La otra cara de la política

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Tiempo, ¿Para qué y para quién?

by Zaira Rosas

¿Cuál es la razón por la que decides leer esto? ¿Es un momento personal de esparcimiento o en realidad revisas las noticias por la necesidad de aprender y entender más? Muchas veces nos envolvemos en el ritmo del exterior y nos olvidamos de la necesidad de una pausa, de disfrutar el aquí y ahora.

En medio de una vida acelerada resulta complicado cuestionar el sentido de vida, es más sencillo juzgar a quien no avanza al mismo ritmo o quien de repente cambia todo por absurdo que parezca, sin embargo, es innegable que estamos inmersos en una sociedad de cansancio que busca desesperadamente soluciones para volver al centro.

No es casualidad que la industria del wellness esté en auge, aunque aún sigue siendo un privilegio acceder a espacios de acompañamiento emocional. Aun así, hablar abiertamente del cuidado de la salud mental sigue siendo tabú. Mientras tanto, los datos duros no mienten: en México en 2024 se registraron alrededor de 9 000 suicidios, lo que representa una tasa de 6.8 por cada 100 000 habitantes. En ese año, el 80.7 % de las muertes por suicidio correspondieron a hombres. Entre jóvenes de 15 a 24 años, el suicidio se encuentra entre las tres principales causas de muerte.

La tragedia de ver un cuerpo inerte, una joven de 20 años que se quitó la vida tras denunciar un abuso, pone cara a estas estadísticas. Más allá del sistema de salud público con deficiencias, como sociedad también fallamos al no colaborar: estamos atrapados en ritmos acelerados, nos desconectamos y menospreciamos la importancia de las conexiones humanas.

La conciencia humana es más que conexiones neuronales: existe una línea de investigación emergente que demuestra los beneficios de la meditación, de conectar profundamente con uno mismo, y de cultivar presencia. Estas exploraciones tienen raíces ancestrales —desde las culturas mayas hasta las tradiciones de India y Egipto— y apuntan a que el ser humano forma parte de un todo mayor.

En el libro La ciencia del último umbral, el autor Álex Gómez‑Marín, físico teórico y neurocientífico, invita a adentrarse en los márgenes de lo visible para examinar la conciencia, la vida y la muerte desde una nueva óptica. Su propuesta sugiere que el cerebro podría operar como filtro más que como generador de conciencia. Esta visión abre preguntas esenciales: ¿qué ocurre cuando dejamos de vivir en automático? ¿Cómo recuperamos el sentir en un mundo que favorece hacer?

Quizás ahí radica una clave: entender que la conciencia no se limita a pensar, sino a sentir y estar presentes. Vivimos en una sociedad del cansancio, como describe el filósofo Byung-Chul Han, una era donde el rendimiento y la productividad valen más que el descanso o el silencio. Pero sin pausa no hay creación, sin introspección no hay comprensión.

¿Qué podemos hacer entonces? Como sociedad, urge abrir conversaciones honestas sobre salud mental, educación emocional y espiritualidad sin dogmas. Promover espacios donde la pausa sea un acto de resistencia y no de culpa. En lo individual, podríamos comenzar por lo más simple: respirar con conciencia, observar sin juicio, reconectar con lo esencial.

Estar presentes no significa desconectarse del mundo, sino participar en él desde otro lugar: desde la calma, la empatía y la coherencia. Quizás el verdadero progreso no esté en hacer más, sino en ser más.

Porque el tiempo, al final, no es lo que pasa afuera, sino lo que somos capaces de vivir adentro.

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