FAUSTO Y MARGARITA: LA HISTORIA DE UN AMOR TRÁGICO. (I)

by Jose Miguel Naranjo Ramirez

“El Fausto de Goethe en cuatro tiempos.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

     La trágica historia del Dr. Fausto es universalmente conocida. La mayoría de estudios sostienen que la tradición “fautística” nació con el Fausto de Cristopfer Marlowe en el siglo XVI. Después aparecerán varias obras sobre la leyenda de este emblemático personaje, siendo una de las más importantes la del escritor alemán Johann Wolfgang Goethe. El mito puede ser analizado desde múltiples enfoques, en esta ocasión nos centraremos en resaltar el tema del amor entre el protagonista central y la bella Margarita. Desde luego que se requiere ahondar en la historia para al final llegar al objetivo: el amor. Ahora bien, la pieza trágica de Goethe se compone de dos partes, la primera se publicó en 1808 y la segunda en 1832, año en que murió el inmoral escritor. Luego entonces, los primeros dos artículos del presente mes abarcarán la primera parte y el tercero y cuarto narrarán la segunda y así conoceremos la historia completa. Sin más preámbulos, vayámonos a vivir a la Alemania de Goethe en los albores del siglo XIX y disfrutemos esta apasionante y atrapante historia.

El Dr. Fausto es un hombre muy sabio, ha estudiado profundamente diversos saberes como filosofía, teología, medicina, jurisprudencia, etc., y se encuentra en una etapa de su vida donde siente un gran vacío e insatisfacción. La insatisfacción es producida porque a pesar del enorme saber que posee, siente que ese conocimiento no tiene ninguna valía, es limitado. La misma vida carece de sentido, día a día lo agobia la finitud, la nada. Se percibe una sensación de algo así como: esforzarnos tanto por saber, entregar una vida a los estudios, para al paso de los años descubrir que: “…nada podemos saber”. Por ello mismo Fausto reflexiona e invoca a otros saberes ocultos, lee el libro de Nostradamus, y, después de desgarrarse por el sinsentido de la vida y al mismo tiempo mostrar el deseo por conocer más allá de lo que humanamente se puede conocer, se le aparece un espíritu. Cuando Fausto siente la presencia del espíritu de la tierra, al inicio no duda, vehementemente expresa en voz alta: “¡Aparece, aparece! Preciso es, aunque me cueste la vida.” El espíritu se presenta, se desarrolla un breve diálogo y muy pronto el espíritu desapareció.

Todo lo antes acontecido se desarrolla en la casa de Fausto, quien vive en Fráncfort del Meno. Por cierto, ciudad donde nació Goethe. Una vez que se retiró el espíritu de la tierra, aparece en escena el joven estudiante Wagner. Un joven pobre que presta sus servicios al gran sabio. Wagner está obsesionado por obtener sabiduría. Fausto desanimado le dice a Wagner que ninguna sabiduría puede otorgar al hombre paz y tranquilidad. Al concluir la intensa plática de los dos personajes, Wagner se va y Fausto continúa con su desgarramiento. De pronto, aparece en escena el coro de ángeles y mujeres que anuncian la resurrección de Cristo. Estamos en la fiesta de la pascua. Fausto afirma que ese tañido de campanas debe ser dirigido a los hombres débiles, además, él carece de fe. Lo anterior nos muestra que estamos en plena primavera, época de juventud. Goethe ingresa a escena a varios personajes que discurren sobre sus intereses de acuerdo a su posición en esa sociedad, allí nos encontramos con artesanos, mozas de servicios, soldados, señoritas, estudiantes, burgueses. Mientras todos estos personajes se dirigen a la fiesta, van directo a disfrutar el bullicio, las pasiones humanas. Fausto se aleja de ese mundo que lo rodea y acompañado por Wagner se va a caminar a la campiña. Aquí siguen dialogando maestro y alumno y Fausto observa que un perro negro camina en torno a ellos, decide llevárselo a su casa e ingresa al estudio con el perro.

