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Agresiones a la prensa, no tiene la culpa el indio

by Édgar Hernández
La agresión sucedida el día de ayer en el Congreso del estado en contra de la reportera Concepción Sánchez de parte del Jefe de Prensa de la Secretaría de Cultura, Javier Landa, no es más que el reflejo del miedo de un gobierno legitimado por ellos mismos.
Es la resultante de la alteración e histeria que les provoca haber llegado al poder bajo sospecha, en complicidad con quien esconde sus números, un gobierno que acude a la improvisación y que no tolera la disidencia.
Menos de la prensa.
Llega a la memoria del imaginario colectivo la célebre expresión de don Fernando Gutiérrez Barrios de que la política no es para improvisados y menos para soberbios.
Llega también al presente ese repetido coraje por exterminar a la prensa de parte de funestos personajes como el “Traidor a la Patria” Miguel Angel Yunes Linares, quien en dos años de gobierno se afanó por exterminar a la prensa crítica y lo único que logró fue incrementar el número de muertes a comunicadores hasta colocar a Veracruz en primer lugar.
Con el atarantado Cuitláhuac García la situación no mejoró.
Así como no perdió el récord de ser el primero de los últimos lugares en aceptación ciudadana, lo fue con la escalada asesina desatada contra los periodistas llevando como brazo armado al crimen organizado.
Hoy, no tardando, con el nuevo gobierno queda claro ese afán de hacer a un lado, de agredir y buscar exterminar a la prensa incómoda.
Se apela a la agresión y al olvido.
¿Qué pasó con ese “porro” que, durante la comparecencia en el Congreso del estado del titular de Seguridad Pública, agredió a una reportera en los pasillos del Palacio Legislativo en Xalapa días antes de la asunción de Rocío Nahle?
En esa oportunidad el diputado Héctor Yunes Landa lo calificó como “porro de la Secretaría de Seguridad Pública”.
Nada sucedió.
En el fondo se buscaba acallar con insultos a Yunes Landa, la única voz crítica que tiene ese recinto legislativo hoy convertido en cueva de voraces chairos que encabeza la diputada la dama de los tenis Carola Viveros, que ya amenaza a quienes la critican con acusarlos ante la Fiscalía de “Violencia de Género”.
Y es que para esa caterva de nuevos servidores de la nación lo mejor es que quede para el archivo muerto que la hoy secretaria de Cultura, María Xóchitl Molina González, fue quien dio la orden de que no se le acercaran los reporteros para que explicara por qué a expositores indígenas traídos de la sierra los tenía hospedados en galerones sin cobijo ni alimentos.
La originaria de Tatahuicapan de Juárez es malquerida por sus propias comunidades.
Aun así convence a la gobernadora de su experiencia en trabajo de campo y como profesora de primaria; presume un “Diplomado Dialógico en Historia Social y Oral” (sic), una “Maestría en Gobierno” (recontrasic), así como con una Licenciatura “patito” en Pedagogía por la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
La opinión pública no puede uno chuparse el dedo creyendo que la agresión sucedida este jueves 6 de marzo de parte de Javier Landa -sedicente jefe de prensa, asistente particular y gato de la titular- haya sido de motu proprio.
A nadie le queda duda que atajar y agredir a la periodista Concepción Flores fue una orden expresa de la jefa.
Correr a este pobre pendejo de Javier Landa no resuelve el fondo del problema que vive el gobierno en su relación prensa-estado.
Son tan solo pinceladas de lo que esconde la nueva administración llena de improvisados como es el caso de la secretaria de Educación, la extianguista Claudia Tello que se ofende que le recuerden su modesto pasado y acusa violencia de género.
Se muestra muda y desdeña a los periodistas cada vez que se le acercan. El nuevo gobierno apela al olvido, a largas de que es “información clasificada” o que “estamos auditando” o, lo más sencillo, la abierta agresión a los periodistas.
Es una agresión constante que crea escuela, se ha convertido en una práctica que crea tendencia.
Hace unos días la opinión pública conoció el “reclamo y coraje” contra la prensa de parte de una de las políticas más corruptas que ha padecido Veracruz, Elizabeth Morales al denunciar al legendario Alberto Morales, “Beto Gato” por violencia en razón de género.
Trae a la memoria que hace cuatro décadas cuando Gutiérrez Barrios, el llamado “Hombre Leyenda” llegó a Veracruz a gobernar se encontró conque ya había otro hombre leyenda y ese era “Beto Gato” fotógrafo, escritor y autor de cartones satíricos.
Toda una leyenda la de este comunicador que desparrama experiencias, anécdotas y testimonios de la vida política de Veracruz en el último medio siglo.
“BetoGato” conoce bien la vida y muerte de quien fue su compañera por años Regina Martínez; sabe y tiene testimonios fotográficos de los personajes más importantes de la historia de Veracruz, conoce los drenajes del poder y ha sido fiel observador de la transformación política del hombre cuando le dan poder.
Bueno, pues como dice Armando Ortiz, ahora cualquier funcionaria pública corrupta puede acudir a los órganos electorales para denunciar que está siendo agredidas en razón de género; es decir, agredida por ser mujeres, no por ser corrupta.
Elizabeth Morales, priista hasta que le dejó de dar dinero, hoy pertenece al Partido del Trabajo, es la nueva víctima y está ofendida por “los que pretenden limitar mi crecimiento en el servicio público, así como falsos señalamientos y burlas en medios digitales”.
Olvida, como dice Armando Ortiz que la razón fue que ella metió su vida personal a su trabajo como funcionaria pública.
Y sí, hoy vas a la cárcel si uno o una cualquiera con un escalón de poder se le antoja acusarte, sin prueba alguna, de que las estas acosando, agrediendo o que hace un rato la violaste.
El punto es que la prensa para no variar es para Morena la bacinica de sus pestilencias.
La prensa es la chayotera, aunque sus chayotes no vayan más allá de un café o una dádiva de cien pesos; la prensa es incómoda y no se puede acercar a menos de dos metros del funcionario que levita y muestra su índice flamígero.
Los periodistas de redes, no redes, los críticos y no críticos, los que buscan legítimamente publicidad, los que tienen otra chamba para mantener a sus familias, los que reciben dinero bajo la mesa para golpear sobre pedido, los peseteros, los que literalmente no tienen para comer en el día a día, los que viajan a municipios distantes a cobrar sus magros convenios, los que te dedican unas líneas en las redes a cambio de un café y los llamados perros que comen perros, todos, absolutamente todos, son escoria para el gobierno arrogante.
Y ni que decir de los organismos de prensa oficiales como la CEAPP, que son solo son escenográficos.
Cada año la autoridad evoca las libertades que gozamos, esa libertad de prensa en donde te dan un cartón de reconocimiento y una palmadita en la espalda y a seguir en el talón.
Difícil, sin embargo, imposible exterminarla.
Por cada periodista caido hay otro que se levanta para recordar al político, funcionario y gobernante que el poder es prestado.
Tiempo al tiempo.
 
*Premio Nacional de Periodismo

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