El berrinche de una “muñeca” naranja

“El hombre superior siempre se culpa a sí mismo, el hombre inferior siempre culpa a los demás”. – Bernard.

Por más intentos que haga por disfrazar su enojo de discurso democrático, el ex candidato de Movimiento Ciudadano (MC) a la alcaldía de Poza Rica, Emilio “La Muñeca” Olvera, ha dejado ver su verdadero rostro: el de un político que no sabe perder y que, en su desesperación por no quedar fuera del escenario, ha optado por la vía más ruin y peligrosa que puede adoptar un actor político en tiempos de crispación: dinamitar la confianza ciudadana en las instituciones electorales.

En su más reciente mensaje en redes sociales, Olvera acusó —sin pruebas, sin sustento y con una irresponsabilidad descomunal— que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) habría “consumado el fraude electoral” al ratificar el triunfo de la morenista Adanely Rodríguez. La afirmación, propia de quien confunde su deseo con la realidad, no solo carece de fundamento jurídico, sino que exhibe el talante autoritario y profundamente antidemocrático de quien, al no ver colmadas sus ambiciones personales, prefiere incendiar la pradera antes que aceptar la derrota.

La narrativa del “robo electoral” se ha convertido en el último refugio de los derrotados, en especial cuando la revisión de los votos, la apertura de urnas y la revisión jurisdiccional no les favorece. En el caso de Poza Rica, todas las instancias electorales —desde el Organismo Público Local Electoral (OPLE), pasando por el Tribunal Electoral de Veracruz (TEV), hasta llegar al TEPJF— confirmaron que fue Emilio Olvera y su equipo quienes incurrieron en prácticas fraudulentas, revirtiendo con ello el resultado que en un primer momento intentaron presentar como “triunfo ciudadano”.

El fallo del Tribunal no dejó lugar a dudas: el proceso fue manipulado desde las estructuras operativas del MC en la zona, y las irregularidades detectadas fueron tan evidentes que ameritaron la corrección del resultado. Aun así, “La Muñeca” decidió ignorar los hechos, la ley y la ética, para emprender una cruzada mediática de odio, desinformación e infodemia que, más que dañar al gobierno o a su adversaria política, daña profundamente a Poza Rica y a su gente.

Porque lo verdaderamente lamentable no es solo su berrinche pos electoral, sino la forma en que ha utilizado la tragedia humana derivada de las recientes inundaciones en el norte de Veracruz para alimentar su campaña de desprestigio. Mientras miles de familias lo perdían todo, mientras la solidaridad se hacía presente desde todos los rincones del estado, Emilio Olvera optó por el camino del cinismo: atacar, descalificar y sembrar odio.

En lugar de mostrar empatía con los damnificados, el ex candidato decidió convertir el dolor ajeno en capital político. En sus redes, en entrevistas y en foros, aprovechó cada espacio no para convocar a la ayuda, sino para acusar al gobierno federal y estatal de “abandonar” a los veracruzanos, en una estrategia cuidadosamente diseñada para desacreditar a las instituciones. Y no lo hizo solo.

 

La maquinaria naranja de la infodemia

Resulta cuando menos sospechoso el acceso privilegiado que Emilio Olvera y su equipo han tenido a los principales medios de comunicación nacionales. Su narrativa del “fraude” fue reproducida —sin contraste ni rigor periodístico— por plataformas y figuras mediáticas de alto perfil: Latinus, El Universal Online, Ciro Gómez Leyva, Azucena Uresti, Joaquín López-Dóriga, Carlos Loret de Mola, Código Magenta, Diario La Razón, La Silla Rota, Revista Proceso, Reforma, Imagen Noticias, Milenio, Sin Embargo, SDP Noticias, Nación321, El País y UnoNoticias.

La pregunta obligada es: ¿quién financia semejante despliegue mediático? ¿De dónde provienen los recursos para pagar espacios en medios tan costosos y con tanta visibilidad? ¿Estamos ante una operación financiada desde los gobiernos de Jalisco o Nuevo León, bastiones del movimiento naranja?

Nada en política ocurre por casualidad. MC ha encontrado en Veracruz un terreno fértil para la confrontación mediática y el sabotaje discursivo. Su estrategia, dirigida desde el centro, busca no solo colocar a sus figuras locales, sino erosionar la legitimidad de los gobiernos morenistas a nivel estatal y federal, con miras a la sucesión presidencial de 2030.

El caso de Emilio Olvera no es aislado; es un eslabón dentro de una cadena más amplia de operaciones políticas que MC ha desplegado en distintos puntos del país: campañas de desinformación, victimización mediática, manipulación del discurso ciudadano y, sobre todo, una apuesta abierta por dinamitar la credibilidad de las instituciones.

 

El padrinazgo de Manuel Huerta

En esta trama no puede pasarse por alto la figura del senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara, quien durante todo el proceso electoral fungió como padrino político y operador encubierto de Emilio Olvera. Diversos testimonios de actores locales y militantes de Morena en la región señalan que Huerta no solo brindó apoyo logístico, sino que movilizó estructuras territoriales originalmente morenistas para favorecer la causa del abanderado de Movimiento Ciudadano.

