Hasta finales de año pasado 450 mil veracruzanos cruzaron a Estados Unidos en busca del sueño americano que hoy termina en una pesadilla tras el anuncio de que serán regresados por las buenas, pero preferentemente por las malas.
Para el gobierno de la ingeniera Nahle ello habrá de representar un problema mayor en los siguientes meses y años ante la carencia de programas de empleo, falta de vivienda, asistencia médica, vías de comunicación y seguridad pública que les permita la supervivencia.
INEGI, de tiempo atrás ha venido alertando que, en los últimos tres años alrededor de 500 mil veracruzanos en edad productiva migraron a otros estados y países ante la falta de oportunidades.
A ello se sumó el mal gobierno del atarantado Cuitláhuac García quien durante su mandato jamás se ocupó de brindar las garantías mínimas de seguridad, empleo y vivienda a las nuevas generaciones en busca de oportunidades.
Consecuentemente el infelizaje creció.
Ya la propia Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), delegación Veracruz, desde 2018 daba cuenta que el gobierno del estado había abandonado su aparato productivo primario, carreteras, programas de salud y falta de medicamentos.
Hoy, tras la admonición del presidente Donald Trump de echar a los connacionales en una proporción de nueve millones de “ilegales”, entre los cuales se incluye a la familia veracruzana, debería poner en alerta máxima a las autoridades gubernamentales para que este alud no se convierta en el más serio problema del sexenio.
Urgen programas reales de atención y ocupación para la familia migrante que no serán para los 450 mil, sino las familias de estos aunados los no legalizados por décadas por razones diversas que también serán expulsados al ser calificados por el dictador Trump como “invasores”.
De acuerdo a datos de la Casa Blanca se estima serían 9 millones los deportados a los cuales se suma la proporción veracruzana que podría alcanzar conservadoramente los 750 mil conciudadanos.
Por tanto, ¿Qué hacer con esos 750 mil que en diferentes momentos abandonaron Veracruz por no tener seguridad, empleo y medios de educación y salud?
Qué hacer ante un ávido crimen organizado ansioso de sumar en sus filas a legiones de jóvenes desempleados ante la guerra que se en viene defensa de la agresión armada de Estados Unidos empeñada en acabar con los Carteles, calificados como entes terroristas.
Es indiscutible que asoma una guerra de incalculables proporciones.
La creación de albergues y refugios, inevitables ante la avalancha humana que habrá de producirse en los próximos días, semanas y meses serán insuficientes si no se da el siguiente paso con la generación de empleos que se traduzcan en arraigo y solución al problema de subsistencia.
No es suficiente con que se pongan en alerta a las dependencias de gobierno, estatal y federal, si no van más allá de albergues que no tienen principio ni fin, que son un lastre y un gasto interminable.
Mantener a los migrantes en espera de la nada dejó de ser opción.
Comprobado está que el migrante buscará meterse de nuevo a territorio norteamericano si no ve claro en su tierra. Irá de regreso por su familia si es separado. Buscará empleo en la clandestinidad ante el apetito de pago en dólares frente a un peso devaluado y en los hechos no se decidirá por una opción demagógica ante una realidad que indica, para el caso de Veracruz, hambruna y desempleo como destinos.
Ese es el escenario de los próximos meses.
Veracruz, sin migrantes, tiene de sí, 2 millones de marginados sumidos en el desempleo, una juventud entera desocupada y un gobierno que con apuros sostiene a más de 400 mil con becas, programas de bienestar y ayuda económica a los viejitos.
Obligado, por tanto, preguntarse si habrá dinero para 750 mil migrantes en lo que se acomodan y definen su destino.
Todo ello sin contar que Veracruz está en las puertas de una intervención de Estados Unidos cuando se inicie el combate al terrorismo (Los Carteles) asentados en al menos la tercera parte de los 212 municipios de nuestro territorio.
Inevitable para nuestra historia vivir una nueva etapa de intervencionismo de tropas invasoras que sin duda marcarán -de nuevo- al puerto de Veracruz como puerta de entrada.
Asoma una guerra en nuestro territorio.
Es entrar en un estado de zozobra y angustia social y económica no solo en las regiones en conflicto, sino en toda la entidad.
Por tanto, lo que viene para Nahle no es cualquier cosa. Habrán de ser tiempos nuevos, de emergencia que van más allá de brincar el charco para fomentar el turismo.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo