Merecemos un país con respeto, con mejores servicios de salud y educación, donde la corrupción no exista, las oportunidades de mejora florezcan para todos y la igualdad se haga presente sin distinción de condición social, raza o género. Merecemos un gobierno honrado, preocupado por su gente, que busque servir y generar propuestas de cambio. Un gobierno que impulse el desarrollo social y no sólo el de sí mismo.
Merecemos aprendizajes innovadores, desarrollo tecnológico, crecimiento empresarial, ciudadanos comprometidos, personas que cuiden al ambiente, que se preocupen por un desarrollo integral de jóvenes y niños, hombres y mujeres que se respeten entre sí y se apoyen a crecer mutuamente.
Merecemos tanto y en ocasiones pareciera que tenemos tan poco, son pocas las personas que respetan a sus semejantes, vemos como la corrupción se expande como un cáncer, vivimos con miedo amenazados ante la inseguridad, nos conformamos con una educación mediocre y desvalorizamos el esfuerzo que muchos hacen por mejorar. ¿Por qué? Porque mientras en las elecciones nos hartamos y elegimos un cambio, en lo individual seguimos actuando con los mismos vicios.
Es incongruente que el hombre que exige en marchas justicia social sea el primero en minimizar la inteligencia o trabajo de una mujer. Que existan mujeres pidiendo se rescaten los valores y sean las que fingen no mirar la desgracia ajena y se nublan ante el dolor de otras madres clamando por encontrar a sus hijos desaparecidos. No encuentro coherencia en aquellos que buscan un mundo en armonía, dónde sólo se viva el amor pero consumen todo tipo de drogas, las cuales recorren previamente un mundo de explotación y violencia.
¿Realmente añoramos un mejor rumbo para nuestro futuro? Si es así quizás debamos dejar de esperar héroes de película. Cada persona debe encontrar en sí la mejor forma de hacer las cosas. De educarse y aprender a convivir en armonía con el entorno. La educación no cambia por sí sola, cambia con el compromiso de los padres de familia, con el trabajo constante de los educadores y el respaldo de las autoridades. La seguridad llegará cuando los policías tengan la misión de perseguir al mal y no convertirse en escoltas a su servicio.
Nuestro ambiente y la calidad de aire serán óptimos cuando entendamos que no somos la única especie sobre la tierra, que urge armonía entre nuestro consumo, el manejo de nuestros desechos y el entorno. Las personas serán respetuosas cuando reconozcan en el otro a un igual, cuando comencemos a ser solidarios en lugar de mezquinos, cuando entendamos que crecer en conjunto nos beneficia a todos y que un equilibrio social es más sano que una pirámide en la que la base sufre cada vez más y termina por rebelarse.
La vida que tenemos hoy es la que merecemos si no empezamos a ser más congruentes entre nuestras acciones y anhelos, si no comenzamos a ser más sociales en lugar de individuales, la clave del éxito es considerar a otros, buscar resolver de forma humana los conflictos y trabajar como equipo por un bien común. Aún somos más los que podemos marcar la diferencia en este rumbo, seamos el cambio que queremos ver.
La vida que merecemos
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