“Octingentésimo aniversario del natalicio de Tomás de Aquino.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Todos en algún momento nos hemos cuestionado sobre el origen de la existencia, las cosas, los movimientos, etc. Nadie duda que la creación humana es perfecta y al mismo tiempo misteriosa e incompresible. Las respuestas de las religiones nos enseñan que Dios creó al hombre. Tomás de Aquino aborda este tema detalladamente en la Cuestión 45. En el artículo 2 se pregunta: “Dios, ¿puede o no puede crear algo?” Como se ha venido analizando en su obra: “Suma de teología”, el aquinate escribe objeciones para negar que Dios puede crear algo de la nada. Sabemos que estas objeciones tienen la finalidad de abrir la controversia y vendrán las respuestas a las objeciones, incluyendo la solución que nos comparte el autor. Bueno, la solución razonada que ofrece Tomás de Aquino es maravillosa, profunda, comprensible y desde una visión y sensación personal, indiscutible, irreprochable, se las platico y la analizamos.
Cuando cita a la autoridad para rechazar las objeciones de que Dios no puede crear algo, la salida es muy sencilla, los no creyentes podrían decir: una salida simple y cómoda. El autor se basa en lo que dice la biblia en: “Gén I, I: En el principio creó Dios el cielo y la tierra.” Reconozco que esta respuesta no me satisfizo, sé que para el autor la biblia es el libro de libros y lo que afirme eso es. Para quien escribe la biblia es un conjunto de libros valiosos, más muchas cuestiones que afirma no me convencen, por eso busco más. En esta búsqueda que sea razonablemente creíble, Tomás de Aquino al presentar su solución sobre la problemática planteada ofrece una respuesta bella y profunda, la cito:
“Solución. Hay que decir: No sólo es imposible que algo no sea creado por Dios, sino que es necesario decir que todo lo creado ha sido hecho por Dios, como se deduce de lo establecido (q. 44, a. I). (Hasta aquí, la solución va dentro de los cánones de la fe, todavía no me convence, lo bello es lo siguiente.) Pues todo el que hace algo de algo, aquello de lo que hace se presupone a su acción y no es producido por la misma acción. Así es como actúa el artista con las cosas naturales, la madera y el bronce que no son producidas por la acción artística, sino por la naturaleza.” (El subrayado es mío.)
Este último párrafo tiene una enorme verdad y relevancia. Pensemos en otro ejemplo: la reproducción humana. El acto sexual es la acción, sin embargo, esa acción sólo engendra. Más, el acto sexual no determina el desarrollo y formación de ese ser que está conformándose. Imagínese usted el proceso en que se va formando y desarrollando el nuevo ser; su corazón como órgano vital. Sus demás órganos. Si usted se pregunta qué o quién determina la reproducción de esa perfección en cuanto a estructura, forma y funcionamiento, allí quien escribe encuentra la respuesta en Dios. Reconozco que la ciencia ha avanzado demasiado, desconozco, pero, parece ser que hasta existe un método que puede ayudar a elegir si se prefiere varón o mujer. Empero, suponiendo sin conceder, que realmente se puede llegar a ese avance, aun así, en nada cambia lo antes transcrito, es decir, la creación de todo es producida por Dios, ese ser perfecto, eterno, increado y creador de todo lo demás. Por lo mismo, Tomás de Aquino concluye su solución al dilema con estas palabras: “Por lo tanto…, quedó demostrado anteriormente que nada puede haber en los seres que no proceda de Dios, que es la causa universal de todo ser. Por lo tanto, es necesario afirmar que Dios produce las cosas en su ser a partir de la nada.”
