Usa el Palacio de Gobierno para ensayar * Desmembrados, levantados, extorsionados… y Cuitláhuac ni se inmuta * Salvo Ahued, mediocridad en próxima Secretaría de Gobierno * Carrizales y Karla Rosas, otros reprobados * Manta que recuerda la desaparición forzada en Coatzacoalcos
MUSSIO CÁRDENAS ARELLANO
Publicada en mussiocardenas.com
21 de octubre de 2024
Sacude el crimen a Veracruz, el feminicidio crece, la extorsión detona, y los raptos no amainan, y los desmembrados que yacen a pie de carretera. Y el gobernador –el insensato gobernador– se dedica a bailar.
Queman negocios que no dan cuota. Y lanzan ráfagas de AK47 sobre sus fachadas. Y levantan a sus dueños y les destrozan el rostro y les muelen el cuerpo a golpes. Y el méndigo Cuitláhuac no cesa de bailar.
O levantan funcionarios del ayuntamiento de Poza Rica, o ejecutan al director de Comercio y a un ex agente municipal en Playa Vicente, o allanan un hogar en Coatzacoalcos y se llevan a un menor de dos años. Y Cuitláhuac no deja de bailar.
Y así la muerte, el llanto, el temor a los malosos, a su impunidad y al vacío de poder.
Veracruz arde. Lo devora el fuego de la violencia, las llamas de la ira y el poder de los que habitan fuera de la ley. Y cunde el miedo a las balas, a los sicarios que se disputan las plazas, al delincuente común, el que roba y asalta, y a la delincuencia organizada que lo mismo trafica que secuestra y extorsiona.
Y mientras Veracruz se incendia, Cuitláhuac García Jiménez, el gobernador emergido de Morena, le da rienda suelta al baile, lo único que sabe hacer.
Captado en un video, el insensato dirige una coreografía. Danza al ritmo de “Payaso de Rodeo”. Lo secundan decenas de empleados. Cuitláhuac va al frente. Dos pasos a la derecha, dos pasos a la izquierda. Y luego inicia el recorrido hacia atrás de la fila seguido de los demás para después ponerse de nuevo al frente.
El episodio es un insulto a Veracruz. Cuitláhuac toma el Palacio de Gobierno como pista de baile, como piso de congal, como las carpas en que solía presentar sus frivolidades cuando era el Payaso Cuícaras, antes que Andrés Manuel López Obrador y la zacatecana Rocío Nahle García tuvieran la infeliz ocurrencia de hacerlo gobernador.
Sirve el Palacio de Gobierno para estas frivolidades y para las conferencias de prensa –si así se les puede llamar– en que Cuitláhuac muestra el cobre lanzando denuestos, increpando a reporteras –más a las reporteras que a los reporteros–, acusándolos de difundir mentiras, trenzándose en un dime-que-te-diré, mostrando la tripa, alegando como si fuera el rey del regateo en el mercado popular.
Cuitláhuac García no nació para ser gobernador. Es un pelafustán de barriada con altas dotes para la mentira, la transa, el abuso, el tráfico de influencias, la ineptitud y la corrupción. Y encima cierra el palacio de gobierno como si la sede de gobierno fuera un castillo feudal.
Al pueblo se le niega el acceso, aduciendo razones de seguridad, como aquel que teme que le tomen la oficina, se adueñen de la silla y coman en su escritorio.
El palacio de puertas cerradas es un agravio. Es la casa del pueblo pero el pueblo no puede entrar. No se vayan a enterar que Cuitláhuac lo hizo congal.
Fuera de su micromundo, la violencia estalla. No es ese Veracruz que Cuitláhuac García pinta y describe como el estado ideal, en el que disminuye el homicidio y el secuestro, en el que casi se extingue el feminicidio, en el que se ha recuperado la seguridad.
Ese Veracruz es irreal. Sólo existe en la estadística retorcida del desgobernador.
Son los desmembrados de Veracruz, los que aparecen en Colinas de Santa Fe, los que muestran la verdad.
Son 49 ejecuciones en Coatzacoalcos en lo que va de 2024. Y un menor de dos años secuestrado que ante la presión mediática y la repulsa social, fue abandonado en un terreno baldío. Y decenas de comercios quemados por las bandas dedicadas al cobro de piso.
Son cuatro funcionarios y ex funcionarios del ayuntamiento de Poza Rica levantados y, por fortuna, liberados, enviando el mensaje de que les dan lo que piden o los criminales van a subir el tono.
Se llevaron, entre otros, a Carlos Escudero, director de Protección Civil; Rodrigo Alejandro Caballero, jefe de Inspectores de Comercio, y a Pierre Guerrero, exdirector de Limpia Pública. Y ahí, en Poza Rica, donde el fuego quema, dice el alcalde morenista, Fernando Luis “El Pulpo” Remes Garza, que todo está bien. Bien jodido.
Es Poza Rica donde los capos se pasean como Pedro por su casa. Levantan, asesinan, destazan a sus víctimas, las emplayan y conservan los cuerpos desmembrados en refrigeradores y hieleras en casas de seguridad para luego tirarlos en las calles y sembrar el terror. Pero dice el alcalde que “todo está bien”.
