Inicio ColumnasRuta Cúltural MARZO: MES INTERNACIONAL DEL TEATRO. (II)

MARZO: MES INTERNACIONAL DEL TEATRO. (II)

by Jose Miguel Naranjo Ramirez

Menandro: La trasquilada.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Las comedias tal como en la actualidad las conocemos, tienen sus raíces en Menandro. Los temas que abordó el dramaturgo griego suelen ser asuntos que hoy continuamos discutiendo. Atrás quedaron los héroes legendarios, en el pasado quedaron los mitos, los dioses y las leyendas increíbles y fantásticas. Menandro utiliza a protagonistas comunes, sus conflictos y penurias son tan nuestros, que poco importa que Menandro haya escrito sus comedias en los últimos años del siglo IV antes de nuestra era. Es importante recordar, que a excepción de la pieza: “El misántropo”, todas las comedias que nos llegaron del autor se encuentran incompletas, aclarando que esto no evita comprender la historia central de la trama y extraer ciertos valores de aquel lejano pasado que siguen siendo valores o antivalores de nuestro presente, vayamos a conocer la siguiente obra titulada: “La trasquilada.”

La urdimbre es sencilla, los personajes centrales irán apareciendo conforme quien escribe les vaya narrando los sucesos. Monsquión y Glícera son hermanos, pero, tuvieron la desgracia de que al nacer su madre murió y, su padre llamado Pateco, decidió abandonarlos debido a que muchas desgracias le cayeron encima y prácticamente quedó en la esclavitud y en el infortunio. Este acto provocó que Mosquión fuera criado por Mírrina, y aunque no queda claro el nombre de la vieja que se hizo cargo de Glícera, todo indica que fue criada por Ignorancia, esto implica que el varón creció en una casa donde le dieron una buena vida y la mujer se desarrolló en la pobreza, algo más, en la obra Glícera es presentada como la concubina de Polemón, un soldado que la quiere, empero, que sólo la tiene como su amante, como una hetera.

En la etapa final de su vida, la vieja que se encargó de cuidar a Glícera, le confesó a la bella joven que Mosquión era su hermano. Con la suplica de que no se lo dijera, ya que el muchacho ha crecido con buena formación y no debía turbarle la vida tan agradable que llevaba. Debo confesar que, desde mi interpretación, Mosquión muestra cierto interés amoroso por quien sin saber es su hermana. Glícera al enterarse bien a bien que es su hermano, un día que lo vio lo abrazó y le dio un beso. Este acto fue presenciado por Polemón, el amante de Glícera, y al ver la forma en que su mujer trataba al joven Mosquión enfureció de rabia, celos, creyó que su concubina era una ramera, una mujer cualquiera, además, al sentirse burlado sentía la necesidad de vengarse asesinando a los traidores, o, en su caso, él mismo planeaba quitarse la vida. Aquí estamos ante un eterno problema de nuestra mala educación. Las sensaciones y pasiones no han cambiado mucho. Somos dominados por nuestros impulsos. En nuestro interior existe una sola naturaleza dividida en dos partes, la violenta que nos incita a asesinar, vengarnos, odiar, y, la otra parte racional que nos pide tengamos control, no seamos impulsivos, razonemos bien las cosas, le demos el justo valor al hecho. Y allí nos enfrascamos en una lucha permanente por controlar nuestros impulsos. Mucho dependerá del carácter, voluntad y educación de cada quien, para poder actuar de forma prudente y sensata. Desde luego que sufrir un engaño no es fácil, sin embargo, por bajo que sea el acto, lo recomendable es evitar la violencia que solamente traería más violencia y nada resolvería. Sin duda alguna, la violencia sólo agrandaría el mal que de por sí ya se padece.

Polemón buscó a Pateco, le confesó lo que estaba viviendo, de hecho, Glícera al notar los enormes celos que sentía su pareja, decidió irse a la casa de Mírrina. Esto agravó la situación, porque Polemón con mayor certeza creyó confirmar la sospecha del engaño y todo le resultaba tan humillante debido a que su concubina lo traicionó y se fue a vivir a la casa de su nuevo amante. Polemón le platicó a Pateco la situación de dolor y desamor que vivía: “Pateco: Muy bien. Quizás es que le gustabas a ella y ahora ya no, y se ha marchado porque no la tratabas como es debido. Polemón: – ¿Qué dices? ¿Qué no la he tratado como es debido? De todo lo que has dicho, esto es lo que más me ha dolido.” Eterna actitud machista y soberbia del hombre, acaso, ¿los celos injustificados no es una ofensa para una mujer?, sin perder de vista que sólo es su amante, es decir, si la amara tanto como dice, entonces le daría un lugar más importante en su vida, en fin…Polemón desesperado por perder a Glícera, le pidió a Pateco que fuera a hablar con ella. Pateco lo hace, más le advierte: “Pateco: -Ella es la dueña de sí misma. Lo que le queda a quien se ve tan desgraciado y además enamorado, es la persecución.”

Pateco acude a la casa de Mírrina para platicar con Glícera. El diálogo se desarrolla, de entrada, la bella joven se siente ofendida por el sólo hecho de que sea vista y tratada como una traidora. Empero, la historia se va aclarado en el momento que se sabe que Glícera es hermana de Mosquión, el propio hermano escucha la historia sin que sea visto por los dialogantes y, lo mejor, Pateco también descubre por la ilación de los hechos, que Glícera y Mosquión son los hijos que él abandonó cuando cayó en desgracia:

Pateco: El que los abandonó fue un esclavo, yo, que tenía miedo de criarlos. Glícera: ¿Tú, nuestro padre, nos abandonaste? Pateco: Muchas e increíbles son, hija mía, las vueltas de la fortuna. La que os trajo al mundo a la vez perdió la vida y un día antes, hija…De veras creí entonces que, para un pobre como era, sacar adelante la pesada carga de unos hijos sería empeño de un perfecto imprudente.”

Una vez aclarado todo, Polemón arrepentido se auto reprochaba por ser tan celoso, impulsivo y vengativo. Pateco va a buscarlo para ofrecerle a su hija: Pateco: “Dices bien. Escucha lo que tengo que decirte: te hago entrega de ella para siembra de hijos legítimos.”

Así concluye la historia de: “La trasquilada”. Una trama aparentemente sencilla, no obstante, en el personaje de Glícera se puede sentir la fuerza liberadora de la mujer. Ella exige ser tratada con respeto y mantiene una actitud digna y firme ante el hombre. En cuanto a la posición del hombre, todavía existen muchos casos donde no han alcanzado a liberarse de esas posturas machistas y reduccionistas. En ambos casos, por sus frutos os conoceréis…

Correo electrónico: miguel_naranjo@hotmail.com

Twitter@MiguelNaranjo80

Facebook: José Miguel Naranjo Ramírez

también te podría interesar