“Gargantúa y Pantagruel: primera parte.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
A partir del viernes 26 de julio del presente año, en la bella, histórica y legendaria ciudad de París, Francia, se celebrarán los juegos olímpicos, evento de trascendencia universal. Los ojos del mundo estarán centrados en París, y, particularmente, en las diversas gestas deportivas que se lleven a cabo. Este acontecimiento deportivo es un pretexto ideal para acercarnos a conocer parte de la literatura francesa, y así, mientras unos gozan de los encuentros gimnásticos, los amantes de la literatura podremos disfrutar de la prosa del escritor francés François Rabelais (1494-1553). Lo primero que debemos saber de Rabelais es que los franceses lo consideran el creador del género de la novela. Su obra cumbre se titula: “Gargantúa y Pantagruel”, una novela muy voluminosa compuesta de cinco partes, la primera parte fue publicada allá por 1532. Lo anterior implica saber que esta novela antecede al Quijote de Cervantes por varios años, tan sólo la primera parte del Quijote se publicó en 1605. Esto no debería causar controversias innecesarias debido a que podemos concluir que para los franceses y los europeos de lengua no castellana el género novelístico se inaugura con Rabelais, y para la lengua castellana inicia con Cervantes. Algo más, no queda la menor duda que partiendo de estas dos monumentales novelas, el género tuvo su punto de arranque creando historias, personajes, ficciones, y si bien algunas historias son inspiradas por la realidad, nunca hay que olvidar que toda buena novela es una creación de la imaginación. Así que dejando de lado un poco los antecedentes del género y la paternidad del mismo, vayamos a conocer la fantástica historia de los gigantes inventados por Rabelais llamados Gargantúa y Pantagruel.
El contar historias, el imaginar y crear ficciones, ha sido una gran invención del hombre. El género de la novela desde sus orígenes y en su largo devenir nos ha liberado de muchos prejuicios, cerrazones, fantasmas. Cada vez que leemos una buena novela no tan sólo disfrutamos la historia, en muchos casos nos divertimos, en otros entristecemos, además, la propia trama nos va influyendo, nos hace meditar, nos obliga a tomar una postura y al final algo en nuestro ser se modifica. Nunca seremos los mismos al terminar de leer una gran historia. Por eso afirmo que, entre las muchas virtudes de la literatura, si queremos encontrarle una, considero que la literatura es liberadora. Porque a través de la imaginación podemos expresar lo que la vida rígida con todos sus prejuicios nos impide. Rabelais logró expresar en su tiempo, ¡imagínese como eran esas sociedades en 1532!, lo que hoy día todavía nos cuesta decir. Por supuesto que la novela fue famosa más no permitida, empero, el mensaje ya estaba emitido, vayamos a la historia.
En el libro primero conocemos quién es Pantagruel y cómo nació. De entrada, tanto Gargantúa y su hijo Pantagruel son dos gigantes. Sí, piense usted en gigantes famosos, verbigracia, Atlas, quien con sus hombros impidió que el cielo se cayera, a este gigante lo conocemos en la mitología griega. Otro gigante famoso es Goliat, el mismo que aparece en la biblia, quien por cierto fue derrotado por David. No recuerdo si los nombra Rabelais, más, pienso en Polifemo, en el titan Sísifo, en el casi invencible Heracles, en fin, Rabelais nombra a muchos gigantes conocidos y desconocidos, afirmando que el último de esta estirpe es Pantagruel. Este personaje es tan enorme, que al momento de nacer su madre murió de parto. Una vez que el narrador nos platicó el origen del personaje, el lector ya se encuentra con Pantagruel siendo un joven tipo universitario que anda recorriendo el mundo. Luego entonces, así es como iniciaremos a conocer la vida, los hechos, los heroicos sucesos del gigante. La temática como podrá imaginarlo resulta demasiado abundante. En cada historia se nota claramente que, a pesar de la ironía, la burla, el humor negro, existe toda una crítica de Rabelais a los temas políticos, sociales, religiosos, morales, etc., de su época. Otra cosa, mejor dicho, la primera cosa que se detecta en la lectura radica en la riqueza y amplitud del lenguaje. Algunas palabras, expresiones, se nos hacen familiares, otras son desconocidas y al buscar el significado se va valorando la riqueza y exquisites en el manejo de la palabra. Un capitulo fascinante es cuando Gargantúa le envía una carta a su hijo para recomendarle que estudie, se prepare. Pantagruel se encuentra en París, la ciudad luz, la ciudad del saber, allí visita La Sorbona, entonces, su padre le escribe unos consejos para que aproveche el tiempo:
“Ahora todas las disciplinas están restituidas, las lenguas instauradas: la griega, sin la cual es vergüenza que una persona se diga sabia… ¿Qué diré yo? Las mujeres y los jóvenes han aspirado a este elogio de maná celeste de buena doctrina. Hasta el punto de que, a mi edad, me he visto obligado a aprender las letras griegas, las cuales yo no había condenado como Catón, pero no había tenido ocasión de aprender en mi juventud; y con agrado me deleito leyendo las Moralia de Plutarco, los bellos diálogos de Platón, los Monumens de Pausanias y las Antigüedades de Ateneo. Por todo lo cual, hijo mío, te aconsejo que emplees tu juventud en aprovechar bien en estudios y en virtudes. Estas en París y tienes por preceptor a Espistemón…Pero como sea que, según el sabio Salomón, sapiencia no entra en alma perversa y ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma, te conviene servir, amar y temer a Dios…Guarda tu corazón de la vanidad, porque esta vida es transitoria, pero la palabra de Dios permanece eternamente. Sé servicial con todos tus prójimos y ámalos como a ti mismo. Respeta a tus preceptores, huye de la compañía de las gentes a quienes no desees parecerte, y no recibas en vano las gracias que Dios te ha concedido. Y cuando conozcas que posees todo el saber así adquirido regresa a mí, para que pueda verte y darte mi bendición antes de morir. En Utopía, este decimoséptimo día del mes de marzo. Tu padre Gargantúa.”
