La otra cara de la política

La otra cara de la política

La otra cara de la política

La otra cara de la política

La otra cara de la política

La otra cara de la política

Inicio ColumnasAstrolabio Político Cuando la tragedia se ensucia

Cuando la tragedia se ensucia

by Luis Baqueiro

“Para el hombre ocupado no hay día largo”. – Lucio Anneo Séneca.

 

Poza Rica vive uno de los momentos más duros de su historia reciente.

Las lluvias intensas, los ríos desbordados y los deslaves dejaron tras de sí un paisaje de destrucción que nadie imaginó posible. Las calles, antes llenas de vida, hoy son cauces de lodo; las casas, que guardaban risas y recuerdos, están cubiertas por el silencio de la pérdida. No hay rincón del norte veracruzano que no haya sido tocado por esta tragedia.

El desastre natural no distinguió ideologías ni clases sociales. Golpeó por igual a comerciantes y obreros, a jóvenes y adultos mayores, a familias enteras que hoy intentan recomenzar entre la incertidumbre. En medio de esa devastación, el pueblo de Poza Rica ha demostrado su temple. La solidaridad ha brotado de los propios damnificados: vecinos que ayudan a otros vecinos, brigadas improvisadas que limpian calles, voluntarios que llevan víveres, autoridades locales que coordinan esfuerzos con el ejército, la Marina, la Guardia Nacional y Protección Civil.

Es en estos momentos —cuando la desgracia pone a prueba la condición humana— cuando se mide de qué están hechos los líderes, los políticos, los comunicadores y los ciudadanos.

Y es también en estos momentos cuando la mezquindad de algunos se revela sin disfraz.

Porque mientras la mayoría limpia, reconstruye y consuela, hay quienes han optado por ensuciar la tragedia.

Uno de ellos es Emilio Olvera, ex candidato de Movimiento Ciudadano, un político que parece haber confundido la empatía con el oportunismo, y el dolor ajeno con el combustible de su ego personal. En lugar de ofrecer ayuda o sumar esfuerzos, Olvera ha decidido montar su propio espectáculo en medio del desastre, usando el sufrimiento colectivo como escenografía para su ansia de protagonismo.

Su comportamiento reciente, confrontando y agrediendo verbalmente a elementos del Ejército Mexicano, es una muestra clara de esa pérdida de mesura que lo ha llevado a un terreno peligroso: el de la provocación calculada.

 

Del político frustrado al provocador profesional

Emilio Olvera no es un desconocido para Poza Rica. Ha intentado varias veces construir una carrera política, con más ruido que resultados. Lo intentó desde distintos frentes, y cuando no logró convencer al electorado, culpó al sistema, al gobierno, a los medios, a todos, menos a sí mismo.

Su paso por Movimiento Ciudadano le dio una nueva bandera: la del “outsider”, el político que dice no ser político, que critica todo, pero que, en el fondo, añora el poder que nunca alcanzó.

Esa frustración acumulada parece haberse transformado en rencor. Y hoy, en lugar de canalizar su inconformidad hacia la acción constructiva, la ha convertido en una cruzada personal contra todo lo que huela a autoridad.

Su enfrentamiento con las Fuerzas Armadas durante las labores de auxilio no fue un arrebato emocional: fue un acto planeado.

Un intento por generar conflicto, provocar una respuesta, grabarla y luego presentarse como víctima de represión.

El guion es viejo, pero en tiempos de redes sociales, todavía rinde frutos entre los incautos.

Olvera buscó el enfrentamiento con la tropa constitucionalista, esa misma que ha estado al frente del rescate, limpiando escombros, repartiendo alimentos, levantando refugios temporales.

Mientras soldados y marinos cargaban sacos de arena para proteger colonias enteras, él levantaba su teléfono para grabarse desafiando a quienes realmente están ayudando.

El contraste no podría ser más revelador: mientras unos arriesgan la vida, otros arriesgan su dignidad por un par de likes.

 

El discurso del resentimiento

 “Cuando la tragedia se ensucia” no es solo una frase: es el retrato del oportunismo político que sigue contaminando la vida pública.

En lugar de solidarizarse con su gente, Emilio Olvera eligió usar la desgracia como tribuna, ensayar discursos inflamados y culpar a todos menos a sí mismo.

Pero el pueblo ya no es ingenuo. La ciudadanía de Poza Rica, que ha visto pasar décadas de promesas y simulaciones, sabe distinguir entre quienes ayudan y quienes posan. Y Olvera, con sus desplantes y provocaciones, ha cruzado una línea que pocos se atreven a tocar: la del respeto a las instituciones armadas en medio de una emergencia nacional.

No se trata de callar las críticas ni de imponer uniformidad de pensamiento. Se trata de entender el contexto. En medio del desastre, la prioridad no es la propaganda, sino la vida.

