No comprendo el paso de cuarenta años. Es lo más difícil que he vivido. Cercano a la muerte. Angustia, terror, impotencia. El Terremoto del 85 parecía un cuento de horror. Gritos, llanto, descontrol total. Un movimiento no experimentado que desconcertaba. Intensas nubes de polvo que invadían los espacios, producto de derrumbes. El pánico que lleva a correr sin rumbo fijo. Estampidas grupales de quienes tenían las miradas pérdidas, atónitas. Momento de gran hermandad donde los mexicanos- no el gobierno- fueron uno. Nada de abismos sociales, religiosos, políticos, económicos. Construyendo solidaridad y amor. Se rescató, brindó medicinas, cobijas, comida, agua. *** Las historias tienen registro en medios de comunicación, libros, películas. Aunque cada año se recuerde quienes lo vivimos- sobrevivientes de la fatalidad- lo hacemos con tristeza y melancolía porque perdimos la paz y tranquilidad. Lo más tangible se encuentra en la memoria. Sacudió conciencias y se tomaron medidas. La putrefacción humana flotó en actos de rapiña. Imperó la solidaridad durante todo el tiempo de la gran tragedia. Dejó muchas enseñanzas como el aprendizaje sobre la importancia de la salud y vida. *** Los gobiernos no necesitan hacer gastos de celebración al respecto sino alertarse. Los perniciosos recortes presupuestales a la salud- cuando es un problema no resuelto como otros básicos- repercutirían en la solución. Si repitiera no sabrían que hacer porque la mediocridad y falta de conocimientos -en la mayoría del gobierno- lo impediría. Deseamos que no llegue por el bien de todos. *** Mención aparte y agradecimiento a los héroes de esa jornada: los Topos. Arriesgaron su vida por sus semejantes. Honor a quien honor merece. *** Y para las agruras…
INOLVIDABLE
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