HOMENAJE PÓSTUMO A MARIO VARGAS LLOSA. (IV)

Le dedico mi silencio”. La última novela.

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

La vida fue tan generosa con Mario Vargas Llosa, que, en el 2023, seguramente estando consciente de su edad, energía, capacidades, decidió publicar su última novela titulada: “Le dedico mi silencio.” De hecho, en la parte final de la obra puntualmente escribió que era la última. Además, así como su primera gran novela: “La ciudad y los perros”, está ambientada en el Perú, de la misma manera esta obra la recrea en su nación de origen. Algo más, igual y es una percepción muy personal, pero en varios momentos sentí claramente cómo el escritor se despedía de sus lectores dejando en la obra un mensaje de sueño, unidad y bienestar para el futuro del pueblo incaico. A diferencia de las anteriores novelas, aquí la trama es más sencilla, ligera, muy lejos estamos de esas técnicas narrativas revolucionarias, complejas y magistrales. Lo anterior no implica que sea una mala obra, para nada, no obstante, se siente el paso de los años en la narrativa y en la vida misma del autor.

Estamos ante una novela donde el personaje central se llama Toño Azpilcueta, un amante y experto de la música criolla. Toño desde los quince años se apasionó por los valses, polcas, marineras, y en general toda producción artística nacida en su país. Ha pasado años escribiendo artículos en revistas y periódicos sobre artistas locales y regionales. Toño vive de manera muy modesta con su esposa Matilde y sus hijas Azucena y María. Matilde oferta sus servicios de lavado y planchado de ropa ajena para poder cubrir los gastos básicos de la familia. Toño de vez en cuando recibe algunas ganancias por los artículos que escribe y para que sus hijas pudieran estudiar becadas, él debía impartir gratuitamente en el instituto clases de folclore peruano. Un día Toño recibe una llamada del reconocido escritor José Durand Flores, Toño se sorprende que lo ande buscando el afamado literato. A los pocos días logra platicar con él y José Durand lo invita a una velada donde tocará Lalo Molfino.

Toño Azpilcueta se sorprende de que nunca haya escuchado hablar de Lalo Molfino, no por un acto de soberbia, pero él sabe que conoce a casi todos los artistas locales y regionales. El día de la bohemia llegó y Toño acudió más con el interés de saludar al gran José Durand Flores, que por saber quién era ese tal Lalo Molfino. Nos ubicamos en un barrio de Lima, Perú., de esos barrios humildes y descuidados. Toño llega a una casa grande de dos pisos. Me imagino que la casona se distingue. Allí saluda a José Durand y mientras todos los asistentes beben Pisco, una de las bebidas tradicionales del Perú, de pronto José Durand hace uso de la palabra, solicita silencio y presenta a Lalo Molfino. Por unas escaleras sale un joven delgado, alto, con unos zapatos de charol, sin calcetines, recuerdo que el pantalón no le cubría sus tobillos. Toño lo observa y el joven comienza a tocar la guitarra. Todo el público guarda absoluto silencio, están sorprendidos, impresionados ante lo que escuchan. Toño en toda su vida había escuchado que alguien tocara así la guitarra. Bueno, ni siquiera el magistral Óscar Avilés considerado el mejor guitarrista del Perú, logró tocarla como lo hace Lalo Molfino. La velada terminó, Toño intentó saludar a Molfino, mas, el joven desapareció. Toño se fue a su casa con una sensación de felicidad. Había presenciado a un joven que seguramente se convertiría en un fenómeno de la música. Me imagino que Toño lo comparaba con esos genios que nacieron para transformar la música y prácticamente la historia de ese bello arte de la humanidad, quizás pensaba en Bach, Mozart, Beethoven, o en alguna figura de esa estirpe…casi casi no pudo dormir. Lalo Molfino y su música estaban en su mente, en su corazón, recordaba que: “La música había imantado las almas de todos los presentes al punto de que cualquier diferencia social, racial, intelectual o política pasaba a un segundo plano. El patio de la casona estaba electrizado por una ola de compañerismo, reinaba la benevolencia, el amor. Su sentir era compartido, estaba seguro.”

