Profesores en la calle

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, sabe el camino del chantaje mucho mejor que el de la pedagogía.

Las autoridades educativas otorgaron a los integrantes de la CNTE y SNTE, 9 por ciento de incremento salarial, más uno por ciento a las prestaciones, retroactivo al primero de enero del presente año, lo cual representa una inversión anual de 36 mil millones de pesos.

La respuesta de los profesores de la Coordinadora fue que el año pasado consiguieron el 14 por ciento, a causa de las marchas por la capital, de tal manera que seguirán manifestándose en diferentes ciudades, mientras los niños se quedan plantados en el salón de clases esperando al maestro ante la anunciada huelga general.

La reivindicación de estos profesores se ha despojado de cuestiones ideológicas, de ideas políticas, de ideales, de principios educativos. Quieren más dinero, aunque no haya prestaciones. Si para lograrlo es necesario abandonar el lugar de residencia, las aulas y su vocación, están dispuestos a hacerlo.

Para que estos chantajes les funcionen y puedan presionar de manera contundente, se radicalizan, de tal manera que si antes no pintaban paredes ahora lo harán, si antes no rompían vidrios, ahora los rompen, si se requiere quemar vehículos lo harán y todo como presión violenta que en algún momento fue una reivindicación laboral digna.

Luego de marchar desde el Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino, los integrantes de la CNTE se dijeron inconformes con la respuesta del gobierno de México y declararon una huelga nacional indefinida, con el pretexto del Día del Maestro.

La mayoría de los profesores del país están integrados al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuyos líderes coinciden con el proyecto de la presidenta Claudia Sheinbaum. Por otro lado, los maestros del CNTE que llegaron desde la noche del 14 de mayo a acampar sobre la plancha del Zócalo capitalino. Con pancartas y la consigna, “nada qué festejar”, exigieron la abrogación a la Ley del ISSSTE 2007, que está actualmente en debate y en foros abiertos, no se ha aprobado ni ha llegado al Congreso, una vez que la regresaron los legisladores para enriquecerla y darle una mayor solidez.

La propuesta de incremento salarial fue del 100% en su sueldo base.

El pliego petitorio es amplio y va desde la búsqueda de impunidad para sus compañeros asociados a delitos comunes, hasta vivienda y cancelación de concesiones de agua a empresas.

Mientras miles de educadores se movilizaban en la CDMX para hacer eco de sus exigencias, la gente se pregunta si los gastos que implican la movilización de estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Hidalgo, Estado de México, Quintana Roo, Michoacán, no podría aplicarse a su salario, lo cual supera, por mucho, lo solicitado por los profesores.

Su movilización es eminentemente política. Pagada para desestabilizar no sólo el tránsito de la ciudad de México sino la vida política del país, frente a las elecciones municipales en Durango y Veracruz, que serán un verdadero laboratorio electoral que anunciarán proyectos para las elecciones intermedias.

El 15 de mayo, se concentraron en las calles de la Ciudad de México 20 mil profesores, algunos con sus familias, como parte del chantaje ante los medios, que ni tardos ni perezosos lo presentaron como una injusticia del gobierno de Morena.

La transformación es saboteada en su proceso de transición por los grupos de presión que impiden el libre camino al cambio. La lucha sindical y los derechos laborales de los profesores nunca antes habían estado tan a salvo como ahora, pero la exposición como oportunistas ante el pueblo de México no les importa, son agitadores sin arraigo en la sociedad, a pesar de su noble práctica en la enseñanza mal aplicada.

Las reivindicaciones laborales son también un proceso como la transición, el salario mínimo es un claro ejemplo. Antes de la llegada del actual régimen se les pagaba a los trabajadores 88.36 pesos diarios, ahora es de 278.80 y seguirá aumentando. No hay empresa por fuerte que sea, que acepte un incremento del 100 por ciento al salario mínimo, pero los profesores, que deben saber más de historia de los movimientos sociales que de matemáticas, exigen lo que nunca ha sucedido en el país con cantidades que no caben en la lógica.

Los incrementos a los profesores antes de la llegada de Morena al poder eran de 3 a 4 por ciento, y todos estaban contentos, protestaban pero no organizaban huelga nivel nacional.

La CNTE no se enfrenta al gobierno gratis, hay ganancia para los líderes, mientras la militancia pasa penurias en casas de campaña improvisadas, sin baño y a veces sin comida, sin importar calor o frío, lluvia o sol.

Hace unos meses se retiró un punto del pliego petitorio por el que amenazaba la CNTE un paro y una marcha. Al día siguiente de haberse cumplido su exigencia, el paro y la marcha se realizó finalmente porque ya estaba pagado el evento, mostrando la comercialización de la protesta.

Para detener el avance del movimiento progresista hay gremios de alquiler, causas vendidas aunque sean perdidas.

Es hora de detener el avance de la derecha disfrazada de reivindicaciones laborales, aquí los conservadores disfrazan su movimiento de la marea rosa por profesores auténticos con una causa ilegítima. El aumento salarial siempre será digno, así como su lucha, pero cuando es utilizada para detener un proyecto nacional, la tolerancia debe mostrar sus límites por el bien de todos.

Es un atentado a la seguridad nacional, en una campaña orquestada para la desestabilización política y económica.

PEGA Y CORRE.- La oposición en el Congreso actúa como si fuera mayoría, ahora anuncia un proyecto alternativo de ley de telecomunicaciones el PAN, al que presentó la Presidenta de la República. Se olvida ese partido que sólo cuenta con 71 diputados federales de 500 que son en total, a pesar de ser la segunda fuerza electoral. Es decir, no tiene conciencia de las limitaciones de su fuerza social famélica…Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

Related posts

La visa de la discordia

México tiene el enemigo en casa

Tuxpan regresa a la barbarie