LAS OLIMPIADAS LITERARIAS: EL PARÍS DE FRANÇOIS RABELAIS. (II)

“Gargantúa y Pantagruel: segunda parte.”    

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Los juegos olímpicos se realizaron por vez primera en la Antigua Grecia en el año 776 a. C. Desde esta fecha se tiene registro de manera oficial de la celebración en la época antigua. El evento deportivo se llevaba a cabo en la ciudad griega llamada Olimpia, los años pasaron y la gesta deportiva se dejó de realizar, fue hasta finales del siglo XIX cuando la reactivaron. La primera ciudad elegida para reiniciar los juegos fue Atenas, inmediatamente le siguió París, de hecho, en esta próxima edición a celebrarse el certamen en París, la ciudad luz ingresará al selecto número de ciudades que han albergado las olimpiadas por un periodo de tres ocasiones, al lado de Londres, Inglaterra y Tokio, Japón. Así que mientras los juegos llegan y se desarrollan, nosotros sigamos conociendo a una de las obras literarias más importantes de la literatura francesa y universal como lo es: “Gargantúa y Pantagruel” de Rabelais.

La segunda parte de esta voluminosa obra está completamente centrada en conocer la vida del gigante Gargantúa. Los padres de Gargantúa se llaman Gaznategrande y Gargamella. No debemos olvidar que estamos ante una enorme novela que parte importante de su esencia es la ironía, el humor, esto causará que en momentos las narraciones sean burlescas, sarcásticas, sin embargo, aún en la burla hay una crítica de fondo, una reflexión profunda según las vivencias de los personajes o los hechos que se narran, sin dejar de estar atentos en la unidad del libro, porque esto conlleva comprender que, si bien a veces al leer ciertos hechos estos nos parecen autónomos, basta recordar que todos los personajes están relacionados y que leemos una historia muy voluminosa donde un capítulo nace del anterior y que todos poseen unidad, tal como son las historias de las novelas.

En la primera parte nos enteramos que Pantagruel, quien es hijo de Gargantúa, al momento de nacer, su madre murió de parto por la enormidad física del gigante. Bueno, cuando Gargantúa nació, lo hizo por la oreja de su madre, y al ver la luz sus primeras palabras pronunciadas fueron: “beber, beber”, entonces, su padre decidió llamarlo Gargantúa. Esto lo he querido compartir, porque aclara que estamos ante una novela básicamente de ficción, fantasías. E incluso, la segunda parte considero que es muy abundante en historias fantásticas, no obstante, cada lector tiene el privilegio de seleccionar esos capítulos e historias que más lo puedan atrapar y para compartir con mis lectores he seleccionado dos sucesos fundamentales que se integran en varios capítulos, les platico resumidamente el primero:

Conocemos de Gargantúa su educación y cuidados desde niño hasta que arribó como estudiante de filosofía a la Universidad de París. Rabelais si bien escribió una novela humorística, también hay momentos que nos encontramos ante una obra filosófica. Esto se nota al instante donde nos platica cuales son los colores favoritos de Gargantúa; el blanco y el azul. Particularmente en el capítulo X explica el significado de los colores: “El blanco significa, pues, alegría, solaz y regocijo, y no sin razón lo significa, sino con buen derecho y justo título, lo que podréis comprobar si, dejando aparte vuestros afectos, queréis oír lo que ahora expondré.” Como el autor sabe que siempre existen personas que pretenden cuestionar todo, sólo por cuestionar, sin argumentos, ejemplos: ¿Quién determina esos valores al color blanco? ¿Por qué occidente se acuña el derecho de imponer las características de un color? Luego entonces, Rabelais para razonadamente explicarles a los eternos inconformes-resentidos-irracionales, utiliza al maestro de la lógica llamado Aristóteles, transcribo: “Aristóteles dice que, suponiendo dos cosas contrarias en su especie, como bien y mal, virtud y vicio, frío y calor, blanco y negro…y así otras, si las acopláis de tal manera que un contrario de una especie conviene razonablemente a un contrario de la otra, es consiguiente que el otro contrario compita con el otro residuo. Ejemplo: virtud y vicio son contrarios en una especie; también lo son bien y mal, si uno de los contrarios de la primera conviene a uno de la segunda, como virtud y bien, porque es sabido que la virtud es buena, así harán los residuos que son mal y vicio, porque el vicio es malo.

