“¡Es pura propaganda”!, dice un tembloroso López Obrador cuando por sus pantalones escurren los orines del miedo tras el anuncio de una posible intervención armada de Washington para poner fin a los cárteles por ser considerados terroristas.
A nadie gusta la llegada de las tropas norteamericanas a México, pero tampoco es del agrado de millones de mexicanos que la protección al narco parta del propio gobierno de AMLO.
140 mil muertos como saldo de una disputa territorial de Cárteles son muchos muertos; son del tamaño de la indolencia del huésped de Palacio que ha dado muestras de preferenciar al Cartel de Sinaloa y en lo particular a la familia de El Chapo Guzmán.
Ya en el pasado “Juicio del Siglo” un tribunal norteamericano que juzgó a Genaro García Luna, hizo público el vínculo de López Obrador con el crimen organizado.
Nos recuerda el comentarista Julio Blanchet que “Ya hasta el impresentable Mario Delgado está siendo investigado en NY por tráfico de drogas” hecho que involucra al propio López Obrador ante un negocio que, en conjunto, maneja el 30% del PIB del mundo.
Hoy el trámite para la intervención del ejército norteamericano es sólo un formulismo; pues, de hecho, sus agencias ya están operando en el territorio nacional.
Aprehensiones de capos como las de Caro Quintero, la del líder del Cártel del Noreste en Nuevo Laredo, José Guadalupe Tapia Quintero, uno de los capos de más alto rango del grupo criminal o la del hermano del capo, Nemesio Oseguera, alias “El Mencho”, Antonio Oseguera, uno de los narcotraficantes más buscados del mundo, se dieron gracias a la DEA.
Otras aprehensiones más, han sido por pitazos de las agencias gringas e incluso, han sucedido operativos en donde quienes dan la cara son la Guardia Nacional o el ejército mexicano, pero atrás está la DEA.
Común se ha vuelto que el embajador de ese país en México, Ken Salazar, vaya a Palacio Nacional a exigir que López Obrador rinda cuentas de atentados de sicarios y la permisividad oficial en el tráfico de Fentanillo.
El más reciente fue ayer lunes con motivo del secuestro de cuatro norteamericanos en Matamoros, entre ellos una mujer de raza negra. Imágenes furtivas muestran a sicarios subiéndolos a una batea en la que los plagiados se observan inertes.
Ello desató la ira de la Casa Blanca.
“Los estaban aventado a la pick up como si fueran perros muertos… fue el momento más duro que he pasado hasta ahora”, declaró Christina Hickson, madre de Zindel Brown, uno de los secuestrados.
“Es inaceptable”, vocifera el presidente Joe Biden. “¡Deseo una pronta localización!”, responde López Obrador.
La Fiscalía de Estados Unidos, hizo público que “el presidente de México es el principal facilitador de los Carteles y que era indispensable mandar tropas a Estados Unidos a combatir a los terroristas que han invadido nuestro territorio con Fentanillo”
Una eventual invasión aterra a todos, pero más al presidente de México ya que de suceder se correrá el velo de cuántos y quiénes son los que están metidos hasta el cuello.
Militares, marinos, gente de la guardia nacional, la dirigencia de Morena, secretarios de estado, embajadores, gobernadores, toda la clase política chaira sería exhibida y eventualmente detenida para ser juzgada en Estados Unidos o, mínimo, quedar a disposición del Poder Judicial de México que no anda en buenos términos con López Obrador.
México hoy vive una de las peores tragedias de su historia gracias a la Cuarta Transformación que está llegando a su fin cumpliéndose la advertencia de su propio gestor, Andrés Manuel López Obrador, de mandar al Diablo a las instituciones.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo