La otra cara de la política

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No los pudiste matar

by Bernardo Gutiérrez Parra

Una amiga a la que agradezco el detalle, me obsequió el libro “No me pudiste matar” donde su autor, Ciro Gómez Leyva, narra el atentado que sufrió la noche del 15 de diciembre de 2023 y del que salió ileso por un verdadero milagro del cielo. En el libro, el periodista lo cuenta todo, menos quién lo mandó matar porque no lo sabe. Quien se supone que sí lo sabe (aparte del autor intelectual), es Armando “N” alias “El Patrón”, orquestador del atentado, pero su versión es improbable.

Según este sujeto, la orden de liquidar al periodista provino del Cartel Jalisco Nueva Generación. Pero especialistas en asuntos policiacos aseguran que eso es punto menos que imposible por una sencilla razón: Ciro jamás le ha dado motivos al Mencho Oceguera como para que éste quisiera cortarle el hilo de la vida. Aunque la hipótesis sigue viva y no se descarta.

Una versión que se acerca a lo verosímil pero hay que probar, dice que el autor intelectual pudo ser alguien que idolatra a Andrés Manuel y al que molestaba que Ciro le revirara al tabasqueño cuando este lo atacaba. Este sujeto habría contratado al Patrón que a su vez contrató al Bart, al Pool y a otros tres compinches para que hicieran la chamba en la que fracasaron.

¿A quién va dedicado el título del libro? Por supuesto que al Bart, autor material del atentado. Pero es un traje a la medida para que se lo ponga López Obrador, cuya obsesión durante su sexenio fue “matar” profesionalmente a los periodistas que se le salieron del huacal.

Cuando llevaba seis meses en el cargo y era visto como un dios por la mitad del país, comenzaron sus ataques a medios y comunicadores de manera leve, casi como jugando. Pero paulatinamente fueron subiendo de volumen hasta que en febrero del 2023 y para desviar la atención sobre los muertos por la pandemia del Covid, dijo que daría a conocer una lista con los nombres de los periodistas “chayoteros” que se habían enriquecido gracias a las “carretadas” de dinero que recibieron de los gobiernos del PRI y el PAN.

Y en marzo lo cumplió.

En una lista con 37 nombres aparecieron entre otros Joaquín López Dóriga, Raymundo Riva Palacio, Jorge Fernández Menéndez, Sergio Sarmiento y Carlos Loret de Mola, su némesis.

Quienes de esto saben, dicen que la lista obedeció a un plan muy gandalla del tabasqueño dividido en dos partes. La primera consistía en provocar la ira de sus seguidores para que donde vieran a esos periodistas los agredieran verbal y físicamente. Si alguno era linchado y asesinado, pues ya ni modo. Y la segunda parte consistía en “condenar enérgicamente” los ataques y reprobar (también enérgicamente) la actitud de los agresores, para quedar ante el pueblo bueno y sabio como defensor de los comunicadores y de la libertad de expresión.

Pero los presuntos chayoteados le echaron a perder el numerito.

Con comprobantes fiscales en la mano, mostraron que los supuestos “chayotes” eran convenios debidamente registrados ante Hacienda y el SAT, con lo que se desactivó la bomba que pudo provocar más de una golpiza. Pero el que estalló fue el presidente.

Frustrado y furioso, Andrés Manuel se les fue encima, principalmente a Carlos Loret que se convirtió en su pesadilla porque el periodista dio a conocer (con pruebas documentales), los negocios chuecos y multimillonarios de los zánganos que tiene por hijos y los sobres amarillos que recibieron al menos dos de sus hermanos.

Fuera de sí el tabasqueño los bañó en improperios: mercenarios, mitoteros, argüenderos, mentirosos, farsantes, hipócritas, vendidos, esbirros de la derecha, traidores y otras lindezas. Con Carlos se ensañó al filtrar sus presuntas propiedades y amenazó con pedirle al SAT que hiciera públicos sus ingresos.

Y no contento los calumnió, denigró, difamó y denostó hasta la náusea. Se convirtió en un remedo de dictador bananero al que le molestaban los cuestionamientos de los reporteros de Reforma, Proceso y El Universal (sólo por mencionar a tres). Pero era feliz con las preguntas de lord Molécula, el Pirata y la Keniana.

Antes del atentado a Ciro, Loret era el receptor de sus obuses; después del atentado fue el propio Ciro el que recibió los ataques. Si en un principio se mostró solidario con el periodista, poco duró su solidaridad al insinuar que la agresión pudo ser un autoatentado para perjudicarlo a él y a su gobierno.

López Obrador quiso aniquilar el periodismo y a los periodistas críticos, quiso “matarlos” a todos y así eliminar el único contrapeso que le faltaba para hacer polvo la endeble democracia que aún tenemos.

Pero no pudo; le falló el tiro y fracasó estrepitosamente.

bernagup28@gmail.com

 

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