El respaldo de Huerta no fue un secreto. En múltiples actos y reuniones privadas en Poza Rica y municipios vecinos, el senador dejó ver su simpatía por el proyecto de Olvera, en abierta contradicción con la línea política de su partido. Este comportamiento, que en su momento fue tolerado bajo la idea de mantener “puentes de diálogo”, hoy le ha valido un procedimiento de expulsión de Morena, impulsado por los propios órganos internos del partido, ante la evidencia de su intervención irregular en el proceso.

La intervención de Manuel Huerta revela un fenómeno preocupante: el traslape de intereses entre operadores de Morena y MC, donde viejos cuadros políticos, resentidos o desplazados, buscan abrirse camino bajo nuevas siglas, mientras mantienen un pie en la estructura del partido en el poder. Este doble juego erosiona la confianza interna y deja claro que el oportunismo político no distingue colores.

Huerta, con su trayectoria de luchador social, tenía todo para consolidarse como un referente de la izquierda veracruzana. Sin embargo, su cercanía con Olvera y su participación en una estrategia destinada a desacreditar un proceso electoral limpio lo colocan hoy en el ojo del huracán. Si el proceso de expulsión avanza —como todo parece indicar—, su caída será tanto política como moral, y confirmará que en la política veracruzana los pactos en lo oscuro siempre terminan saliendo a la luz.

 

El papel oscuro de los operadores

Detrás del berrinche de “La Muñeca” asoma también la mano de José Manuel del Río Virgen, personaje de absoluta confianza de Dante Delgado Rannauro y uno de los operadores más polémicos del movimiento naranja. Del Río Virgen ha sido señalado una y otra vez como el enlace entre MC y ciertos sectores de Morena, particularmente con Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados.

Su influencia en Veracruz no es nueva. Fue uno de los principales artífices de la estrategia electoral naranja en el estado, y su sello es visible en cada movimiento: victimización, discurso de persecución política y una narrativa calculada para convertir a sus aliados en mártires. Lo que hoy vemos con Emilio Olvera lleva su firma.

 

Poza Rica: la víctima colateral

Pocas veces la política local había sido usada con tanta irresponsabilidad. Poza Rica, ciudad históricamente obrera, productiva y solidaria, se ha visto envuelta en una guerra mediática que no pidió. Las familias afectadas por las lluvias y las inundaciones, en lugar de encontrar unidad, se han topado con la polarización que promueve el excandidato.

Las redes sociales se han llenado de mensajes contradictorios, videos manipulados, declaraciones sin sustento y un discurso incendiario que busca deslegitimar todo esfuerzo gubernamental. Es la lógica de la infodemia: saturar al ciudadano con tanta información falsa que termine desconfiando de todo y de todos.

Mientras el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y las dependencias estatales se desplegaban para atender a la población, el equipo de Olvera se dedicaba a difundir videos editados, señalando supuestas omisiones, falsificando datos y acusando de “abandono total” a las autoridades. El propósito no era ayudar, sino capitalizar políticamente la desgracia.

 

¿Hasta dónde llegará el caos naranja?

El caso de Emilio Olvera debería preocupar no solo a los pozarricenses, sino a todo Veracruz. Porque lo que está en juego no es una alcaldía ni una revancha personal, sino el respeto al orden democrático. Si cada candidato derrotado decide desconocer los resultados y gritar “fraude” hasta que los medios nacionales lo reproduzcan, ¿qué quedará de la confianza en el voto?

El MC juega con fuego. Al alentar este tipo de actitudes, se coloca en el terreno del populismo mediático, donde la emoción y el escándalo sustituyen a la razón y al debate. Dante Delgado, político veracruzano de larga trayectoria, debería saber que los proyectos que se construyen sobre la mentira terminan devorados por ella.

No hay democracia posible sin respeto a las reglas del juego. Y en Poza Rica, las reglas se cumplieron. Se abrieron las urnas, se contaron los votos, se revisaron las actas y las instancias jurisdiccionales hablaron. El ganador fue Adanely Rodríguez, y punto. Cualquier otra versión es un intento de confundir, dividir y manipular.

 

Una reflexión necesaria

La política moderna exige madurez. Perder una elección no es una derrota personal, sino una oportunidad de construir desde la oposición. Pero Emilio Olvera parece incapaz de comprenderlo. Prefiere victimizarse, culpar al sistema, a los jueces, a los ciudadanos y al propio destino antes que reconocer sus errores.

El peligro está en que su discurso no se queda en lo anecdótico. Alimenta el desencanto, refuerza la idea de que las instituciones no sirven y promueve la desconfianza hacia la democracia misma. Es el mismo veneno que ha corroído a otras naciones y que hoy amenaza con infiltrarse en el tejido político mexicano.

Si algo debe aprenderse de este episodio es que la democracia no se defiende con gritos, sino con respeto a la ley. Y que la legitimidad no se construye con likes ni con trending topics, sino con trabajo, compromiso y verdad.

El tiempo pondrá a cada quien en su sitio. A los que ganaron, la responsabilidad de gobernar con sensibilidad y eficacia. A los que perdieron, la obligación de reconstruirse sin mentiras. Y al pueblo de Poza Rica, la tarea de no dejarse arrastrar por el ruido, sino seguir apostando por la razón y la esperanza.

Porque, al final, la infodemia naranja pasará, pero la dignidad democrática de Veracruz debe permanecer intacta..

 

Al tiempo.

 

astrolabiopoliticomx@gmail.com

“X” antes Twitter: @LuisBaqueiro_mx

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