El Fondo de Cultura Económica y sus clásicos universales: “La paideia griega de Werner Jaeger.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Después de recorrer los siglos IX al VI antes de nuestra era, donde hemos conocido el devenir de la paideia griega, esto incluye tener claro que hasta aquí, sabemos que el género madre de todos los demás es la poesía, y que ésta se divide en épica, didáctica y lírica. Asimismo, aprendimos que en el siglo VI a. C., surgieron los primeros filósofos. Verdad es que la filosofía ocupará el lugar de trascendencia que ocupa hoy a partir de Platón, no obstante, los filósofos ubicados como presocráticos son fundamentales en la conformación de la filosofía. Ahora nos apersonamos en el siglo V a.C., tiempo en el que nacerá otra manera de hacer poesía, otro proceder en la educación del pueblo heleno, esta forma es la inigualable tragedia. La tragedia nació con Esquilo, la continuó Sófocles y el último trágico clásico fue Eurípides. Sin olvidar que con la tragedia apareció el teatro con sus dos formas implícitas: la creación artística mediante la escritura y la representación en el escenario de ese arte creado. Lo anterior lo podemos resumir con la siguiente estructuración: la poesía surgió con la épica, Homero es su representante y padre del género. La poesía didáctica la encontramos brillantemente expuesta por Hesíodo. La lírica es inigualable con Safo y Píndaro, entre otros. Y, finalmente, la poesía encontró otro modo en la tragedia, inaugurada por el singular Esquilo.
Yéndonos un poco al contenido en las formas de sentir y expresar la poesía. La épica canta hechos heroicos, trata de ser objetiva, nos describe actos de inmortales personajes. La didáctica es instructiva, enseña el valor del trabajo y el respeto por la ley y la justicia. La lírica canta los sentimientos internos, se ocupa e interesa por las sensaciones del hombre, es una poseía subjetiva. Werner Jaeger manifiesta que la tragedia tiene su origen en los cantos heroicos y que reutiliza el amplio universo de los mitos, con la característica que estos mitos sirven para educar al hombre contemporáneo a Esquilo. El poeta trágico no tiene la intención de traernos el mito sólo para contarnos la grandeza de los personajes, que si bien sus hechos sirven de ejemplos, en muchos casos las hazañas que realizan se antojan inalcanzables humanamente, literalmente el filólogo alemán afirma: “Sin embargo, a pesar del esfuerzo creciente para trasladar el contenido ideológico de la epopeya a la realidad actual y convertir progresivamente a la poesía en intérprete y guía directo de la vida, conserva el mito su importancia como fuente inagotable de creación poética. Puede ser utilizado como un elemento de idealidad cuando el poeta establece lo actual mediante su referencia a lo mítico, elevando así la realidad a una esfera más alta, como también ocurre en el empleo de los ejemplos míticos por la lírica.”
Por lo anterior, a los excelsos personajes que conocimos en la épica y que regularmente los ubicamos como héroes u hombres todopoderosos, en las tragedias de esquilo en algunos casos son personas muy comunes, e incluso, si pensamos en la tragedia: “Prometeo encadenado”, aquí Esquilo logra hacer que Zeus represente a los tiranos de su época y de todas las épocas, así como Prometeo representa la oposición al autoritarismo, al despotismo. Jaeger dedica varias páginas para reconocer la grandeza de Esquilo, cuando analiza la pieza: Prometeo, dice que es la tragedia del genio: “Este Prometeo es el libre fruto del alma de poeta de Esquilo. Para Hesíodo fue simplemente el malhechor castigado por el crimen de haber robado el fuego de Zeus. En este hecho descubrió Esquilo, con la fuerza de una fantasía que no es posible que los siglos honren y admiren nunca de un modo suficiente, el germen de un símbolo humano imperecedero.”
He querido explicar el ejemplo del Prometeo, porque la figura del dictador se encarna en el dios Zeus. Esto nos permite comprender que si Esquilo modificó o, mejor dicho, utilizó a su antojo la figura de Zeus para describir y desnudar un tipo humano despreciable como lo es un dictador, ya podrá imaginarse el lector cómo les irá en las demás tragedias a personajes que aparecen en la Orestíada como Agamenón, Clitemnestra, Egisto, entre otros.
Debemos recordar que sólo nos llegaron siete tragedias de Esquilo, siete de Sófocles y diecinueve de Eurípides. El filólogo alemán no se dedica a analizar tragedia por tragedia, lo que hace es investigar de forma general la influencia en la educación y formación del hombre griego de estos tres poetas trágicos. Aclarando que en el presente artículo incluyo a los tres por darle unidad a la temática explicada, pero, Jaeger los estudia por separado, particularmente Eurípides es estudiado después de los sofistas, es decir, Jaeger nos va llevando de manera cronológica según el tiempo activo de cada autor en su estudio filológico. Podría concluir en cuanto al tema de la tragedia con las palabras textuales de Jaeger sobre Sófocles y Eurípides: “Le evolución de la poesía griega, considerada como el proceso de progresiva objetivación de la formación humana, culmina con Sófocles. Sófocles humanizó la tragedia y la convirtió en modelo imperecedero de la educación humana.” Respecto a Eurípides: “Eurípides es el primer psicólogo. La psicología de Eurípides nació de la coincidencia del descubrimiento del mundo subjetivo y del conocimiento racional de la realidad que en aquel tiempo conquistaba cada día nuevos territorios. Por primera vez, con despreocupado naturalismo, se introduce en la escena la locura con todos sus síntomas. En Medea y en el Hipólito descubre los efectos trágicos de la patología erótica y de la erótica deficiente. En Hécuba, en cambio, se describe el efecto deformador del dolor excesivo sobre el carácter, la espantosa y bestial degeneración de la noble dama que todo lo perdió.”
Si el siglo V a.C., la humanidad recibió y heredó la grandeza de la tragedia, y, particularmente el genio de sus poetas. En el mismo siglo surgieron unos personajazos conocidos originalmente como verdaderos sabios, al paso de los años quedaron en la historia como farsantes. Naturalmente me refiero a los sofistas. Werner Jaeger en el capítulo que les dedica no tan sólo los trata como sabios, además, argumenta que con ellos nació el concepto paideia en el sentido moderno de educación. El autor nos recomienda que nos quitemos un poco los prejuicios que su sólo nombre nos provoca para que valoremos su aporte a la cultura helénica. De entrada, sostiene Jaeger que ellos fueron los primeros que introdujeron la enseñanza de la gramática, la retórica y la dialéctica. Y agrega: “No podemos dejar nunca de maravillarnos ante la riqueza de nuevos y perennes conocimientos educadores que trajeron los sofistas al mundo. El creciente interés de la filosofía por los problemas del hombre, cuyo objeto determina de un modo cada vez más preciso, es una prueba más de la necesidad histórica del advenimiento de los sofistas. Pero la necesidad que vienen a satisfacer no es de orden teórico y científico, sino de orden estrictamente práctico. En todo caso, constituyen un fenómeno de la más alta importancia en la historia de la educación. Con ellos entra en el mundo, y recibe fundamento racional, la Paideia, en el sentido de una idea y una teoría de la educación. Podemos considerarlos, por tanto, como una etapa de la mayor importancia en el desarrollo del humanismo, aunque éste no haya hallado su verdadera y más alta forma hasta la lucha con los sofistas y su superación por Platón. Hay siempre en ellos algo de incompleto e imperfecto.”
Y ese algo incompleto se fue acrecentando con la muerte de los sofistas más destacados, y, sobre todo, la muerte de Sócrates provocada por ellos, representó su eterno descrédito, porque Platón en el siglo IV a.C., en casi todos sus diálogos se encargará de tildarlos de farsantes, embusteros, soberbios e ignorantes. Basta recordar los diálogos Hipias mayor e Hipias menor, donde Platón pone a Sócrates a discutir con Hipias, uno de los sofistas aborrecido por Platón, y posiblemente en la vida real por el propio Sócrates, y en el diálogo platónico Hipias no tan sólo es derrotado en los temas debatidos, sino que queda exhibido como un vil hablador que presume saber mucho y enseñar a los jóvenes, sin saber sólidamente lo que él cree conocer.
A pesar de la mala imagen que nos llegó de los sofistas, Werner Jaeger reconoce su aporte debido a que su arribo a la cultura griega, independientemente de sus errores, representa una valiosa continuidad en la formación de esa paideia: el autor concluye así: “La construcción histórica de este mundo de la cultura alcanza su culminación en el momento en que se llega a la idea consciente de la educación. Así, resulta claro y natural el hecho de que los griegos, a partir del siglo IV, en que este concepto halló su definitiva cristalización, denominarán paideia a todas las formas y creaciones espirituales y al tesoro entero de su tradición, del mismo modo que nosotros lo denominamos con la palabra latina: cultura.”
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