Y quien interfiere o agrede a quienes trabajan por salvarla, está, en los hechos, agrediendo también a su propio pueblo.

 

El contraste de los hechos

Mientras Olvera ensucia el discurso público, en el terreno la historia es otra.

La Presidenta Claudia Sheinbaum ha encabezado personalmente la coordinación federal para atender la emergencia. La Gobernadora Rocío Nahle García no ha abandonado la zona norte desde que inició la contingencia: duerme poco, recorre los municipios afectados, escucha a la gente y coordina las acciones de limpieza y reconstrucción.

El Ejército, la Marina, la Guardia Nacional, la Secretaría del Bienestar, todas las instancias federales están desplegadas en la región. Miles de elementos trabajan hombro con hombro con los habitantes.

Esa es la diferencia entre la acción pública y la agitación política.

Mientras unos suman, otros dividen.

Mientras unos reconstruyen, otros destruyen confianza.

El liderazgo se demuestra con hechos, no con transmisiones en vivo.

Y en esa medida, la figura de Emilio Olvera se empequeñece. Porque en lugar de aportar soluciones, se ha dedicado a sembrar desconfianza y ruido, disfrazando su resentimiento de valentía cívica.

Pero no hay valentía en atacar a los soldados que ayudan a tu pueblo.

No hay dignidad en convertir la tragedia en un espectáculo.

 

El costo de la irresponsabilidad

Lo que hace particularmente grave el comportamiento de personajes como Olvera es que, al desinformar y provocar, entorpecen la labor de quienes sí están trabajando. Cada minuto que un soldado pierde respondiendo a una agresión o grabación hostil, es un minuto que no dedica a rescatar, limpiar o proteger.

En situaciones de emergencia, la coordinación es vital.

Romperla por capricho o por ambición política es, sencillamente, un acto irresponsable.

Hay quienes confunden libertad de expresión con licencia para el caos.

Criticar es válido, incluso necesario, pero hay formas y momentos.

La crítica responsable busca mejorar; la crítica oportunista solo busca destruir.

Y Emilio Olvera, con su postura incendiaria, se ubica lamentablemente en el segundo grupo.

Poza Rica necesita voces que construyan, no bocas que griten.

Necesita líderes que unan, no egos que dividan.

Y, sobre todo, necesita respeto para sus Fuerzas Armadas, que han sido históricamente el último dique de esperanza en cada desastre natural que azota al país.

 

El espejo del tiempo

El tiempo tiene la virtud de poner a cada quien en su lugar.

Cuando la emergencia pase, cuando las calles vuelvan a ser transitables y las casas recuperen su forma, la memoria colectiva hará su juicio.

El pueblo recordará quién estuvo del lado del trabajo y quién del lado del escándalo; quién se arremangó para ayudar y quién buscó la cámara para gritar.

La historia de Poza Rica se escribirá con los nombres de los que ayudaron a levantarla, no con los de quienes quisieron aprovechar su caída.

Emilio Olvera podrá seguir intentando ensuciar la tragedia con su discurso y su teatralidad, pero la realidad es más fuerte que cualquier guion político.

En los refugios, en las colonias anegadas, en las cocinas comunitarias, nadie habla de él.

Hablan de la comida que llegó, del uniforme que los ayudó, de la gobernadora que regresó a verlos, de la presidenta que mandó más apoyo.

Hablan de reconstrucción, no de pleitos.

Y eso, para quienes viven del ruido, es la peor derrota posible.

 

La limpieza verdadera

Al final, todo se reduce a una metáfora:

Mientras el gobierno limpia el lodo de las calles, Olvera intenta ensuciar el ánimo del pueblo.

Pero hay lodos que se quitan con agua y esfuerzo, y otros que el tiempo y la conciencia se encargan de secar.

Poza Rica saldrá adelante, porque su gente es más grande que cualquier politiquillo desquiciado.

Saldrá adelante porque hay una estructura institucional sólida que responde, porque la Federación y el Estado están presentes, porque las Fuerzas Armadas son garantía de apoyo.

Y saldrá adelante porque, aunque algunos intenten ensuciar la tragedia, la solidaridad siempre termina limpiando todo.

Cuando la historia se escriba, los nombres quedarán ordenados: los que construyeron, arriba; los que destruyeron, abajo.

Y ahí, entre el ruido y la frustración, quedará Emilio Olvera, símbolo de lo que no debe hacerse cuando un pueblo sufre.

Porque hay quienes levantan muros de contención… y quienes levantan cámaras.

Y la historia, invariablemente, honra a los primeros y olvida a los segundos.

 

Al tiempo.

 

astrolabiopoliticomx@gmail.com

“X” antes Twitter: @LuisBaqueiro_mx

también te podría interesar