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Asesinatos de mujeres veracruzanas, historias de horror

by Édgar Hernández
En Veracruz, un estado rico en petróleo en la costa del Golfo, con una población superior a los ocho millones de personas donde el 51% son mujeres, tiene la más alta tasa de asesinatos de féminas en la república.
Tan solo en 2024, 168 fueron asesinadas.
La ubicación estratégica de la región y el enorme puerto en su ciudad más grande la haN hecho históricamente una importante ruta para contrabando y drogas y el poder político ha dependido de manera señalada en lo que va del siglo, de acuerdos con grandes terratenientes y jefes del crimen.
El corredor de Pánuco a Las Choapas que conecta a Tamaulipas y la frontera con Estados Unidos ha sido por décadas la ruta ideal para la criminalidad.
Y en ese maremágnum de alianzas entre el poder y el dinero, las mujeres veracruzanas representan para los Carteles un negocio sustantivo.
Es el negocio de la prostitución. Es su misma participación como protagonistas de acciones bélicas por ser aguerridas y por su calidad innata como estrategas del crimen.
Ese es el lado oscuro de la criminalidad.
Son los feminicidios, la desaparición forzada y convertirlas en carne de cañón.
Para la historia de los pendientes, del no olvido, queda el asesinato masivo de las 50 o más jóvenes mujeres sucedido en momentos en que los Zetas estaban perdiendo su control sobre el estado bajo su control desde el 2004 cuando Fidel Herrera les abre la puerta.
El cartel de los Zetas, que fue fundado por desertores de las fuerzas especiales del ejército, se estableció del 2004 al 2010, cuando las operaciones militares parecían centrarse en el históricamente poderoso Cártel del Golfo.
La violencia aumentó en todo el estado; Las balaceras se volvieron comunes, y cuerpos desmembrados fueron arrojados en las calles de Xalapa.
Las fuerzas de seguridad nacionales han sido acusadas rutinariamente por cometer los mismos crímenes que se supone deben prevenir.
La tropa misma ha sido desplegada en las calles sin capacitación adecuada en situaciones de no combate, y según las Naciones Unidas, las fuerzas estatales, locales y federales son las que han cometido tortura y abuso.
En algún momento en el régimen de Enrique Peña Nieto se le dijo que la Marina, Armada de México limpiaría el estado, pero nunca sucedió.
Una de esas unidades navales fue enviada a Poza Rica, la cual antes había sido un centro de auge petrolero, pero que se convirtió en un foco para el crimen organizado.
Para el anecdotario.
En Agosto de 2011, Carolina Rosales, de 24 años, ayudante de Guardería, fue detenida en una operación dirigida contra un hombre -un presunto secuestrador Zeta- que había sido su novio durante unas semanas. 
Por cuatro días la mantuvieron con los ojos vendados en bases militares secretas, golpeada, y torturada sexualmente.
“Un hombre con ropa normal vino diciendo que venía del departamento de derechos humanos, y que iba a fotografiar mis lesiones en el baño. El me violó,” dijo Rosales, entrevistada en una prisión de la Ciudad de México. Durante el ataque, un marino uniformado entró en la habitación. “Él se ofreció a ayudar, él también me violó.”
Hoy, el crimen organizado ha florecido.
“Toda la guerra contra las drogas es una simulación que ignora las profundas conexiones y acuerdos entre el crimen organizado y el estado Mexicano,” dijo Estela Casados, una antropóloga social de la Universidad Veracruzana, quien dirige el observatorio local de violencia de género.
“El número y la forma en la que las mujeres son asesinadas sirve como un termómetro de la violencia y la impunidad”, agregó.
La cobertura de la guerra contra las drogas en México ha puesto de manifiesto los grotescos espectáculos públicos de violencia: cadáveres decapitados, cuerpos torturados colgando de los puentes.
La tendencia se remonta a Ciudad Juárez en Chihuahua, donde durante los años noventa cientos de mujeres jóvenes fueron torturadas sexualmente y asesinadas, dejando a menudo sus cuerpos expuestos en la calle.
En Veracruz, la desaparición de cientos de víctimas es tendencia, una constante de cara a la indiferencia, como la impunidad, la mismas que engendra el crimen.
Por ello Veracruz se ubica en los primeros sitios en materia de feminicidios, esa es nuestra realidad.
Tiempo al tiempo.
 
*Premio Nacional de Periodismo

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