo: corrupción e inseguridad. Resolverlos implica construir un nuevo acuerdo político que dé sustento a un verdadero Estado de derecho. Eso no lo va a hacer ni el PRI de los noventa ni el PRI de los setenta. Por eso tiene sentido el Frente por México, y por eso, el candidato es Anaya.”
Ahora bien, habrá que preguntarnos, ¿en verdad piensan los priistas que llegado el momento y descubierto el abismal saqueo al erario nacional el hoy candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador les seguirá respetando el acuerdo de no encarcelar a Peña Nieto y compañía?
Lo dudamos.
Quizá por ello, el encono, el enojo y la rabia contenida contra Ricardo Anaya Cortés, sabedores de que ese si desde el principio les ha cantado que no se habrá de prestar a los cochupos y rapacidades de las que ahora lo quieren acusar.
Lo que se viene será de pronóstico reservado.
Al tiempo.
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