En octubre del 2014, cuando ya era un escándalo la infiltración de la delincuencia en las policías municipales y los índices delictivos estaban más elevados que nunca, Javier Duarte se sacó de la chistera a la Fuerza Civil, una corporación “de élite” conformada por “personal del más alto nivel”, especializado en combatir a grupos de la delincuencia organizada, según la propaganda oficial.
Protagónico y faramallero, Duarte dijo en aquella ocasión: “Quiero que el legado de mi administración sea una nueva policía compuesta por mujeres y hombres confiables”.
Pero nada más quimérico.
Esta nueva policía de la que se dijo, se había capacitado en el extranjero, fue concebida sobre las rodillas y al trancazo. Por lo que la mayoría de sus 2 mil elementos salieron a robar.
No tenían ni una semana de andar en las calles cuando se conoció el primer caso de abuso de autoridad contra un empresario al que detuvieron por unas horas y quisieron esquilmar. Y de ahí pal real los atropellos subieron de tono.
En 2018 un mando de la Fuerza Civil fue detenido junto con una decena de sus agentes acusados de desaparición forzada.
En marzo del 2022, elementos de esa corporación fueron denunciados por violar a una joven de 16 años. Y un mes después del ataque, la madre de la menor desapareció.
En diez años, poco se supo de las acciones de la Fuerza Civil contra la delincuencia organizada, pero sobran testimonios sobre sus salvajadas y tropelías.
La Fuerza Civil nunca fue una policía confiable, por el contrario, bastaba con que sus elementos llegaran a cualquier municipio para que sus habitantes, literal, se pusieran a temblar. Sobre todo en las comunidades donde al conque de que buscaban delincuentes, allanaban domicilios, extorsionaban, robaban, golpeaban y detenían de manera arbitraria.
Pero el vaso se derramó el 20 de junio en Totalco, una comunidad de Perote, donde sus habitantes bloquearon un tramo de la carretera Perote-Puebla en demanda de agua.
Es verdad que en su desesperación por ser escuchados, los comuneros violaron la ley al cerrar una vía federal. Pero fue una barbaridad enviar a la Fuerza Civil a disuadirlos porque llegaron toleteando a los manifestantes y dispararon contra los hermanos Jorge y Alberto Cortina, a los que mataron.
Y se armó la gritería.
Cuatro días después y desde la CDMX donde acudió a festejar el cumpleaños de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, el gobernador Cuitláhuac García anunció la desaparición de la Fuerza Civil, desaparición que se concretó hasta este viernes.
De acuerdo con la Gaceta Oficial, el Poder Ejecutivo estatal oficializó su desaparición y a partir ese día (23 de agosto) los recursos humanos, financieros y materiales, así como los archivos de la Fuerza Civil formarán parte de la Subsecretaría de Operaciones.
La Gaceta Oficial agrega que se cuenta con 180 días para someter a todo el personal operativo a evaluaciones de control y confianza, así como a capacitaciones en materia de derechos humanos, para el control de multitudes y reuniones públicas.
Es decir, los van a capacitar para que ya no disparen a lo baboso cuando vean una multitud como ocurrió en Totalco.
Además, la Fuerza Civil ya no será un grupo de élite especializado en combatir a la delincuencia organizada, sino una policía de “Proximidad y Apoyo Ciudadano”.
Ora pues.
Lo cierto es que sus elementos, que dependían de la Secretaría de Seguridad Pública; que fueron adiestrados en el “extranjero” y a los que les cambiaron el color del uniforme y el color de las patrullas, volverán a la SSP a ponerse su antiguo uniforme, se subirán a sus antiguas patrullas y seguirán atracando gente, porque esa es su naturaleza.
Mientras no haya un cambio a fondo en los mandos policíacos y en sus elementos, ya podrán disfrazarlos de lo que sea, que sus abusos y atropellos continuarán los sexenios por venir.
¿Y la delincuencia?
En lo suyo, lector, en lo suyo.