Y no es para menos, pues el jefe del Estado mexicano ve en las elecciones del 2021 la posibilidad de perder la fuerza que posee en las Cámaras legislativas del país, ya que la desaprobación y el descontento de la población mexicana continúan creciendo. López sabe de sobra que no ha obtenido los resultados que esperaba, pues si bien goza de las mayorías en el Senado y el Congreso federal para hacer y deshacer leyes a su antojo, sus ideas y decisiones han tenido impactos negativos en la población, particularmente en materia económica y de inseguridad, ya ni hablemos del pésimo manejo de la pandemia…
No le funcionó promover el béisbol; no le funcionó promover el aeropuerto de Santa Lucía; no le funcionó promover las becas para “ninis” ni para estudiantes; no le funcionó promover el Tren Maya; no le funcionó promover la refinería de Dos Bocas; tampoco le funcionó atacar constantemente a sus “adversarios”, como él los llama. En fin, ninguna de sus acciones de gobierno ha sido en beneficio del sector productivo del país, sino todo lo contrario. Con tantos impuestos, con la inflación generada por la pésima administración de las finanzas públicas y con el agravio al comercio debido a la incesante delincuencia que se vive en la república mexicana, la gente que realmente mueve al país se está hartando.
Se ha preocupado tanto por sostener su discurso de campaña, que se le olvidó que siendo presidente no basta con tener a sus fans contentos (cosa que sí ha logrado), pues ahora necesita convencer a la población que no votó por él y a los que le dieron una oportunidad con tal de no volver a votar por el PRI o por el PAN; se le olvidó que necesita gobernar.
Pero AMLO sigue pensando que son sus “enemigos” los que manchan su imagen, omitiendo que el único responsable de los resultados que obtenga su gobierno es él. Por ello, esta semana volvió a arremeter contra uno de los pocos organismos autónomos que restan en México, el Instituto Nacional Electoral (INE). Otra vez, Obrador denostó a este instituto y afirmó que «nunca garantizaron elecciones limpias y libres», haciendo a un lado el hecho de que fue a través del INE que el ahora presidente obtuvo el triunfo en las elecciones del 2018.
«Me voy a convertir en guardián», dijo el mandatario nacional, para que «no haya fraude electoral», pero eso, además de preocupante, es ilegal. El ejecutivo federal no tiene ni debe tener facultades para entrometerse en ningún proceso electoral, para eso se creó un organismo autónomo independiente a los intereses del gobierno, para garantizar que sea el pueblo quien decida si quien gobierna lo hizo bien o no.
Pero al presidente y a su partido no les acomoda mucho respetar la Ley, por el contrario, están acostumbrados a manejarla a modo que les favorezca a ellos y no a los mexicanos. Por mencionar algunos ejemplos: está la Ley Taibo; la exoneración de Bartlett, así como del matrimonio Ackerman-Sandoval respecto a sus falsas declaraciones patrimoniales; el nombramiento de la titular de la CNDH; la partida secreta del presidente, aprobada en la Ley Federal de Austeridad Republicana; la utilización de los recursos del FONDEN para otros fines, etc.
Así pues, López Obrador vuelve a amenazar al INE, el único organismo por el cual el pueblo puede quitarle el excesivo poder que tiene. El presidente tiene miedo de perder ese poder y lo demuestra claramente, por ello la intención de renovar al instituto quitándole recursos y acomodar a personas de su confianza dentro del mismo.
Dicen que el miedo no anda en burro, no porque el animal sea valiente, sino porque es lento y andar en él es mala idea ante una situación de peligro. Pues parece que a López le urge meter las manos en el INE, antes de que pierda en 2021 lo que durante 18 años anheló con tanto ahínco…
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