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Se perdieron las formas políticas

by Arturo Reyes Isidoro

Las formas. Como se perdieron las formas de hacer política.

La confesión abierta de la secretaria de Energía, Rocío Nahle García, de que aspira a “ser votada para gobernadora” (en 2024) cuando todavía no son los tiempos políticos, en época pasada le hubiera costado un extrañamiento público y además que la congelaran.

En política la forma es fondo, dictó para la posteridad don Jesús Reyes Heroles.

Cuenta una anécdota que un día, en 1981, siendo dirigente nacional del PRI, Javier García Paniagua anticipó y confió al entonces secretario general de la Confederación Nacional Campesina (CNC), Oscar Ramírez Mijares, que sería el candidato a gobernador de Coahuila.

Pocos días después lo mandó llamar el presidente José López Portillo (Jolopo) quien le preguntó si sabía porqué lo había mandado a traer. En vez de actuar con prudencia, discreción y esperar, olvidándose que en nuestro sistema el único que da primicias como la de una candidatura a gobernador es el presidente, se precipitó y le respondió que sí, que porque iba a ser el candidato porque ya se lo había dicho García Paniagua.

Jolopo reaccionó encolerizado y le dijo que entonces fuera con García Paniagua para que él lo hiciera candidato. López Portillo le dio la candidatura a José de las Fuentes Rodríguez. Lo castigó por su indiscreción (se decía entonces que una noticia de ese tipo no se le confesaba ni a la esposa y ni siquiera a la almohada) pero también por su falta a las formas: el único que podía dar primicias de ese tipo era el presidente y solo a él se le tenía que agradecer, aunque ya el interesado supiera que era el favorecido.

Cuando de veras se hacía política (los actuales apenas si son aprendices), no se le faltaba el respeto ni al presidente ni al gobernador; nadie se saltaba las trancas, se iba por la libre ni adelantaba los tiempos.

En una circunstancia como la que se vive por las crisis económica y de salud, hubiera sido impensable que alguien se autodestapara, imperdonable además, y la infracción hubiera tenido una pena severa, la destitución de un cargo y la congeladora. Por eso el PRI mantuvo el orden.

La señora Nahle, en lugar de que estuviera preocupada por ver cómo rescata Pemex, si es que todavía es posible, porque está en su peor momento (cerró el primer trimestre del año con la peor pérdida neta en su historia para este periodo, de 562,250 millones de pesos), está más preocupada por ser candidata al gobierno del Estado.

Su declaración fue una confesión. No está en lo que debe, a lo que se debe entregar al 100 por ciento. Le es desleal al presidente, a quien además seguramente no consultó para hacer la declaración que hizo a Federico Lagunes, compañero periodista de Coatzacoalcos, en lo que equivalió a un autodestape, cuando apenas van año y cinco meses de la administración de Cuitláhuac García Jiménez.

En 1974, el rompimiento de las formas políticas llevó a lo que se conoce en la historia de Veracruz como el “carbonellazo”.

El entonces presidente Luis Echeverría, sin acordar con el dirigente nacional del PRI, Jesús Reyes Heroles, un viejazo con un gran peso moral, tuxpeño veracruzano además, dio luz verde a Manuel Carbonell de la Hoz para que se  autodestapara como candidato a la gubernatura para suceder a Rafael Murillo Vidal.

Tres días le duró el gusto porque vino entonces aquel histórico gran encabezado a ocho columnas de Excelsior: “Yo, como veracruzano, no he votado por él” de Reyes Heroles dichas a aquel famoso periodista y columnista de entonces Ángel Trinidad (Trini para sus amigos) Ferreira, que hizo que el presidente diera marcha atrás y Carbonell se cayera (Trini, con raíces alvaradeñas, me platicó un día que en realidad don Jesús lo invitó a su oficina para dictarle la nota, su declaración, con toda intención, no que hubiera sido espontánea). Con ello el tuxpeño le dijo a Echeverría que no estaba de maceta e hizo valer su autoridad moral.

La Nahle se brincó ahora no solo al presidente sino también al dirigente nacional de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar.

No solo eso. Faltó también al respeto al gobernador Cuitláhuac García Jiménez, pues cuando se guardan las formas políticas, por cortesía se le comparte una decisión de gran calado como, en este caso, quién sería su sucesor, o su sucesora.

Antes se cuidaban tanto las formas que incluso ya habiendo candidato oficial a la gubernatura, el favorecido no venía al Estado o no aparecía en público hasta que se iniciaba su campaña, para no hacerle olas ni robarle espacios políticos y mediáticos al gobernador constitucional. Incluso terminada la campaña se volvía a desaparecer para dejar que el gobernador saliente concluyera su mandato con todos los honores.

Lo que pasa es que la señora Nahle no es política, no una política profesional sino una advenediza política, mujer a quien las circunstancias hicieron que estuviera cerca del entonces dirigente nacional de su partido y ahora presidente y se le supiera meter en el ánimo. Ese es todo su mérito.

Y quienes saben de cosas electorales expresaron extrañeza por lo que declaró que desde 2016 interpuso “un recurso ante la fiscalía especializada… para poder ser votada para gobernadora”, puesto que la función principal de las fiscalías del país es investigar denuncias o querellas de ilícitos y además no tienen facultades para garantizar derechos electorales. Quien debió acreditarle sus derechos electorales debió haber sido una autoridad jurisdiccional, no una fiscalía.

Lo cierto es que la oposición ha encendido veladoras para que ella sea la candidata. Sería lo mejor que le podría pasar a Veracruz, comentan los dirigentes. No tienen dudas que la barrerían.

Si el presidente le quisiera hacer un favor (y con ello a los veracruzanos) podría enviarla como candidata a gobernadora, pero de Zacatecas.

Por lo que hace a Morena, a Esteban Ramírez Zepeta, virtual nuevo dirigente estatal, ya tuvo un adelanto de lo que le puede pasar a su partido si no mete orden, no se impone y no impone respeto a los tiempos electorales y a las reglas partidistas; si no se hace respetar.

Debió haber salido a decir que en Veracruz no son tiempos electorales, que quien manda y marca la línea es el gobernador Cuitláhuac García y que su partido no avala ningún intento de adelanto; que su único tema es ahora la causa social por la salud y la economía y que reprueba cualquier manifestación política que distraiga los esfuerzos que el presidente hace en el Estado por apoyar a los que menos tienen. En fin.

Por otro lado, no veo al secretario de Gobierno, Eric Patrocinio, no lo escucho pidiendo a la señora Nahle respeto para el gobernador. Miguel Yunes Linares secretario general de Gobierno hubiera reaccionado hasta violentamente si alguien le hubiera hecho algo así al gobernador Patricio Chirinos, hubiera descalificado cualquier declaración y cualquier intento de agandalle electoral.

Pero el respeto a las formas se ha perdido.

La oposición se lame los bigotes esperando que en Morena sigan así, que nadie los distraiga.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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