“Friedrich Nietzsche, a 125 años de su muerte.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Uno de los filósofos más cautivantes e influyentes de la era moderna sin duda alguna es Nietzsche. Sobre su abundante y revolucionaria obra se ha escrito de todo y en demasía, eso no significa que se agote el interés, la reflexión y el análisis sobre la misma. Además, se puede leer determinada obra del filólogo alemán, pasa el tiempo, y, cuando se relee se disfruta mejor que en el momento que se leyó por vez primera. Esto me está sucediendo en esta relectura que estoy efectuando sobre: “Así habló Zaratustra”. Obra cumbre del autor y obra que abordaremos en este mes dedicado a recordar al controvertido e inigualable filósofo. Para no perder espacio en el presente artículo, ingresemos directamente al análisis sobre el libro.
De entrada, estamos ante una novela filosófica la cual se publicó entre 1883-1885. El lector debe saber que Zaratustra fue un profeta iraní que vivió allá por el siglo VI a. C., sus enseñanzas tuvieron un gran valor en la antigua civilización Persa. Nietzsche utiliza a esta histórica e importante figura y lo pone a caminar y a enseñar la nueva doctrina: la del superhombre. Mas, no nos anticipemos, partamos del principio. Cuando Zaratustra tenía treinta años se fue a la montaña y demoró diez años inmerso en ese lugar. Allí seguramente se purificó y reflexionó sobre lo que había sido y ya no quería ser. Seguramente allí en la soledad que te obliga a pensar con claridad y dureza, reconoció la miseria del hombre moderno. Que es el hombre de la época de Nietzsche. Un hombre timorato, sumiso, dominado por la religión, el Estado. Un hombre masa que no piensa, sólo obedece. Acto seguido, Zaratustra decide dejar la montaña y bajar a ver a los hombres, visitar a los pueblos y predicarles la buena nueva: “Yo enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado.”
Algo más y muy trascendental, para que Zaratustra pueda predicar y enseñar el nacimiento del nuevo hombre, lo primero que hace es anunciar que: “Dios ha muerto.” Sí, el Dios que eternamente ha regido e influido en el corazón del hombre, ha muerto. Quizás, los mismos hombres que lo crearon, ahora lo acaban de sepultar. Lo que es un hecho es que Dios ha muerto y por lo mismo Zaratustra dice traerles un regalo a los hombres: la enseñanza del superhombre. La muerte de Dios es el fin del Dios moral, es decir, el fin de los valores universales que por siglos intentaron regir al hombre, más, aunque siempre se enseñaron, pocos hombres, muy pocos, los vivieron. Si usted lo duda, recuerde que por sus frutos os conoceréis. Ahora bien, en la construcción del superhombre, Zaratustra se encargará de enseñar los nuevos valores. A partir de este momento el profeta comienza a caminar y reunirse con personas, arriba a diversos pueblos, en algunos momentos la sacudida que realiza Nietzsche en los discursos de su personaje es estremecedora. Desde luego que difícil, dolorosa, sin embargo, absolutamente realista:
“Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que tiene que ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? Todos los seres hasta ahora han creado algo por encima de ellos, ¿y vosotros preferís ser el reflujo de esa marea y regresar al animal antes que superar al hombre? ¿Qué es el mono para el hombre? Una carcajada o una afrenta dolorosa. Y eso será el hombre para el superhombre: una carcajada o una afrenta dolorosa. Habréis recorrido el camino que dista entre el gusano y el hombre, y aún hay mucho en vosotros que sigue siendo gusano. En otro tiempo fuisteis mono y todavía hoy el hombre es más mono que cualquier mono… ¡Mirad, yo os enseño el superhombre! ¡El superhombre es el sentido de la tierra!”
Con este entendimiento sobre el propósito de Nietzsche en la obra, ya podemos avanzar en el libro y se encontrarán con capítulos pequeños, pero muy profundos, claros, brillantes y provocadores, sobre enormes cantidades de temas que aborda el profeta para criticar o alabar según sea el caso, lo que debe morir y lo que debe vivir o nacer. Hay muchas partes que me gustaría compartirles, pero, por ahora me centraré en el titulado: “Del nuevo ídolo.” El nuevo ídolo que se debe aborrecer es el Estado, Nietzsche a través de su personaje se pregunta:
“¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Pues bien! Abridme ahora los oídos, pues voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos. Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos. Incluso miente con frialdad; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “Yo, el Estado, soy el pueblo.” …Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y miente en todo lo que dice –y todo lo que tiene lo ha robado. Todo en él es falso: ese mordedor roba con dientes robados. Falsas son hasta sus entrañas.”
El filólogo alemán continúa desnudando la bajeza del hombre moderno y por eso mismo quiere cambiarlo por el superhombre. La bajeza estriba no en obedecer, se comprende que para vivir y convivir se requieren leyes y de automático las leyes nos llevan a crear autoridades que tienen la función de mantener el orden. Hasta ahí es comprensible, empero, cuando la gran masa adora, se entrega, se auto esclaviza a un régimen, por nefasto que sea, allí el hombre regresa a su original esencia que es la de mono. Porque afirma Nietzsche que el Estado se creó para dominar a los superfluos. Desde luego que, ya instituido el Estado, buscará seducir a los más inteligentes y sensatos para legitimarse, pero ese ser si es realmente prudente no caerá en sus garras. Puntualizando que la mayoría sucumbe, porque las prebendas se antojan irresistibles, no obstante, en lo que el Estado recluta a los más ágiles y honorables, para luego convertirlos a la religión de la deshonra. Mientras esto sucede, el Estado está tranquilo porque sabe que cuenta con la gran mayoría, con la masa que es superflua, que no piensa, que voluntariamente obedece y en algunos casos elige a unos pocos para que se empoderen y formen parte del Estado, estos pocos son elegidos no porque piensen, al contrario, esa es su gran virtud, el lema es: sino piensas estarás en el poder:
¡Mirad, pues, a esos superfluos! Adquieren riquezas y se tornan más pobres. Quieren poder y, en primer lugar, la palanca del poder, mucho dinero, – ¡esos insolventes! ¡Mirad cómo trepan esos ágiles monos! Trepan unos por encima de otros y así se arrastran hasta el fango y la profundidad. Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer, – ¡que la felicidad se sienta en el trono! A menudo es el fango que se sienta en el trono –y también con frecuencia el trono en el barro. Para mi todos son dementes y monos trepadores y sobreexcitados. Su ídolo, el frío monstruo, me huele mal: todos ellos juntos me huelen mal, esos idolatras. Hermanos míos, ¿acaso queréis asfixiaros con el aliento de sus hocicos y concupiscencia? ¡Es preferible romper las ventanas y salir al aire libre! Apartaos del mal olor…Aún hay espacio libre en la tierra para almas grandes. Aún quedan muchos lugares para solitarios y parejas cuyo alrededor sople el perfume de mares silenciosos. Aún es posible una vida libre para almas grandes. En verdad, quien poco posee, menos será poseído, ¡alabada sea la pequeña pobreza! …Allí donde el Estado cesa, comienza el hombre que no es superfluo.”
Estas son unas muy pequeñas partes de las enseñanzas que promulga el profeta Zaratustra. Busca apasionadamente transformar al hombre, aclarando que para Nietzsche transformar es cambiarlo para elevarlo, no para manipularlo, dominarlo, sojuzgarlo. No, eso no es transformar, es reidiotizar. Y si tenemos alguna duda, recuerden qué: por sus frutos os conoceréis. Continuaremos con el profeta Zaratustra.
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