Las inundaciones son uno de los fenómenos naturales más destructivos y recurrentes en México y el mundo. Su impacto va más allá de lo material: afectan vidas, salud, economía, medio ambiente y tejido social. Ante este desafío, la prevención no es solo una estrategia técnica, sino un compromiso ético, cultural y político.
¿Qué debe hacer la población?
La ciudadanía es la primera línea de defensa. Algunas acciones clave incluyen:
Conocer los riesgos locales: Identificar zonas inundables, rutas de evacuación y refugios temporales.
Preparar un plan familiar de emergencia: Incluir contactos, documentos importantes, botiquín, alimentos no perecederos y agua.
Evitar construir en cauces o zonas bajas: La ocupación irregular agrava los riesgos.
No tirar basura en calles, ríos o drenajes: La obstrucción de alcantarillas es una causa frecuente de inundaciones urbanas.
Participar en simulacros y capacitaciones comunitarias: Fortalece la respuesta colectiva y reduce el pánico.
¿Qué debe hacer el Estado?
El papel del Estado es estructural y estratégico. Debe:
Invertir en infraestructura resiliente: Drenajes pluviales, presas de regulación, bordos y sistemas de alerta temprana.
Actualizar mapas de riesgo y ordenamiento territorial: Evitar asentamientos en zonas vulnerables.
Educar desde la infancia en cultura de prevención: Incluir contenidos en programas escolares y campañas públicas.
Coordinar con municipios y comunidades: La gestión de riesgos debe ser descentralizada y participativa.
Garantizar transparencia en la reconstrucción: Evitar corrupción y asegurar que los recursos lleguen a quienes más lo necesitan.
¿Qué aspectos culturales hay que modificar?
La prevención exige una transformación cultural profunda:
Pasar del fatalismo a la acción: Dejar de ver los desastres como inevitables y asumir responsabilidad compartida.
Valorar el conocimiento técnico y comunitario: Integrar saberes locales con ciencia e ingeniería.
Fomentar la corresponsabilidad: No esperar que “el gobierno lo resuelva todo”, sino actuar desde cada trinchera.
Romper la indiferencia urbana: En ciudades, muchos ignoran los riesgos hasta que es demasiado tarde.
Otras claves para la resiliencia
Adaptación al cambio climático: Las lluvias extremas serán más frecuentes. Urge rediseñar ciudades y políticas públicas.
Colaboración internacional: Compartir buenas prácticas, tecnología y financiamiento.
Uso de tecnologías abiertas: Aplicaciones de alerta, sensores comunitarios, redes de comunicación descentralizadas.
Fortalecimiento del tejido social: La solidaridad vecinal salva vidas más que cualquier protocolo.
La prevención de inundaciones no es solo técnica: es ética, cultural y política. Requiere que cada persona, cada institución y cada comunidad se convierta en agente de resiliencia. Como sociedad, debemos dejar de reaccionar y empezar a anticiparnos.