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Críticos a sueldo

by Ángel Álvaro Peña

El miedo a los cambios refleja la inseguridad de quienes se alteran ante lo desconocido. Los cambios políticos en México se anuncian desde hace años, son urgentemente necesarios y no hay coartada que pueda evadirlos ni guerra sucia que logre detenerlos.

A pesar de la fuerza social y política que tiene la transformación del país no falta quienes, al ver afectados sus intereses personales, quieran evitar a toda costa que haya movimiento que los perjudique. Quieren gozar de los privilegios inmerecidos de las diferencias sociales que este país produjo hasta el absurdo.

Por muchos años se sacrificaron los derechos y las necesidades de la población para otorgarlos a una clase privilegiada, que a pesar de que eran una minoría, gobernaban por la fuerza y contra la razón. Un cambio real no es una simple reforma, es una transformación profunda a la que deben sumarse todos para tener un lugar en el espacio de la nueva realidad; sin embargo, con lo que hacen para impedir que se genere la transformación lo único que logran es mantenerse al margen y quedarse sin voz, porque el voto no les favoreció.

Voz y voto es la regla de la democracia. Pero si votaron y no ganaron, su voz es necesaria. Incluso indispensable para hacer contrapeso, pero si en lugar de debatir, dialogar, exponer ideas y expresar opiniones prefieren destilar veneno con una guerra sucia, la transformación terminará por caminar sin oposición clara y significativa.

Ahora los críticos del sistema tratan de evitar que camine un proceso que ellos mismos produjeron, porque no entienden que los excesos y los abusos terminan por morderse la cola y en lugar de sumarse a una transformación que implique un equilibrio optan por la desestabilización, por el simple hecho de evitar que haya una solución a los problemas que ellos generaron. Es por ello por lo que la guerra sucia no les ha resultado, porque la población ha demostrado que tiene memoria e inteligencia y quienes debieron dejar el poder siempre menospreciaron la mente de los mexicanos y se confiaron en que padecía amnesia llamándole a la paciencia de los mexicanos, estupidez.

No se necesita hacer una encuesta o calcular con métodos sofisticados los impactos de los medios para saber que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ha sido el mandatario más criticado en su primer mes de gobierno. A menos de treinta días las críticas que en otros sexenios hicieron en un año, las asume la mala puntería de quienes temen quedarse sin el subsidio al que los tenían acostumbrados gobiernos anteriores.

No se han dado cuenta de que el propio ejecutivo trabaja el doble de horas que los anteriores presidentes y que está en función de transformar el país sin intereses personales como lo demostraron otros desde el primer minuto de sus gestiones. Basta recordar el pacto por México al que convocó Peña Nieto a unas pocas horas de tomar el poder para esterilizar a la oposición.

Ahora la oposición no sólo está esterilizada, sino que su veneno no mata.

Los medios que ahora utilizan todas las artimañas para presionar al nuevo gobierno para que les regresen las grandes cantidades de dinero que nunca debieron llegar a sus cuentas, se olvidaron de informar. Sus analistas se quebraban la cabeza para justificar lo injusto, para alabar la corrupción, para hacer de la desigualdad social una aparente paz que nunca se comprobaba en las calles.

Los medios convencionales no quieren darse cuenta de que ellos perdieron. Que el tiempo de la manipulación informativa ya es cosa del pasado. Nadie cree en ellos. De tener un poco de credibilidad el ganador en las urnas hubiera sido otro candidato el pasado 1 de julio, porque esos medios se ocuparon de golpear con mentiras al que finalmente ganó y de elogiar, con mentiras también, al que terminó perdiendo.

Los medios perdieron en las urnas lo que publicaban en el papel. No fueron capaces de darse cuenta del hartazgo, nunca advirtieron la necesidad de un cambio. Pugnaron, mañana, tarde y noche porque todo siguiera como hasta entonces. No hubo una sola voz entre quienes decidían los contenidos, para darse cuenta de que la gente ya no confiaba en ellos. Los medios impresos le atribuyeron su decadencia al internet. Los medios electrónicos se engañaban pensando que su poco rating se debía a las redes sociales.

Nunca fueron capaces de conocer al lector al que dirigían sus mentiras y por las que cobraban millones de pesos al mes.

Los medios, que ahora son trincheras, intentan detener un cambio que no advirtieron a tiempo, a pesar de ser los encargados de ver hacia adelante. De ofrecer escenarios, de mostrar panorámicas a los mexicanos, pero sobre todo a sus dirigentes que estaban tan engolosinados con el poder que llegaron a pensar que tener un ciento de guardaespaldas era un derecho y no un dispendio.

Los jerarcas de la información en el país sintieron que eran merecedores de privilegios, porque en ellos se creían superiores cuando en realidad debían servir a la verdad. Servicio que nunca realizaron, estaban alquilados por un gobierno que hacía de sus oficios un negocio lucrativo.

Porque se creó una clase social que basaba en sus excesos su supuesta superioridad. Una clase que nunca debió existir, personas que nunca debieron estar en nuestra historia. Ahora ponen a trabajar a sus empleados fabricando rumores, lanzando especulaciones que intentan ser misiles destructivos de la imagen que se fortaleció a pesar de su trabajo de desprestigio.

 

Entonces cómo poder tomarlos en cuenta. Cómo creer en ellos. Ahora la gente no les cree ni el pronóstico del clima. PEGA Y CORRE. – La importancia de Veracruz y su urgente recuperación económica se hace evidente en el Presupuesto de Egresos de la Federación, porque proyecta fortalecer la infraestructura social, la educación, la seguridad pública y los servicios de salud. Veracruz tendrá a su favor el aumento de aportaciones destinados a siete fondos federales, que en total suman un recurso de 54 mil 22 millones 60 mil 285 pesos, con un aumento porcentual de poco más de 5.1%, en comparación con lo obtenido en el ejercicio fiscal 2018… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

 

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