     Una vez esta regla logical entendida, tomad estos dos contrarios: alegría y tristeza; después estos dos, blanco y negro, porque son contrarios físicamente; si así negro significa duelo, blanco significa alegría. Y no es este significado instituido por imposición humana, sino admitido por consentimiento de todo el mundo, que los filósofos llaman jus Gentium, derecho universal válido para todos los países.” Mas, por si el inconforme-resentido no queda satisfecho afirmando que siguen siendo conceptos impuestos por la razón occidental, Rabelais señala un sinfín de ejemplos del porqué el negro es ubicado como un color que representa tristeza en la cultura universal. Es decir, el concepto lo determina la razón, no importa si eres judío o árabe, porque, ¿la noche no es igual para todos? Cuando somos niños, acaso, ¿le tenemos miedo a la oscuridad o a la luz? En fin, el color favorito de Gargantúa es el blanco.

El segundo suceso seleccionado para compartir es el que sigue. Gaznategrande le manda una carta a su hijo Gargantúa para que venga a ayudarlo debido a que su vecino el rey llamado Picrocholo ha decidido hacerle la guerra. Un parecido suceso acontece en el libro uno, sólo que allí es Pantagruel quien va a auxiliar a su padre contra el invasor. La guerra que Picrocholo le hace a Gaznategrande es absurda, empieza a invadir y asesinar a inocentes por una nimiedad. Aquí Rabelais aprovecha para demostrar que las guerras siempre se han realizado por la soberbia de unos cuantos en perjuicios de todos los demás. Que determinado imperio siempre pretenderá imponer su mando y someter a los demás. Términos como ambición por el poder absoluto, o, el vigente imperialismo de las potencias no es un término o actitud moderna, desde los siglos de los siglos se han conducido así, si se detienen no es por humanos y generosos, sino porque no han tenido otra opción.

Algo más, Picrocholo no tenía la mínima posibilidad de ganar la guerra, tarde o temprano perdería, pero aquí hay otra actitud eterna, a los poderosos les puede más el orgullo, su ambición personal, que la razón. Para qué ponerles ejemplos, me imagino en quienes están pensando. Lo interesante de este capitulado sobre la guerra estriba en que una vez que Gaznategrante derrotó a Picrocholo, y claro, Picrocholo huyó exiliado, mientras todo su reino quedaba aniquilado, quien se encargó se finiquitar los acuerdos de la guerra fue Gargantúa. Un acto ejemplar radica en que perdonó la vida de todos los enemigos sobrevivientes. Por supuesto que estos debieron aceptar la sumisión total ante el nuevo monarca, con todo y eso es una acción reconocible ante un mundo tan salvaje. Acto seguido, Gargantúa premió a los soldados valientes, a los gobernantes aliados. Dentro de esta amplia gama de personajes, quien más se destacó en la guerra fue un monje. El monje defendió su abadía y asesinó a muchísimos enemigos de forma valiente y cruel. Con la cruz en la mano y teniendo una lanza con pico muy cortante atacaba y asesinaba a los rivales.

Al momento de premiar a estos héroes, el monje no quiso honores, pidió que le permitieran construir y dirigir su propia abadía. Gargantúa al instante le dijo que sí y le otorgó un amplio terreno para dicho fin. Hay una larga descripción física y estructural de cómo quedó construida la abadía, empero, lo más atractivo está en conocer las nuevas reglas, decretos, actos de fe, valores, principios, que regirían la abadía, citaré algunos:

–A propósito –dijo el monje –: una mujer que no es hermosa ni buena, ¿para qué sirve? –Para monja –dijo Gargantúa. –Sí –dijo el monje –, y para hacer camisas…Fue ordenado que allí no serían recibidas más que las hermosas, bien formadas y muy sanas, y los hermosos, bien formados y muy sanos.

     Ítem, ya que corrientemente los religiosos pronunciaban tres votos, a saber, de castidad, pobreza y obediencia, fue decretado que allí honorablemente se podría estar casado, ser rico y vivir en libertad.”

Existen muchas reglas más, una vez que la abadía estuvo lista para iniciar su labor, se puso la siguiente inscripción colocada en la gran puerta de entra:

No entréis aquí, santurrones, hipócritas, viejos impostores, farsantes, engreídos, cuellitorcidos, más papanatas que los godos y los ostrogodos, libertinos, crapulosos, despreciados, hinchados, camorristas, burlados, impíos, marchaos a otra parte a vender vuestros líos.”

Tal vez, Rabelais los está enviando a la gran abadía ubicada en Roma, Italia. Sí, en esta época el Vaticano estaba invadido por hipócritas santurrones, basta nombrar a la dinastía de “Los Borgias” y, otros. La historia continúa.

 

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