Inicio ColumnasRuta Cúltural FAUSTO Y MARGARITA: LA HISTORIA DE UN AMOR TRÁGICO. (IV)

FAUSTO Y MARGARITA: LA HISTORIA DE UN AMOR TRÁGICO. (IV)

by Jose Miguel Naranjo Ramirez

“El Fausto de Goethe en cuatro tiempos.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

El artículo anterior concluyó con un Fausto enloquecido por Helena, y cuando alguien está obsesionado por una mujer, regularmente pierde la razón, la cordura, y está dispuesto a todo, menos a renunciar a esa obsesión que lo atormenta e impulsa. Fausto se niega a aceptar el no poder poseer a la bella Helena, en esta parte final del drama de Goethe, se percibe que el protagonista central ya ni siquiera sabe qué puede y qué no puede Mefistófeles. De hecho, en muchísimos sucesos el demonio desaparece y Goethe nos cuenta la historia ya como una fantasía donde la presencia de Mefistófeles no importa. El Dr. Fausto no se da por vencido y sigue en ese mundo fantástico buscando a Helena. Un encuentro muy importante es el que tiene con el centauro Quirón, este clásico personaje de la mitología griega le narra a Fausto la vida de Helena. La historia sigue avanzando y lo trascendental en la trama es que Fausto se reencontrará con la bella dama. El encuentro se realiza en un castillo medieval, Fausto es entonces un gran Monarca. Al verla le declara su amor y Helena queda sorprendida por el lenguaje tan poética en que la enamora:

Helena: Dime, pues, ¿cómo hablaría yo también de un modo tan bello? Fausto: Es muy fácil; esto debe salir del corazón. Cuando el pecho llena ardiente pasión, busca ansiosa el alma. Helena: Amante corazón. Fausto: No le turba el pasado ni espera el más allá, tan sólo ve el presente. Helena: que es la felicidad. Fausto: De este bien supremo logro y garantía, ¿quién de ello responde? Helena: Mi mano lo fíaFausto: Apenas respiro; mi voz tiembla, se me corta. Esto es un sueño; han desaparecido el día y el sitio. Helena: Paréceme haber envejecido, y, no obstante, ¡soy tan joven, estrechamente unida contigo, fiel al desconocido! Fausto: No sondees el sin igual destino; la existencia es un deber; aunque no sea más que un instante.”

Mientras los dos personajes se declaran su amor, Menelao atacará con sus ejércitos al reino de Fausto, tal como lo hizo en el pasado contra Paris y Troya. Fausto envía a defender el reino a sus soldados, mientras la simbólica guerra se desarrolla, Fausto y Helena se están amando en una caverna. En la historia nada se cuenta de lo que sucedió en la guerra. Goethe en pleno romance que disfrutan sus personajes, hace que aparezca Euforión quien en la mitología griega es ubicado como hijo de Aquiles y Helena. En este drama del siglo XIX, Euforión es hijo de Fausto y Helena. El niño se muestra rebelde, violento, busca el peligro, este peligro se siente latente porque Euforión al mero estilo de Ícaro se eleva y eleva, y así como Dédalo le gritaba a su hijo que no se elevara tanto porque iba a morir, Helena le suplicaba a su hijo que no arriesgara temerariamente en sus juegos, caprichos, mas, el hijo retaba mucho al destino, o, tal vez, el destino para él estaba predispuesto a que muy joven tenía que morir, y así sucedió, el niño Euforión murió. Con la muerte del hijo, Helena quedó desconsolada, esto mismo provocará que se le acerque su nuevo final:

Helena: (A Fausto): Por desgracia, una antigua sentencia se confirma también en mí: que la dicha y la belleza no se juntan de un modo duradero. Roto está el lazo de la vida, lo mismo que el del amor. Deplorando uno y otro, despídome llena de congoja, y por vez postrera me echo en tus brazos… ¡Perséfone, acoge al niño y acógeme a mí! (Helena abraza a Fausto. La forma corporal desaparece; vestidura y velo quedan en los brazos de Fausto.”

Así termina la historia amorosa entre Fausto y Helena. En esta ficción Goethe aborda un sinfín de temas que forman parte de la condición del hombre. Fausto es un sabio enajenado, obsesionado. Nada lo llena, nada le complace. Anda en una eterna búsqueda por encontrarle sentido a su existencia, la vida rutinaria no le satisface, ni siquiera su gran sabiduría y ha apostado su alma al diablo con tal de vivir experiencias profundas que lo lleven a sensaciones y emociones más duraderas. Goethe y el propio Mefistófeles le cumplen a Fausto. Le conceden que haga el amor con una de las mujeres más bellas y cautivantes en la historia de la humanidad, la inigualable Helena. Empero, ella misma renuncia a todo, vuelve a morir y se va al Hades. Su muerte debería enseñarle a Fausto que la finitud es insoslayable, que nos guste o no, los dioses, un dios, o, en lo que cada quien crea, así diseñaron nuestras vidas y lo que debemos hacer es vivirla y disfrutarla aceptando nuestra naturaleza.

Goethe fue uno de los escritores más importantes del romanticismo alemán y esta influencia será determinante para que el drama del Dr. Fausto finalice de manera feliz. El protagonista vivirá otras experiencias con Mefistófeles, quien como se señaló, en esta segunda parte desaparece por varios periodos, sin embargo, el demonio siempre regresará a cobrar lo que le deben. Fausto le debe su alma, firmó un contrato con su propia sangre donde aceptó que, si el demonio le ofrecía placeres, mujeres, al morir su alma se iría al infierno. El final de su vida llegó, y si bien Fausto en vida se arrepiente e intenta corregir el camino, esto no evita que involuntariamente continúe causando daños y algunas personas mueran por su culpa.

El tiempo pasa y el sabio Dr. Fausto muere, el demonio rápido acude para llevárselo, más aquí empieza una fuerte batalla entre el bien y el mal. Eterna batalla de estas dos fuerzas. No se trata de un final netamente religioso, pero tampoco puede negarse que Goethe utiliza la estructura de la fe cristiana para narrar el desenlace de la historia de su personaje.

El diablo lucha por llevarse a Fausto, reclama su derecho firmado en un contrato. Los ángeles de la misma manera hacen todo lo posible por salvar al trágico personaje. La batalla es ganada por los ángeles, el alma de Fausto es elevada e inmortalizada. Los ángeles fueron ayudados por varios personajes que rogaban al cielo salvara el alma de Fausto: “Una de las penitentes en otro tiempo llamada Margarita (Juntándose a las demás): Vuelve, ¡oh tú sin igual, tú gloriosa! Vuelve benigna tu rostro hacia mi felicidad. Libre de su turbación, retorna ya el amado de otro tiempo.”

Verdad es que estamos ante una enorme y magistral ficción, esa es una de las características más bellas de la literatura. Sin embargo, el Fausto de Goethe aborda un sinfín de temas relevantes en la vida de todo hombre, y, particularmente, nos deja grandes enseñanzas, entre ellas; el reconocer nuestros límites, el aceptar la finitud de nuestras vidas, el valorar la paz y la tranquilidad de nuestras almas como un tesoro invaluable, el aprender que ningún placer, por agradable y seductor que parezca, debe estar por encima del valor de cada vida. Fausto en esta ficción tuvo la fortuna de ser salvado, en la vida real no siempre las cosas suceden así. El lector podría pensar; yo no creo en la salvación, de hecho, ni me interesa, desde luego que es una posición respetable, pero, donde la mayoría de personas podríamos coincidir es en reconocer que una vida sosegada produce cierta placidez en nuestro día a día. Aceptando que usted no le interesa el tema de la salvación de su alma, usted mismo reconocerá que la vida es una sola oportunidad y debemos de tratar de vivirla lo mejor que podamos, así, cuando el final se acerque, usted que no espera nada, morirá tranquilo, sin remordimientos de conciencia, y, quienes sí esperen algo, morirán en paz señando con ese paraíso. Lo importante está en esforzarnos por ser personas de bien y que ningún demonio nos desasosiegue. Fine.

 

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