“Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres.” – Emiliano Zapata.
En política, las rencillas no siempre son ideológicas, muchas veces se tejen a partir de los afectos, las trayectorias y, por supuesto, el poder. Así se explica la creciente rivalidad entre el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara y el secretario de Gobierno de Veracruz, Ricardo Ahued Bardauil.
El más reciente capítulo lo protagonizó Huerta, quien lanzó críticas directas contra la incapacidad del Gobierno Estatal para poner orden en Xalapa, epicentro del conflicto político entre ambos personajes.
Las declaraciones del tribuno no fueron menores: “si no pueden poner orden ni en la capital, mucho menos en hechos como los de Tezonapan”, sentenció al referirse a los disturbios del pasado fin de semana, cuando pobladores quemaron patrullas y casi linchan a dos elementos de Tránsito Municipal por presuntas extorsiones. Las palabras apuntaban con claridad hacia el círculo cercano de Ahued, a quien responsabiliza del presunto desgobierno en la capital.
Pero este desencuentro tiene raíces más profundas.
Huerta ha sido dos veces diputado, además de senador y delegado federal con una sólida base militante en Xalapa. Su presencia en la ciudad es estructural, construida con años de lucha desde la oposición.
Ahued, en cambio, ha sido alcalde en dos ocasiones —una por el PRI, otra por Morena— pero siempre con el halo de “candidato ciudadano”. Su carrera se ha edificado, en buena medida, al margen del partido, beneficiado por la vía del voto directo y el respaldo empresarial.
El control político de Xalapa es el centro de la disputa. Para Huerta, la capital debe ser gobernada por cuadros con arraigo social y vocación de izquierda. Para Ahued, la gestión debe centrarse en la eficacia administrativa, alejada del ruido partidista. En el fondo, son dos visiones del poder que chocan: la del político de base frente al técnico con respaldo empresarial.
El conflicto también se adereza con los afectos de la actual gobernadora, Rocío Nahle García, quien ha mostrado mayor cercanía con Ahued. En su visión, el empresario xalapeño representa una figura de conciliación y gestión eficiente, mientras que Huerta carga con el estigma del radicalismo político y la deslealtad evidenciada en su más reciente actuar, pues su presunta alianza con los integrantes del Clan Yunista lo alejan cada vez más del centro del poder político veracruzano.
Recientemente en entrevista radiofónica la mandataria estatal fue clara y contundente, “que cada quien se haga responsables de sus actuares y sus dichos”, en alusión directa al papel y rol que ha venido desempeñando el senador Huerta Ladrón de Guevara, quien no se presentó al más reciente Consejo Político de Morena en Veracruz, por la disputa que tiene con el también dirigente de ese partido, Esteban Ramírez Zepeta, quien abiertamente ha pedido su expulsión del partido.
Queda claro que la disputa aparentemente la va ganando Ahued, pero no puede darse por sentado que será el vencedor porque si de algo presume el senador morenista es de ser un saco de mañas y argucias políticas.
La pelea no es menor. Se disputa no solo el liderazgo de Xalapa, sino el rumbo del proyecto de la Cuarta Transformación en Veracruz. Lo que hoy parece un enfrentamiento de declaraciones, podría escalar a una batalla por las candidaturas del futuro. En la política veracruzana, nada se olvida y todo se cobra.
Al tiempo.
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