“La fortaleza va creciendo en proporción a la carga”. – Thomas W. Higginson.
En política hay una regla no escrita pero inquebrantable: cuando una mujer firme, inteligente y congruente llega al poder, los ataques no tardan en llegar, sobre todo de quienes no toleran verla ejercer autoridad. Es el caso de la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle García, quien ha sido blanco de una campaña absurda y sin sustento por el supuesto aumento de su salario. Una ofensiva tan ridícula como reveladora del machismo y la envidia que aún dominan en ciertos sectores de la política veracruzana.
El hecho fue simple. Sin aspavientos, sin conferencias ni discursos, la mandataria respondió con la elegancia de quien tiene la verdad de su lado: publicó en sus redes sociales el decreto de 2016 donde el propio gobierno de aquel entonces —emanado de otra administración— aprobaba el ajuste salarial del Ejecutivo estatal. Nadie dijo nada en ese tiempo, nadie levantó la voz. ¿Por qué? Porque entonces el titular del poder era un hombre, y el machismo político no ve pecado alguno cuando quien cobra mejor es varón.
La realidad es incómoda para muchos: aún no asimilan que una mujer gobierne, y menos que gobierne con firmeza y autoridad. Por eso los ataques no son a la cifra de un salario, sino a la figura que lo representa. Porque en el fondo no soportan que Rocío Nahle ejerza el poder sin pedir permiso, sin someterse, sin miedo.
Lo más irónico es que diputados, senadores, alcaldes e incluso regidores ganan mucho más de lo que percibirá la Gobernadora, pero eso no genera escándalo. El punto no es el dinero, sino la intención de desgastar su imagen. Y ahí es donde los opositores y los pseudo morenistas —esos misóginos disfrazados de compañeros— se equivocan de nuevo. Entre más la golpean, más fuerte la vuelven.
Nahle aprendió bien la lección de Andrés Manuel López Obrador: resistir el embate para dejar que sean los ataques los que desnuden la miseria moral de los agresores. Y en esa lista aparece, cómo no, el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara, quien hoy se abraza con los Yunes y los dirigentes de Movimiento Ciudadano, evidenciando que la incongruencia también se paga. Su reputación de acosador y misógino lo precede, y su odio hacia la gobernadora no es más que reflejo de su propio fracaso político.
Al final, los golpes que buscan debilitar a Rocío Nahle no hacen más que fortalecer su liderazgo. Porque en Veracruz, como en la vida, las mujeres que resisten los embates del poder se convierten en su propia fortaleza.
Al tiempo.
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