“Friedrich Nietzsche, a 125 años de su muerte.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Cuando se concluye la lectura de: “Así habló Zaratustra”, queda muy claro que por lo menos cuatro son los temas fundamentales que aborda Nietzsche en la novela filosófica: el superhombre, la muerte de Dios, la voluntad de poder y el eterno retorno. Asimismo, la obra se compone de cuatro partes. Como se señaló en el artículo anterior[1], una vez que Zaratustra anuncia la muerte de Dios, empieza a enseñar los nuevos valores que regirán la vida del superhombre. Aquí es importante aclarar lo siguiente: el término superhombre no significa la creación de alguien poderoso, fuerte, invencible, tipo héroe mitológico. No. El término sólo designa el nuevo modelo de hombre que predica Zaratustra. José Rafael Hernández Arias, quien tradujo el libro publicado por la Editorial Gredos, manifiesta qué: “La traducción como superhombre ha provocado numerosos malentendidos. No obstante, otras traducciones al castellano como “sobrehombre” o “suprahombre” no han logrado imponerse.” Lo anterior sirve para tener muy claro que el superhombre representa la idea de un nuevo hombre que superará al hombre tradicional, para lograr crear a este nuevo hombre, Zaratustra anunciará el nuevo evangelio. Evangelio que criticará implacablemente todos los valores que han regido a la cultura occidental. Se acabó con la esperanza de una vida eterna en el paraíso, ahora lo único que importa es vivir nuestra vida terrenal, ¿cómo? Ejerciendo nuestra voluntad. No esperando nada del más allá. Aceptar la muerte como parte de la vida, lo que nos llevará a potenciar el mismo concepto de vida.
El propósito de Zaratustra se lee ambicioso, casi imposible de lograr. Empero, quizás cuando Saulo de Tarso se convirtió y empezó a predicar el mensaje de Jesús, en aquel contexto sus enseñanzas se percibían como las de Zaratustra: pura ficción, pura mitología. El tiempo pasó y, hoy las enseñanzas de Pablo y compañía son consideradas sagradas. Al extremo que el libro de Nietzsche puede parecer una locura, una blasfemia. Para el escribidor del presente artículo; ni es locura, ni es blasfemia. La obra sólo es una enorme sacudida que incita profundas reflexiones, porque fuera de la ficción que es, hay muchas verdades que saltan a la vista. En la entrega pasada se desarrolló el tema de la durísima crítica que Zaratustra le hizo al Estado. Manteniéndonos en esta línea de ideas, ahora se analizará un tema que hoy más que nunca es un mal de nuestros tiempos: el ascenso al poder de las mayorías. Citando a José Ortega y Gasset, nos centraremos en el terrible caos que representa: “La rebelión de las masas.”
Nos encontramos ya en la cuarta parte de la novela. Zaratustra se topa con dos reyes. Estos personajes se alejan de sus pueblos porque ya no son queridos. Afirman que las buenas costumbres se han perdido. Los viejos gobernantes son los responsables del derrumbamiento que hoy vivimos, porque esos viejos reyes cuando gobernaron fueron perdiendo la forma y el fondo. Nunca se saciaron de riquezas y abusos, nunca combatieron las desigualdades, mucho menos se interesaron en educar al pueblo. En esos tiempos idos los reyes coludidos con el clero anestesiaron a la plebe, la explotaron y a su manera disfrutaron de las prebendas del poder. Mas, jamás se imaginaron que la masa se cansaría y rebelaría, esta rebelión comprensible ha provocado la llegada de la masa al poder, cosa que no implica una mejora, al contrario, vivimos un terrible derrumbamiento.
