ÚLTIMA PARTE. –
Consideré en mis viajes a Cuba, enterarme de todo, narrando anteriormente, de sus habitantes, modo de vida y costumbres; pero también pude percatarme, que personas sin oficio ni beneficio, se sentaban en espacios cercanos a nosotros, de quienes me indicaron mis amigos, que eran una especie de vigías de turistas, pero al parecer mis amistades se conducían con miedo ante la presencia de ellos; yo les decía que en nuestro país les llamábamos “orejas”, (tal vez de ahí se ha tomado el modelo para lo que se les ha llamado “servidores de la nación”, que en realidad son promotores del partido en el poder).
La libertad de sus habitantes, se encontraba totalmente restringida, no se les permitía la entrada ni a los hoteles, ni a diversos restaurantes, así como a las discotecas y algunas tiendas; la literatura era muy barata pero limitada y escogida por la que pudiera circular en la isla.
De Fidel Castro, nadie sabía en donde vivía, se tenía conocimiento que gustaba de las langostas, y que prefería sumergirse por ellas. Ninguna persona hablaba de él, evadiendo realizar algún comentario de su persona.
Los demás visitantes expresábamos los comentarios que nos llegaban, quienes señalaban que era una persona sumamente rica, optando, quien escribe estas líneas, por tratar de enterarme en forma verídica, de quien era en esos momentos Fidel Castro, logrando en la primer década de este siglo, conocer el libro “La vida oculta de Fidel Castro”, escrito por Juan Reinaldo Sánchez, ex guarda espaldas de él, quien era Licenciado en Derecho y con formación en espionaje y contraespionaje, tirador de élite y cinturón negro de karate y judo, con estudios también en psicología, quien al enterarse en una conversación entre Fidel y su entonces ministro del interior José Abrantes en el año de 1989, en la cual dejaba constancia de su relación con el narcotráfico, y la posterior condena a muerte del general Arnoldo Ochoa, con lo cual limpiaba su nombre y el de su hermano Raúl, tuvo una decepción muy grande que lo llevó a solicitar su jubilación, lo que fue tomado como una insubordinación, condenándolo a dos años de cárcel, en donde se propuso escribir y contar quien era el verdadero Fidel. A su salida, después de 10 infructuosos intentos, huyó de Cuba, para reunirse en Miami con su familia.
Juan Reinaldo, quien dedicó 26 años de su vida a la seguridad de Fidel Castro, 17 de los cuales fue su sombra, con el consiguiente sacrificio familiar. Indica que no le reprocha su ingratitud, sino la traición a millones de cubanos.
Indica Juan Reinaldo, que Fidel tenía una doble vida y doble moral, pues ante el público se presentaba como una persona sencilla, modesta y afable, pero en su vida privada era obsesivo y caprichoso, exigía menús diarios a sus cocineros; cuidados sumamente excesivos en las citas con sus amantes; reclamaba tranquilidad y vigilancia mientras él pescaba en su yate “El Aquarama II”; poseía una paradisiaca isla privada conocida como Cayo Piedra, más de 20 mansiones y una fábrica de quesos para uso personal.
Habiendo estudiado psicología, realiza un estudio de su personalidad que ha sido coincidente con el desarrollado por la CIA, concordando ambos, que era inestable y necesitaba los halagos de sus congéneres para sentirse pleno; cualquier crítica lo desestabilizaba y hacía que perdiera el contacto con la realidad; en su persona existía el hambre de poder y su prioridad era mantenerlo y la necesidad de reconocimiento y adulación por las masas, aunque desconfiaba de ellas; era incapaz de obtener completa satisfacción de cualquier otra fuente; padecía un miedo atroz a las desgracias que le pudieran suceder debido a su pasividad; señalaba que era egocéntrico, ambicioso, manipulador, controlador y dado a los placeres de la sociedad de consumo que tanto llegó a criticar.
Es innegable que, efectivamente reúne las características de un líder mesiánico y cualquier parecido con alguien que usted conozca, es mera coincidencia, quien ante el apoyo que en ese momento sentía de la Unión Soviética, perdió el piso y casi declaró la guerra a una gran potencia como EE. UU., nacionalizando bienes de muchas de sus empresas establecidas en la isla y el resultado inevitable fue el embargo, con las consecuencias que el pueblo cubano está pagando los platos rotos, debido a un líder que se adueñó de la isla y de sus habitantes.