Rogelio Franco: libre

“A tus amigos aconséjalos en privado y elógialos públicamente.” – Syro.

Después de más de cuatro años de injusto encierro –mil 556 días para ser exactos-, Rogelio Franco Castán ha recuperado su libertad. Con ello, también ha quedado evidenciada la maquinaria perversa que desde el poder estatal se utilizó para aniquilar políticamente a quien fuera uno de los líderes más visibles y congruentes de la izquierda veracruzana.

Hoy, Franco ha solventado las más de once acusaciones que el gobierno de horror encabezado por Cuitláhuac García Jiménez fabricó en su contra. En el caso de Rogelio Franco “no hubo justicia, hubo venganza”.

Detrás de su encarcelamiento se esconde el miedo que generaba su liderazgo, su capacidad de interlocución y su posibilidad real de aglutinar un bloque opositor sólido en Veracruz. No fue casual que, en pleno proceso electoral, el ex gobernador Cuitláhuac García Jiménez se valiera de su operador más siniestro, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, para orquestar una embestida que tuvo el respaldo de la Fiscalía General del Estado, encabezada por Verónica Hernández Giadáns. El objetivo era claro: sepultar la trayectoria de Franco, alejarlo de su familia y quebrarlo moralmente.

Pero el cálculo fue errado. Franco no solo sobrevivió, sino que resistió. Con su salida de prisión, se confirma lo que durante años se denunció: fue un preso político del sexenio cuitlahuista, utilizado como pieza de cambio en un juego mayor, en el que algunos miembros del Clan Yunes habrían negociado su impunidad usando a Franco como ficha para calmar la ira del lopezobradorismo, tras años de confrontaciones con el propio Andrés Manuel López Obrador.

En una paradoja perversa, uno de los hombres que fundó el PRD en Veracruz y defendió las causas de izquierda auténticas fue perseguido por quienes hoy se dicen herederos de ese mismo movimiento. Las imágenes de Cuitláhuac García disfrazado de payaso en cruceros o animando mítines como personaje de feria son más que una burla: son la muestra del bajo perfil, político e intelectual, de quien jamás entendió el poder más allá del rencor.

Hoy Franco Castán está libre, y con él también su voz, su dignidad y su temple. Volverá a abrazar a sus hijas, a su madre, y con el tiempo decidirá si su camino regresa a la vida pública. Eso sí, alejado de partidos de cartón como Movimiento Ciudadano (MC), convertido en un refugio de oportunistas y rateros.

Dice el refrán popular que “lo que no mata, fortalece”. Y Rogelio Franco, más allá de los barrotes, ya demostró que su espíritu político sigue intacto. Libre, sí. Pero, sobre todo, digno.

 

Al tiempo.

 

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