Ante la amenaza que representa Donald Trump para México y el mundo, como muy pocas veces en la historia de nuestro país, debemos y tenemos que estar unidos los mexicanos y fortalecer nuestra identidad nacional.
La identidad nacional es el sentimiento de pertenencia a una comunidad histórica, cultural, lingüística y social que se corresponde, en mayor o menor medida, con un país, una región o una comunidad política (tomo la definición de la Enciclopedia Concepto de la Editorial Etecé, de España).
La existencia de una identidad nacional supone la manifestación de ciertos sentimientos de amor, orgullo y compromiso con la nación o la patria, agrega la institución.
En el caso de México, los elementos de nuestra identidad nacional son, entre otros, los Símbolos Patrios (con mayúsculas, en la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, texto vigente con la última reformada publicada el 1 de abril del año pasado).
En el Artículo 38 del CAPÍTULO QUINTO De la Ejecución y Difusión del Himno Nacional se establece que la interpretación del Himno se hará siempre en un ámbito que permita observar “la debida solemnidad”.
En el Artículo 45 se expresa que: “La demostración civil de respeto al Himno Nacional se hará en posición de firme. Los varones, con la cabeza descubierta”. Debemos, pues, mostrar el mayor respeto al Himno con amor, orgullo y compromiso con México, más ahora que nos amenaza un energúmeno que tiene Estados Unidos por presidente.
Intolerancia, propia de dictadores
Por eso resulta verdaderamente preocupante que la presidenta del Poder Legislativo de Veracruz, Tanya Carola Viveros Cházaro, no solo ignore la ley vigente en la materia, sino que se muestre insensible a esos sentimientos que nos unen o nos deben unir, más en momentos de peligro para la nación, y de paso se muestre autoritaria, intolerante, contraria a la libertad de expresión, repelente a la crítica, y confunda Veracruz con su partido Morena.
De todo ello dio muestras en la sesión del jueves de la semana pasada cuando se entonó el Himno Nacional y ella, desde la presidencia de la Cámara, se mostró irrespetuosa y antisolemne cuando alzó y mantuvo el brazo izquierdo elevado con el puño cerrado, como si estuviera en una reunión de Morena y no en la tribuna de la más alta representación popular del estado, lo que motivó que el diputado Héctor Yunes Landa le pidiera que actuara con respeto a su investidura, a la representación del pleno, plural, y al Símbolo Patrio, y como respuesta ella le apagó el sonido de su micrófono.
Héctor lo hizo con pleno derecho a su representación, sin faltarle al respeto, en uso de su facultad a manifestarse, dentro del tiempo reglamentario, como un legislador que conoce la Ley y, por encima de todo ello, como mexicano, pero se estrelló contra la intolerancia que caracteriza a los dictadores que silencian todas las voces disidentes para que solo se escuche la suya y la de quienes se les someten y tiran al piso para besarle los pies.
Yunes Landa dejó entonces su curul para ir hasta la tribuna a efecto de pedirle a la morenista que respetara el reglamento interior, se respetara a ella misma por su alta representación y mostrara respeto al Símbolo Patrio y al momento de solemnidad. Encontró oídos sordos, cerrazón.
“La presidencia de la Mesa Directiva puede mostrar su incapacidad de dos maneras: por su ignorancia del reglamento y por la arrogancia de la función. Cuando estos dos factores coinciden, tenemos una presidencia autoritaria, como la actual, que rompe la gobernabilidad y violenta el derecho parlamentario”, le dijo el diputado. La invitó: “Señora presidenta: si no conoce el reglamento, renuncie; si le molesta lidiar con la oposición, renuncie”.
Ni la Gobernadora ni Esteban Bautista se comportan así
Cuánta diferencia entre Tanya Carola y el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), Esteban Bautista, un hombre que dialoga con todos, a quien no se le conoce algún rasgo autoritario, militante de su corriente, de verdadera lucha al grado de haber acompañado en la Selva Lacandona al Subcomandante Marcos, consecuente con el comportamiento político de la gobernadora Rocío Nahle.
El Himno es un símbolo político del Estado, como afirma Joaquín Brage en su libro El Himno como símbolo del Estado: dimensión jurídico-política; de una institución, pues. Lamentablemente hay quienes se quedaron anclados en aquel grito de 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador mandó “¡al diablo!” a las instituciones”, grito que sustanció cuando llegó al poder en 2018 y que hoy tiene pagando las consecuencias a la presidenta Claudia Sheinbaum y a todos los mexicanos.
Rocío Nahle, primero como aspirante al Gobierno del estado, luego como precandidata, posteriormente como candidata, a continuación como gobernadora electa y ahora como gobernadora, siempre destacó y ha resaltado la importancia de elevar el nivel de hacer política “y el respeto será una de las máximas en todos los ámbitos”.
Como gobernadora electa, el 21 de octubre del año pasado, luego de reunirse con el Arzobispo de Xalapa, Jorge Carlos Patrón Wong, expresó que en su administración prevalecería el diálogo y la apertura con todos los credos e ideologías políticas, “porque eso es parte de la gobernanza”. No lo entiende ni lo aplica así la titular del Poder Legislativo, quien se cree la dueña de esa representación. Si así actuó con un diputado, qué no le puede esperar a un ciudadano común.
En riesgo el segundo piso cuando el primero no está bien cimentado
En su columna “Sobreaviso” de El Financiero, del viernes pasado, René Delgado presagia una crisis combinada que se perfila en el horizonte por el problema de la seguridad pública y el tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, y expresa que la circunstancia insta a la llamada cuarta transformación a reparar en el momento. “La urge a cobrar conciencia del punto de inflexión en que se halla y actuar en consecuencia, no entenderlo o ignorarlo podría llevar no a construir el segundo piso, sino a destruir el primero que, por lo demás, no está bien cimentando”.
Parece que Tanya Carola, la titular del Poder Legislativo en Veracruz no lo entiende, y en lugar de unir y construir hace todo lo contrario.
Perfil de los actores
Tanya Carola Viveros Cházaro, de 39 años, es diputada por el distrito de Emiliano Zapata, ya había sido diputada de 2016 a 2018, fue senadora suplente y secretaria particular de la secretaria de Protección Civil.
Tiene una licenciatura en Contaduría, trunca, y estudió una carrera en “Artes Culinarias” (chef) y su experiencia laboral se reduce a “chef ejecutiva” en banquetes, en plataformas de Ciudad del Carmen, Campeche, y en una microempresa. Es todo.
Héctor Yunes Landa, de 67 años, es licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana, antes ha sido diputado local, diputado federal, senador, dirigente juvenil y del CDE del PRI, candidato a la gubernatura del estado; se graduó en Administración Pública y Análisis Político en la Unidad de Warwick, Inglaterra, hizo una especialización en Derecho Constitucional y Ciencia Política en el Centro de Estudios Constitucionales en Madrid, España, obtuvo una maestría en Derecho Internacional y Comparado en la Universidad Nacional en Washington, pasó por diversos cargos en la administración pública y fue subsecretario del Gobierno del Estado, y, para efectos de este comentario, ya fue presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local.
No obstante su solvencia académica, política y legislativa, la morenista le coartó su derecho a expresarse. Por eso Veracruz y sus instituciones están como están.
Con este tipo de aliadas para que quiere la goberadora Nahle más enemigos, pues su irrespetuosa actitud se comentó incluso en la prensa nacional, de la Ciudad de México, y los más influyentes columnistas replicaron el reclamo de Héctor en sus espacios de la redes sociales, raspando así al gobierno de Rocío y a su partido Morena.