La cuestión 45 tiene amplia relación con la número 46. Aquí el teólogo reflexiona y diserta: “Sobre el principio de las cosas creadas”. Esta cuestión la quiero analizar con la continua meditación: me permitiré abusar de su paciencia utilizando un ejemplo personal con el único objetivo de plantear el dilema. El 12 de diciembre de 2021 vi nacer a mi hija Grecia. Literalmente observé cuando sacó por primera vez la cabeza por la panza abierta de su mamá y abrió los ojos, una vez que algo pudo ver, quizás sólo observó claridad, dio su primer grito. Como todo ser humano, Grecia crece, aprende, y se nota claramente que tiene una personalidad propia. Por supuesto que muchas de sus actitudes, movimientos, palabras, etc., son producto de la convivencia con nosotros y con lo que le rodea. Mas, en muchos instantes la observo detenidamente y medito: Grecia se engendró cuando yo tenía 39 años. Antes de enamorarme con su mamá Rosy, tuve varios amores, algunos fueron amores serios. Por diversas circunstancias no formalicé esas relaciones del ayer, entendiendo que formalizar hubiera implicado procrear hijos. Y sigo meditando: Si Rosy o yo, hubiésemos concretado algunas de las relaciones del pasado, Grecia en el sentido literal de lo que es hoy, porque la veo y la siento, ¿no hubiese existido? Acaso, ¿la existencia de Grecia dependió sólo de nuestras ordinarias circunstancias? Sé que pueden surgir más preguntas afines, y, posiblemente algunos encontrarán diversas respuestas que no son más que posturas no comprobables, e incluso, aquí podría surgir el eterno y atrapante debate sobre el destino; algunos piensan que los nacimientos y las causas están predestinadas, que hagas lo que hagas ese destino te alcanzará. Lo que resulta un hecho innegable es que la posición que usted elija, si bien es muy respetable, no queda la menor duda que sólo es eso, una posición no comprobable. Tomás de Aquino este dilema en la cuestión 46 lo resuelve así:
“Solución. Hay que decir: Fuera de Dios nada existe desde la eternidad. Sostener esto no es contradictorio. Pues quedó demostrado anteriormente que la voluntad de Dios es causa de las cosas. (Desde luego que utilizando la autoridad de lo que sostiene la biblia.) Por lo tanto, en la medida en que alguna cosa es necesaria, lo es en cuanto Dios lo quiere, puesto que la necesidad de un efecto depende de la necesidad de la causa, tal como dice en V de Metapys. También se demostró anteriormente (q. 19, a. 3.), que, en términos absolutos no es necesario que Dios quiera algo fuera de sí mismo. Por lo tanto, no es necesario que Dios quiera que el mundo existiera siempre. Pues el mundo existe en tanto en cuanto que Dios quiera que exista, porque la existencia del mundo depende de la voluntad de Dios como causa.”
La respuesta del teólogo aquinate sigue siendo creíble exclusivamente por la fe. Es más, si concedemos que nuestra existencia es por la pura voluntad de Dios, esto nos llevaría a aceptar que existe un destino predeterminado en nuestros padres, y así consecutivamente. La resolución de este dilema no me satisface ni con las razones de la razón ni con los argumentos de la fe. Aclarando que no soy incoherente al aceptar en la cuestión 45 que veo a Dios en el acto de la creación y no quiero reconocerlo en el motivo de la existencia. Aquí sí me resisto, porque entonces no tendría sentido hablar de voluntad, de elección. Si Grecia estaba destinada a nacer, su futura existencia de automático le resta valor a todo lo antes vivido. Pero, sobre todo, nos deja con una sensación de sentirnos como maquinas manejadas por el destino. No pretendo llegar a una respuesta, en este caso no me complico tanto, la solución que le doy es más modesta pero más útil. Se las comparto: La creación del hombre y de las cosas es obra de Dios. Ser perfecto e infinito. La procreación es un acto derivado del acto de creación. No me afecta el no poder llegar a la verdad absoluta y conocer de qué o de quién dependió para que mi hija Grecia naciera. Lo que sí sé y con esto alcanza, es que somos creaciones divinas y que esa creación nos otorgó inteligencia, entendimiento, razón para distinguir el bien, el mal, y, particularmente, razón para valorar el significado de la existencia. Grecia es uno de mis significados.
Correo electrónico: miguel_naranjo@hotmail.com
Twitter@MiguelNaranjo80
Facebook: José Miguel Naranjo Ramírez