“¿Las buenas costumbres? –Le opuso indignado y con amargura el otro rey –; ¿de qué estamos huyendo? ¿No es acaso de las buenas costumbres? ¿De nuestra buena sociedad? En verdad, es preferible vivir entre ermitaños y cabreros que con nuestra dorada, falsa y maquillada plebe. –Aunque se llame a sí misma buena sociedad, -aunque se llame a sí misma nobleza. Pero allí todo es falso, corrupto, sobre todo la sangre, gracias a viejas y nocivas enfermedades y a peores curanderos. Lo mejor y más querido para mí sigue siendo hoy un campesino sano, rudo, astuto, tenaz, resistente: ése es hoy el carácter más noble. El campesino es hoy el mejor; ¡y la naturaleza campesina debería dominar! Pero este es el reino de la plebe, -ya no me dejo engañar. Mas la plebe significa: confusión. Plebe-confusión: ahí esta todo mezclado, el santo y el bribón y el junker y el judío y todas las bestias del arca de Noé. ¡Buenas costumbres! Todo en nosotros es falso y corrupto. Nadie sabe ya venerar: precisamente de eso vamos huyendo nosotros. Son peores empalagosos e impertinentes, doran las hojas de la palma. ¡La náusea que me asfixia es que nosotros, los reyes, nos hemos vuelto falsos, y andamos cubiertos y disfrazados con el viejo boato amarillento de nuestros abuelos, siendo medallas conmemorativas para los más necios y los más astutos, y para todo el que hoy trafica con el poder!”
Zaratustra escuchó la platica de los reyes y se apersonó ante ellos y comenzó a hablarles: “Yo soy Zaratustra, que una vez dijo: ¡Qué importan los reyes! Perdonadme que me haya alegrado cuando os decíais mutuamente: ¡Qué importamos los reyes! Pero éste es mi reino y mi dominio: ¿qué buscáis en mi reino? Tal vez habéis encontrado en el camino lo que busco: a saber, el hombre superior. Cuando los reyes oyeron estas palabras, se golpearon el pecho y dijeron al unísono: ¡Nos han reconocido! Con la espada de esa palabra has desgarrado las densas tinieblas de nuestro corazón. Has descubierto nuestra necesidad, pues, ¡mira!, nosotros estamos en camino para encontrar al hombre superior –al hombre que sea superior a nosotros: aunque nosotros seamos reyes. A él le llevamos este asno. El hombre superior debe ser el soberano en la tierra. No hay una desgracia más dura en todo destino humano que cuando los poderosos de la tierra no son al mismo tiempo los primeros hombres. Entonces todo se torna falso y torcido y horrible. Y si son los últimos, y más bestias que hombres: entonces la chusma sube y sube de precio y, al final, habla la virtud de la chusma: ¡Mirad, yo sola soy la virtud!”
Hasta esta parte del diálogo tenemos a dos prototipos bien definidos; los antiguos gobernantes que están agotados, rebasados, destituidos, acabados en todos los sentidos y, la masa que a rajatabla ascendió al poder. Este ascenso al poder de las mayorías es un fenómeno que se concretó en el siglo XIX, pero que se viene motivando desde el siglo XVIII con las ideas de igualdad total a como dé lugar. Por supuesto que el ascenso al poder de una mayoría sin preparación está causando muchos males, porque el problema no es sólo su falta de cualidades, además, ésta masa ha arribado con cierto resentimiento social, con un espíritu violento, cerrado e intolerante. Acto seguido, pretenden imponer su pensamiento limitado como pensamiento único. Ellos creen que son el centro de la tierra y les importa un comino lo que siglos atrás enseñó Nicolás Copérnico. El propio Nietzsche a través de su profeta Zaratustra sostiene: “Hoy, en efecto, la gente pequeña se ha convertido en soberana: todos predican sumisión y astucia y esfuerzo y consideración y el largo etcétera de las pequeñas virtudes: ¡ellos son el mayor peligro del superhombre!”
Un artista nos habla con simbolismos, metáforas. Al predicar Nietzsche que el hombre debe de ser superado por el superhombre, simplemente estaba propugnando que el hombre de su época se había convertido en un ser mediocre, estancado, cómodo, adormilado, sin voluntad y que se necesitaba revolucionar el alma del hombre. Esa revolución debía sacudirlo, avivarlo y por fin comprender y aceptar el reto de mejorar su vida. La voluntad de poder va más allá de la voluntad política. Fuera de lo controvertido que pueda resultar la lectura de: “Así habló Zaratustra”, no queda la menor duda que en la actualidad el hombre moderno debe ser mejorado, porque la mayor parte de su vida la vive muy estancado, muy dominado, muy limitado, muy idiotizado.
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[1] https://puntoyaparteonl.com/2025/10/14/en-la-busqueda-del-superhombre-i/