Estando en París, Pantagruel se encontrará con un personaje clave que en esta primera parte lo acompañará a todas sus aventuras, me refiero a Panurgo. En la mayoría de los casos los nombres de los protagonistas tienen una connotación gramatical griega que explica la función que desarrollan en la historia. Panurgo del griego significa: “hombre que sirve para todo.” No sé si siempre servirá para todo, pero hasta esta primera parte de la historia sí que le es útil a Pantagruel. Panurgo es un hombre que al presentarse ante Pantagruel le habló en alemán, inglés, griego, hebreo, italiano, latín, danés, algunas lenguas imaginarias inventadas por Rabelais, español y finalmente en francés. Debemos recordar que Rabelais es un escritor del renacimiento y aunque el movimiento estalló en Italia, Francia fue recibiendo ese espíritu europeo obsesionado por el saber; basta señalar que Rabelais admiraba a Erasmo de Róterdam y se percibe la enorme influencia que el filólogo humanista holandés engendró en el autor francés. La influencia de Erasmo se distingue en varios sentidos, comentaré dos: lo erudito y lo irónico.
En cuanto a lo erudito, alcanza con observar que la novela de Rabelais está impregnada de la cultura grecolatina, e incluso, se advierte un enorme saber del mundo de oriente próximo. Sin olvidar que los personajes hacen referencia a un sinfín de autores clásicos como Platón, Aristóteles, y contemporáneos a Rabelais como Tomás Moro y Erasmo. (Esto ya lo había hecho Erasmo en su inmortal obra: “Elogio de la locura”, publicada en 1511.) Lo irónico se divisa, y, quizás sea la parte esencial de la novela, en la burla y crítica que el literato realiza mediante la ficción de todos los males que aquejaban o que por lo menos a él le molestaban. Ejemplos abundan, les narraré dos:
Primero: Panurgo es un personaje simpático y práctico. Pantagruel al irlo conociendo no tan sólo adquiere mucha confianza en él, asimismo, lo utiliza como consejero. Un día Pantagruel le preguntó cómo le había hecho para sobrevivir, Panurgo le respondió que participó en las cruzadas y con el dinero que se cobraba por las indulgencias le alcanzaba para vivir bien y tener a todas las mujeres que él quería. (Para eso siempre ha servido el dinero que los fieles otorgan.)
Segundo: en una ocasión Pantagruel se entera que su padre necesita urgente auxilio ya que está siendo invadido y Utopía, lugar donde vive y gobierna Gargantúa, puede ser dominado por los invasores. Pantagruel acude con todo su sequito a rescatar a su padre y a la ciudad. En estos capítulos se narra la guerra donde todos los invasores son muertos. Lo único lamentable es que, en plena batalla, Epistemón, quien es preceptor de Pantagruel parecía que perdía la vida. Panurgo ofrece curar a Epistemón y revivirlo, Pantagruel le pide lo haga, al poco tiempo Epistemón revive y ya estando todos más tranquilos les empieza a narrar lo que había visto en el breve periodo que murió. Aquí realiza una minuciosa descripción de cómo se encontraban en el más allá muchos personajes que fueron poderosos en este mundo de hoy:
“- ¿Cómo? –dijo Pantagruel. –No se los trata tan mal como quizá penséis –dijo Epistemón –, pero su estado ha cambiado de extraña manera. Pues vi a Alejandro el Grande zurcir calzas viejas, ganándose así su pobre vida. Jerjes cultivaba la mostaza; Numa, fabricante de clavos; Ciro era vaquero, Eneas, molinero, Cambises, muletero, Héctor era salsero, Octaviano, raspador de papel, el papa Alejandro era cazador de ratas, vi a maese Jean Le Maire (un crítico del papado) remedar al papa, y hacer que todos esos infelices reyes y papas de este mundo le besaran los pies, y dándoselas de importante les otorgaba su bendición, diciendo: -Ganad las indulgencias, bribones, ganadlas: son baratas. Os absuelvo de pan y de sopa y os dispenso de no valer nunca nada. De este modo, quienes fueron grandes señores en este mundo se ganaban su pobre, mala y libertina vida allí abajo. En cambio, los filósofos y quienes fueron indigentes en este mundo, en el más allá eran a su vez grandes señores.”
Así se encontraban los grandes personajes de la historia en el más allá, el gigante Pantagruel comprendía que hagas lo que hagas, tarte o temprano todos seremos polvo, entonces, ¿valdrá la pena vivir obsesionados por todo lo que nos obsesiona? La historia de la humanidad nos muestra que el poder es delirante y quien lo busca terminará en el delirio, ¿valdrá la pena vivir en la locura? La historia continúa.
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