Hace pocos años, vi unas imágenes de Ricardo recostado en una cama de hospital. Las fotos aparecían en su muro de Facebook. Por su semblante y el tono de los mensajes de amigos y familiares, se podía deducir que cruzaba por un padecimiento grave.
Ricardo (intencionalmente omito sus apellidos) y yo fuimos compañeros en una de las administraciones municipales de Xalapa. Él era Regidor.
Al paso de las semanas, las oraciones de esperanza se multiplicaban. Lo único que vibraba en la expresión de su rostro era un has de pálida esperanza.
Tiempo después, me platicó que dos de los médicos que lo atendían le soltaron a “quema ropa” que su final estaba próximo, que la ciencia no podía hacer nada más allá de lo que dictaban los cánones de la medicina.
La palabra “desahuciado” retumbó en la amplitud de su conciencia, pero no amedrentó su mente ni su esperanza.
Con los “días contados”, maleta en mano viajó por algunas partes de la República en búsqueda de algo que lo sanara. En el norte consiguió algunas fórmulas de remedios. En el sur encontró otras. Meses después, dio con las recetas que utilizaban los Mayas para preparar remedios que curaban lo que él padecía.
Poco tiempo después de consumir esos remedios naturales, sintió mejoría, misma que fue confirmada con los estudios radiológicos que le practicaron dos laboratorios.
Cuando casualmente nos volvimos a encontrar en el centro de Xalapa, me participó que ya estaba totalmente curado, pero despojado de sus bienes materiales y los ahorros familiares, por solventar las consultas médicas, gastos de hospitalización y los medicamentos cuyos precios erizan la piel y horadan los bolsillos. Sobra decir que las deudas lo siguen persiguiendo.
Actualmente, como una retribución a la oportunidad que le dio la vida de seguir viviendo, moralmente se obligó a apoyar a otras personas con el mismo padecimiento a fin de facilitarles la cura.
Con el propósito de abonar a sus deudas y sacar adelante a sus pequeños hijos, ha preparado algunas cantidades del producto para venderlo a quien lo necesite y que, obviamente, se decidan por la medicina alternativa.
En un encuentro de dos horas, logré convencerlo que debía elevar el volumen de la producción para que pudiera beneficiar a más personas en circunstancias similares a las de él.
Conseguí su autorización para contar en este artículo su historia de vida, y difundir el teléfono para facilitar la comunicación con quienes desearan contactarlo.
La plática fue enriquecida con no menos de diez testimonios de personas que, igual que Ricardo, habían logrado derrotar exitosamente la depredadora palabra: “Desahuciado”.
Por razones obvias no publico ahora sus apellidos, pero sí, en cambio, escribo su contacto, solo para mensajes: 2281810211.