Toño decidió que tenía que buscar al músico para entrevistarlo. A los pocos meses se encontró casualmente con José Durand Flores. Toño emocionado se acercó al intelectual para saber cómo podía localizar a Lalo Molfino, le agradeció lo hubiera invitado a esa noche maravillosa que no podía olvidar. El literato expresó desagrado al escuchar el nombre de Lalo Molfino, le dijo a Toño que lo había hecho perder tiempo y dinero, y algo peor, que aquel talentoso joven había muerto recientemente, parece que se suicidó. Toño sintió como si el mundo se le viniera encima, no lo podía creer, era una pesadilla, aquel joven talentoso no podía estar muerto. Sin embargo, lo estaba. Los días pasaron y Toño se reunió con Cecilia Barraza, otra afamada cantante peruana muy admirada en México, Argentina, Chile, Colombia…Toño además de estar enamorado de Cecilia, la buscó porque supo que Lalo Molfino había trabajado con ella. Se encontraron y se abrazaron como siempre. Toño luego luego le preguntó por Lalo Molfino. Cecilia Barraza le platicó lo que había vivido y padecido con ese genio de la guitarra. La explicación que Cecilia le dio fue muy similar a la que le había ofrecido José Durand Flores, que Lalo Molfino era un ser intolerante, insoportable. Que ellos hicieron todo por soportarlo, sobrellevarlo, pero que el joven no quería tocar con nadie, que trataba mal a los compañeros de los grupos…el dictamen era pésimo, aun así, a Toño no le satisfacía y decidió entonces lo siguiente; escribir un libro sobre la vida de Lalo Molfino, este joven le había enseñado en aquella velada algo que para Toño sería el objetivo central del libro consistente en que la música criolla resolvería todos los problemas del Perú. Sí, como lo escucha, la música sería el factor de unidad, de hermandad, y todos los prejuicios raciales, toda esa historia de división, odios, se acabarían con la música, luego entonces, empieza el proyecto de investigar sobre la vida de Lalo Molfino.

Toño descubrió que Lalo Molfino había nacido en Chiclayo, para lograr saber más y con la ayuda económica de su compadre Collau decidió viajar hasta esa ciudad, en ese contexto se entera que el guitarrista había nacido en Puerto Eten, como a media hora de Chiclayo. Allá fue a parar Toño. Conforme avanza en su investigación se van descubriendo hechos fundamentales en la vida de Lalo Molfino, les adelanto que el niño no tuvo padre ni madre, un sacerdote italiano de apellido Molfino, lo encontró recién nacido abandonado en un enorme basurero. De hecho, el sacerdote se extrañó que al niño no se lo hubieran comido las ratas, porque en esa zona del Perú, abundaban esos roedores a los que Toño les tenía asco y pavor. Aquí el lector se encontrará con un tema que llega a enloquecer al personaje Azpilcueta, su horror por las ratas.

Hasta aquí ya tenemos más información, no mucha, pero algo se ha avanzado sobre la vida de Lalo Molfino. Toño después de meses de investigación empezará a redactar el libro. El resultado final lo podrá conocer cada lector al momento de disfrutar la lectura de esta última novela vargasllosiana. Por ahora, quiero compartirles que si bien estamos ante una novela y Toño Azpilcueta es un personaje ficticio, lo mismo que Lalo Molfino, alrededor de ellos nos encontramos con verdaderos y reconocidos artistas de la música peruana a los que Vargas Llosa de manera directa les realiza un homenaje en esta novela; después de leerla, usted podrá disfrutar un Pisco peruano escuchando al inigualable Felipe Pinglo Alva, a la enorme Chabuca Granda, a la talentosa Cecilia Barraza, y un sinfín de artistas que se nombran en la obra. Un extra, podrá analizar en la novela y luego disfrutar escuchando con un Pisco en su mano, el gran vals peruano: “Ódiame.”

En el folclore peruano hay algo único, por lo menos así lo creo: un vals, titulado Ódiame, en el que un galán pide a su amada que lo deteste, que lo odie, porque piensa que tan sólo se odia lo querido. Compuso su música hace muchos años Rafael Otero, y es probable que nadie hubiera sabido de quién era la jugosa letra hasta que Eduardo Mazzini reveló que el autor era nada menos que el gran poeta tacneño Federico Barreto (1862-1929) …Pero, antes que nada, recordemos las letras con que siempre se ha oído y ha sido cantado este célebre vals:

Ódiame por piedad, yo te lo pido,

ódiame sin medida ni clemencia,

odio quiero más que indiferencia

porque el rencor hiere menos que el olvido.

Si tú me odias quedaré yo convencido

de que me amaste, mujer, con insistencia,

porque ten presente, de acuerdo a la experiencia,

que tan sólo se odia lo querido.

Que vale más, yo niño, tú orgullosa,

o vale más tu débil hermosura,

piensa que en el fondo de la fosa

llevaremos la misma vestidura.”

 

Así concluyó su brillante carrera literaria Mario Vargas Llosa; con esta bella novela se despidió de nosotros y parafraseando al gran compositor brasileño Paulo Sergio, nos dejó dicho: “Esta fue la última novela que escribí para ti.”

 

Correo electrónico: miguel_naranjo@hotmail.com

Twitter@MiguelNaranjo80

Facebook: José Miguel Naranjo Ramírez

 

 

 

 

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