Y está el crimen de Víctor Muro Velásquez, iluminador de cine, ultimado por razones aún sin explicar, cuyo cuerpo desmembrado apareció en dos domicilios, hecho al que Cuitláhuac atribuyó a un problema “muy personal” entre la víctima y el presunto asesino, el cineasta con el que trabajaba en una producción.
Morir en Xalapa. No es título de película. Es el triste destino de Víctor Muro, cuyo caso trató el gobernador con marcado desdén, quizá porque el implicado, Carlos Armando “N”, es amigo “muy personal” de Tonatiuh García Jiménez, el remedo de cineasta y hermano de Cuitláhuac cuya producción fue sufragada con recursos del gobierno de Veracruz.
Quiso Cuitláhuac que Veracruz no fuera el santuario del feminicidio. Hizo que la Fiscalía estatal modificara los criterios para tipificar como tal el feminicidio. O sea, son feminicidios pero los clasifican como homicidios. Todo con tal de salir de la estadística nacional.
Sin embargo, Veracruz figura entre las cinco entidades con mayor número de carpetas de investigación por feminicidio en el país y es el lugar 13 en incidencia de ese delito, según el Observatorio de Violencia contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana.
Y así la violencia, azotando a Veracruz, sacudiendo a la sociedad, infundiendo miedo, provocando zozobra, llanto y dolor.
Y el gobernador –’uta madre– no deja de bailar.
METADATO
Salvo Ricardo Ahued, la Secretaría de Gobierno de Nahle será de medio pelo. Va a la Subsecretaría de Gobierno José Manuel Pozos Castro, con sus traspiés políticos, sus conflictos cuando fue diputado local, su pasado priista y la violencia en Tuxpan, del que aún es presidente municipal. Y así otras secretarías, la de Infraestructura y Obras Públicas, que encabezará Leonardo Cornejo Serrano, extraído del Pemex priianista, sus manos metidas en el caso Odebrecht, que la hoy gobernadora electa, Norma Rocío Nahle García, decía combatir, y encargado de la construcción de la refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco, el maltrecho proyecto obradorista que ni se concluyó en tres años, como prometió la zacatecana, ni costó 8 mil millones de dólares sino más del doble, y cinco años más tarde aún no refina ni un litro de gasolina. Súper fracaso. Va a la Procuraduría de Medio Ambiente de Veracruz una joya: Ángel Carrizales López, un impresentable petrolero de ínfimo nivel, reprobado en el Senado cuando acudió al casting para encabezar la Comisión Reguladora de Energía, luego tronó al intentar ser miembro del Consejo de Administración de Pemex y más tarde de la Comisión Nacional de Hidrocarburos. Y ante semejante oso, Rocío Nahle metió la palanca y lo incrustó con calzador en la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente, donde Carrizales se prestó a toda clase de trapacerías. Su fotografía agarrándose el pene circula profusamente en redes sociales mostrando que la 4T tiene mucho de vulgar. Y de que hay comadritis, la hay. Rocío Nahle se lleva a otra gema: Karla Rosas Mora, titular del DIF en Nanchital, hija de la alcaldesa Esmeralda Mora Zamudio, alias la comadrita de Nahle, de pésima actuación en el ayuntamiento al grado de ganarse el repudio de los nanchitecos que salen a las calles, le toman caminos, impiden que se construya un relleno sanitario regional porque, dicen, Nanchital no va a se basurero de otros municipios. Karla Rosas no debiera ir al DIF estatal con la cartera Atención a la Población Vulnerable, sino a Turismo de Veracruz. Le encanta viajar. Solía dejar tirado el DIF de Nanchital y presumir sus vacaciones en tiempo laboral en Francia y Colombia, según se balconeaba en Facebook. Sigue la mediocridad en las designaciones de la zacatecana. Quienes la conocen –el perredismo de Coatzacoalcos, por supuesto–, saben que no da para más… No es narcomanta. Es manta en que recuerdan la desaparición de 50 jóvenes a manos de policías en el operativo Blindaje Coatzacoalcos. Apareció en un sitio ad hoc, el puente peatonal que se halla sobre la carretera a Villahermosa, a la altura de la ex caseta de peaje, el miércoles 9, ahí unos y otros, automovilistas y ciudadanos de a pie, la pudieron ver. El mensaje es lapidario. Es el reclamo por la desaparición forzada de una treintena de jóvenes en un lapso breve, el 30 de septiembre de 2015. Un año antes, en 2014, al entonces gobernador de Veracruz, se le ocurrió que podría parar la oleada de violencia liberando las manos y las garras de la Policía estatal. El operativo fue un episodio siniestro, cruel, desalmado, arbitrario. Durante meses, los sicarios con uniforme y también vestidos de civil levantaron a quien hallaban a su paso. Instalaban retenes. Paraban vehículos, principalmente taxis. Hacían descender a sus ocupantes y no se les volvió a ver. Un auténtico crimen. Una tragedia. Un episodio de dolor. Una herida abierta. Así haya emitido una disculpa pública el gobierno de Veracruz, falta llevar ante la justicia a los criminales, sea Duarte, sea el ex secretario de Seguridad, Arturo Bermúdez; sea los mandos medios y la tropa; sea el actual director de la policía en Coatzacoalcos, Luis Enrique Barrios Ríos, quien era coordinador operativo cuando se aplicó la desaparición forzada de inocentes. Nueve años después, la impunidad sigue…
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