La crisis de los partidos se ha agravado debido a la rotación de sus miembros más destacados, quienes a cambio de una posición importante cambian de partido de forma inmediata, perdiendo credibilidad.
Quienes ejercen liderazgo de opinión política defendiendo los valores de un partido, se deduce que tienen un compromiso con su ideología, ideales, oferta política, valores partidistas. A su vez, este líder persuade a terceros (dentro de su propio partido, al electorado y a la sociedad) respecto de los postulados de su partido y sus propuestas políticas, planteamientos que respalda con su credibilidad personal.
Sin embargo, cuando este líder, a cambio de una posición política o un cargo público o de elección popular, muda de partido –de modo intempestivo–, está traicionando a quienes creyeron en él y en sus postulados. Defender una ideología diferente sin que medie un proceso de asimilación y cambio habla muy mal de la moral política y la ética personal de un líder político, pues significa que lo que defendió ayer con vehemencia y compromiso era falso. Además, la traición abarca al mismo electorado.
Es viable de cambiar de partido –y de modo indirecto de ideología– como parte de un proceso de evolución política derivado del desencanto y de la desmotivación con su partido actual. Pero un cambio drástico, a cambio de un beneficio inmediato, representa faltar al compromiso moral con quienes creyeron en su propuesta política, en su honorabilidad y congruencia moral y además, la venta de su conciencia política y ética a cambio de un beneficio personal.
Conforme los líderes pierden credibilidad y confiabilidad, se deteriora el ecosistema político.
Sin embargo, el cambio de partido puede hacerse sin conflictos éticos a través de un proceso previo de desintoxicación ideológica para la transición política, como por ejemplo: el anuncio público de la separación, la presentación pública de la racionalización de motivos y desacuerdos, el retiro temporal de la actividad política y la integración a la nueva institución política.
El retiro temporal de la actividad política debe ser absoluto para que sea creíble y no puede ser menor a un período de entre 6 meses y un año, tiempo que puede ser invertido en estudio, preparación política y conocimiento de la nueva institución.
Ante la falta de compromiso ideológico de los militantes con los postulados de su partido, como derivación de la perdida de diferenciación ideológica, se propicia el oportunismo.
Este fenómeno se manifiesta a través de la heterogeneidad en la visión política dentro de cada partido, de modo tal que un importante porcentaje de sus militantes tiene un alto grado de afinidad ideológica con otros partidos contra los cuales se compite.
Por lo que respecta al reposicionamiento de los partidos políticos, Las oportunidades políticas aún existen, pero exigen cambiar la actitud egoísta actual, por otra más generosa y de compromiso.
Los partidos políticos deben olvidar clichés ideológicos que hoy carecen de significación social, puesto que la lucha de clases ya no tiene validez.
En la sociedad actual, integrada, las oportunidades de mejoramiento en la calidad de vida no están determinadas por el sistema político, sino por la capacidad personal del individuo –por una parte– y por los intereses comerciales en juego, dentro de la sociedad civil, tomándose en cuenta que el estado moderno ya ha legislado a favor del trabajador y las minorías vulnerables. Por tanto, los partidos políticos deben buscar un tema de alto valor para el electorado y convertirlo en su misión. Esto significa buscar un nuevo posicionamiento con el cuál identificarse.