Estando en el estudio el perro se empieza a transformar, en lugar del perro negro ahora Fausto se encuentra frente a un estudiante vagabundo. Fausto le pregunta quién es y cómo se llama. Aquí el lector notará que estamos ante Mefistófeles, sí, ese espíritu del mal que trabaja para el diablo. Mefistófeles disfrazado de estudiante diserta con Fausto sobre variados temas, más el demonio decide nuevamente partir, algo importante, el demonio es poderoso, pero tiene ciertos límites, él mismo reconoce que no es omnisciente, esto hace que tiene que dormir a Fausto para poder salir del estudio. Al despertar, Fausto cree que todo fue un sueño y que el perro negro no era más que un simple perro que lo abandonó. Al poco tiempo Mefistófeles regresa, el demonio ya detectó el terrible vacío existencial que padece Fausto. El sabio y el demonio platican. Fausto aprovecha para seguir expresando la insatisfacción que siente ante la vida. El lector no debe olvidar que estamos ante un verdadero sabio que ha pasado años investigando para saber profundamente, empero, quizás esperó encontrar la piedra filosofal y el tiempo lo único que le mostraba era que todo el esfuerzo resultaba limitado, como la vida misma: “Y luego, cuando desciende la noche, debo tenderme intranquilo en el lecho, y ni aun allí encuentro reposo alguno, pues fieros ensueños vendrán a llenarme de sobresalto. El dios que reside en mi pecho puede agitar profundamente lo más íntimo de mi ser, pero él, que impera sobre todas mis facultades, nada puede moverme por fuera, de suerte que la existencia es para mí una penosa carga; ansío la muerte y detesto la vida.

Mefistófeles astuto como siempre ha sido, supo que estaba frente a un alma ávida y desesperada. Le propuso a Fausto llevarlo a conocer la vida real, la vida del placer, el goce, la vida activa. Le recrimina a Fausto el que haya dedicado su vida a la contemplación, allí no está el placer, allí se agota el tiempo en la nada: “Mefistófeles: “El hombre que se devana los sesos, es como una bestia a quien un mal espíritu hace dar vueltas por un seco erial, por todas partes rodeado de lozanos y verdes pastos.” Acto seguido, el demonio le ofrece los mayores placeres terrenales y le garantiza que allí encontrará dicha y felicidad. El demonio se declara su servidor, su esclavo. Fausto le pregunta cuál será el pago y rápidamente el mismo Fausto le propone la siguiente apuesta: “Fausto: si jamás con halagos puedes engañarme hasta el punto de estar yo satisfecho de mí mismo; si logras seducirme a fuerza de goces, sea aquél para mí el último día. Te propongo la apuesta. Mefistófeles: ¡Aceptada! Fausto: ¡Choquen nuestras manos! Si un día le digo al fugaz momento: “¡Detente!, ¡eres tan bello!, puedes entonces cargarme de cadenas, entonces consentiré gustoso en morir. Entonces pueden doblar las fúnebres campanas; entonces quedas eximido de tus servicios, puede pararse el reloj, caer la manecilla y fingir el tiempo para mí. Mefistófeles: Piénsalo bien, no lo echaremos en el olvido.”

El demonio desconfiado como siempre ha sido, le solicita a Fausto se firme mediante un contrato el acuerdo antes pactado. Fausto se ríe, más firma el contrato con su propia sangre. “Fausto: No haya miedo alguno de que rompa yo este pacto. El grande espíritu me desdeñó y ante mí se cierra la naturaleza. Roto está el hilo del pensamiento; largo tiempo ha que estoy hastiado de todo saber. Apaguemos las ardientes pasiones en los abismos de la sensualidad…Mi corazón, curado ya del afán de saber, y lo que está repartido entre la humanidad entera quiero yo experimentarlo en lo íntimo de mi ser; quiero abarcar con mi espíritu lo más alto y lo más bajo. Mefistófeles: el tiempo es breve y el arte es largo.”

Al momento que Fausto y Mefistófeles terminaron de firmar el pacto, llegó un nuevo joven estudiante. Mefistófeles haciéndose pasar por Fausto entrevistó al joven, aquí se realiza un interesante diálogo donde Mefistófeles desdeña los saberes como la teología, la jurisprudencia, el demonio al mero estilo de la serpiente que engatusó a Eva, le dice al joven que lo mejor es parecerse a los dioses, esto implica que debe saber el bien y el mal. El joven se va cautivado y el demonio regresa con Fausto. Le dice que inmediatamente emprenderán el viaje al pequeño y luego al gran mundo. El Dr. Fausto duda un poco manifestando que no es muy ágil para las relaciones humanas, el demonio le responde que no se preocupe, pero que debe tener seguridad en él mismo, que no olvide que la seguridad que posee en su interior es la seguridad que transmite hacia el exterior…Aquí empezará la gran aventura del sabio Dr. Fausto. Al lado de Mefistófeles viajará por el mundo y en este contexto conocerá a la bella Margarita, la historia continúa.

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