CENTENARIO DEL NATALICIO DE FERNANDO SALMERÓN ROIZ. (II)

Las mocedades de Ortega y Gasset. (Segunda parte)

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Don Fernando Salmerón tuvo que haber realizado un estudio muy minucioso para poder escribir un libro sobre José Ortega y Gasset de la manera en que lo hizo. Además, el trabajo se revalora cuando se conoce que Ortega fue un pensador que utilizó varios medios literarios para ir expresando sus ideas como el ensayo, los artículos periodísticos, sus textos publicados por revistas, las conferencias y discursos que pronunciaba. Desde luego que, a partir de 1914, fecha en que salió publicado su primer libro titulado: “Meditaciones del Quijote”, Ortega se convertirá en un prolífico escritor y sus obras serán el centro de atención. No obstante, Don Fernando Salmerón en este estudio sólo se está enfocando en conocer el pensamiento de Ortega en su etapa de juventud, por lo mismo, en todo el estudio del filósofo español el material que se utiliza y señala como fuente argumentativa, se encuentra en artículos periodísticos, de revistas, las cartas que Ortega se enviaba con Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, entre otros destacados literatos.

A través del estudio de Don Fernando Salmerón nos queda muy claro que Ortega desde joven fue un personaje crítico. Así como en el artículo anterior resaltamos la fuerte crítica que le realizó a la Universidad de España por su falta de compromiso de formar jóvenes preparados y profesionales, así como carentes de valores e ideales, ahora el joven Ortega se va contra los literatos de su época. El lector no debe pensar que Ortega actuaba de forma soberbia, altiva y acusativa. Sus escritos y posturas tenían fuerza porque los males que desnudaba estaban a la vista. Ortega señalaba que los intelectuales de la generación del 98; piense usted en Antonio Machado, Pío Baroja, el propio Unamuno, Ramón del Valle-Inclán, el afamado Azorín, si bien Ortega admiraba y reconocía la belleza de su prosa y la importancia estética de algunos de sus libros, Ortega les reclamaba que sólo habían vivido encerrados en su arte sin hacer nada por evitar la decadencia de España. Por lo antes señalado, Don Fernando Salmerón cita sobre este planteamiento el pronunciamiento de José Ortega y Gasset:

Piensa Ortega que el valor de un libro es el que tienen sus elementos asimilables, los que pueden pasar al lector, entrar en él y convertirse en sangre y carne propias. ¿Qué importa la tarea del artífice, los primores del taller, las dificultades vencidas? Es triste lo que ocurre en España, que la vida intelectual no sólo es pobre, sino amanerada y narcisina. Ocurre lo que en todas las literaturas de decadencia, que se desentienden de todos lo intereses humanos para cuidar exclusivamente del virtuosismo. Contra esta literatura propia de la aristocracia femenina, no caben sutiles discusiones ni sensiblerías estéticas, lo indicado es la crítica bárbara que aparta todo preciosismo y demanda al artista el secreto de las energías humanas que guarda en arte dentro de sus místicos arcaces.”

Por su puesto que, ante el planteamiento de Ortega podemos estar o no de acuerdo. En lo personal, siempre he admirado a varios de los escritores del 98, sin embargo, en lo que si estoy de acuerdo con Ortega es en el siguiente postulado: un hombre de letras, un hombre formado en el campo de las humanidades, estará moralmente obligado a presentar una postura ante la realidad en que vive. Citando a Gabriel Zaid, un intelectual influye en la sociedad. Sus libros, discursos, artículos, conferencias, indudablemente poseen fuerza y no en pocos casos el contenido llega conmover al lector.

El hombre de letras tiene todo el derecho a dedicar la mayor parte de su tiempo a leer y escribir, mas, en algún momento la realidad le exigirá dé la cara. Ofrezca un posicionamiento. Pensemos en un ejemplo del reciente pasado: José Revueltas y Heberto Castillo fueron encarcelados por participar a favor del movimiento estudiantil de 1968. Octavio Paz fungía como embajador de México en la India y a los dos días de la matanza renunció al cargo como embajador. E incluso, al paso del tiempo los opositores de Paz han argumentado que no fue una renuncia total, porque siguió cobrando su sueldo, por ahora lo importante es que Octavio Paz presentó una postura contra la censura del gobierno. Bueno, independiente a la grandeza de sus obras, a los errores humanos que todos ellos tuvieron, con defectos y virtudes fueron intelectuales que en el momento que la realidad les exigió demostrar quiénes era, lo demostraron. Cada quien desde su trinchera por humilde que sea, debe poseer una ética y estará obligado a defenderla a costa de lo que sea. Sabemos que esta actitud no es fácil, y más cuando la ética se defiende ante un régimen, aun así, el esfuerzo siempre debe realizarse, caso contrario, ¿con qué autoridad moral seguirás escribiendo, dando clases…?

He aquí el valor del planteamiento de Ortega. El filósofo español no está contra la erudición, contra las creaciones literarias libres, está contra la falta de compromiso social de esos hombres que por el sólo hecho de ser literatos, filósofos, profesores, académicos, deberían actuar con mayor compromiso y honor. Don Fernando Salmerón robustece el posicionamiento de Ortega citando lo siguiente:

La justicia obliga a no exigir responsabilidad sino de los actos libres, por eso los poetas son responsables de la rectitud de su estética, pero no lo son de la belleza de sus poseías. Descubre el crítico que estos poetas piensan que el alma universal está contenida en cada palabra, y no en el concepto, sino en el material físico del vocablo, en el sonido. Y no se dan cuenta de que las palabras son los lugares donde habitan las ideas, las imágenes y los sentimientos y, por lo tanto, sólo pueden emplearse como signos de valores, nunca como valores. La belleza de las palabras no es poética, viene del recuerdo de la música, y la melodía elemental que ellas reproducen es una fuerza de placer estético importante, pero nunca el centro de gravedad de la poesía. Se equivocan los poetas al emplear como materia artística lo que es solamente instrumento para labrar esa materia, nova y única en todas las artes, la vida, que sólo lleva frutos estéticos.”

Todo lo argumentado nos lleva a reflexionar en el siguiente sentido. La literatura que se produce, los artículos periodísticos que día a día se leen, los conferencias, las revistas, las clases que dictan los profesores, el compromiso que el cuerpo docente tiene con la enseñanza, etc., serán el reflejo del progreso o la decadencia de una nación. Verdad es que el aparato político es regularmente limitante, en algunos casos intimidador, empero, siempre ha sido así. Y por eso mismo el papel de los intelectuales y de toda la comunidad académica es de supremo valor, porque cuando un país se encuentra en un proceso de decadencia, degradación, y todo este derrumbe se ve en el rebajamiento de los valores, la debilidad de sus instituciones, en la pretensión de uniformar el pensamiento. Allí es donde el hombre bien formado debe entrar en acción y defender las causas por las que vive y actúa.

Don Fernando Salmerón Roiz nos enseña en su libro que José Ortega y Gasset lo hizo de manera puntual en la época que le tocó vivir. Sin olvidar que años después el filósofo español tuvo que salir exiliado producto de la guerra civil española. Lo que importa es que Ortega y Gasset en su momento defendió a la República Española. La República que es de todos, no de unos cuantos. La República que nos conduce a vivir en libertad, no en uniformidad. Defendamos nuestra República cuestionando, respetando y tolerando a los que piensan diferente. La República no es sólo una forma de gobierno, debería ser una forma de vida que nos conduzca por los caminos de la : tolerancia, civilidad, una equitativa igualad y una sana libertad.

 

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